Название: E-Pack Bianca octubre 2020
Автор: Varias Autoras
Издательство: Bookwire
Жанр: Языкознание
Серия: Pack
isbn: 9788413752396
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Tenía miedo.
Miedo de lo que pudiera hacerle a ella y a su vida. Porque la verdad era que haber tenido relaciones sexuales con Pascal ya le había cambiado la vida una vez.
¿Qué le sucedería ahora?
Ya lo sabía. Lo peligroso no era el sexo. No la iba a destrozar ni la iba a perseguir durante años hasta que volviera a encontrar a Pascal.
Lo peligroso era el amor.
Y la pura verdad era que no había dejado de querer a Pascal.
Y no estaba segura de poder hacerlo.
Así que lo besó y vertió en el beso los años que habían estado separados, el miedo, la soledad y, sobre todo, los sueños; la alegría, el sabor de la vida que había vivido lejos de él y la esperanza secreta de que la nueva vida que habían iniciado juntos fuera feliz, a pesar de los esfuerzos de ambos por fingir que era una desgracia.
Lo besó sin parar. Y cuando él se levantó y la levantó, ella lo siguió ciegamente. La condujo al sofá y la tumbó en él. Ella lo observó, jadeando, mientras acababa de desvestirse y lo contempló, por fin, desnudo.
Durante unos segundos, se limitó a observarlo desde el sofá.
Nunca se cansaría de mirarlo.
De contemplar sus cicatrices, sus músculos, la irresistible belleza masculina del único hombre al que había acariciado, del único al que había querido.
Para ella, del único hombre que existía. Y punto.
Los negros ojos de Pascal brillaban. Sus anchos hombros la invitaban a aferrarse a ellos para siempre. Entre las piernas, la parte más dura de él se erguía orgullosa.
Y lo quería.
No había nada más que entender.
Levantó las manos hacia él sonriendo.
–Quítate el sujetador –le pidió él con voz ronca.
Ella lo hizo dejando al descubierto los senos. Los pezones se le endurecieron cuando él se los miró. Y comenzó a temblar.
–Y las braguitas –ella tembló aún más–. Pero puedes dejarte las botas.
A ella, sin saber por qué, eso le resultó delicioso. Se apresuró a hacerlo.
Y cuando hubo acabado, se quedó de pie frente a él, expuesta por completo.
Pero era suya.
Los ojos de Pascal ardían. Y sonrió.
La atrajo hacia sí y la levantó.
Cecilia se agarró a sus hombros y enlazó las piernas a su cintura. Gimió cuando él la levantó más y la dejó justo encima de su dura masculinidad.
Tenía la cara junto a la de ella.
–Suplícame –susurró.
Los ojos le brillaban de deseo. Y a Cecilia le pareció que la habían vaciado por dentro.
Y que lo único que quedaba era él.
Y lo que siempre había habido entre ellos, imposible de ignorar, aunque ambos lo habían intentado.
El amor.
No había otra forma de describirlo.
Ella le clavó las uñas en los hombros mirándole el rostro, tenso por la fuerza del mismo deseo que también se había apoderado de ella y la hacía arder.
–Por favor, Pascal –susurró, llena de alegría por una rendición que le parecía una victoria.
Y él la penetró profundamente.
Los dos se quedaron inmóviles durante unos segundos, inundados de la misma salvaje sensación.
«Estoy en casa», pensó ella. «Es amor».
«Sí».
Y no supo qué había dicho en voz alta.
Pero daba igual.
Pascal la volvió a tumbar en el sofá, acomodaron sus cuerpos y él se deslizó aún más dentro de ella.
Ella le mordió el hombro.
Y él la embistió una y otra vez, como si fueran a morirse así o a morirse si no lo hacían; o a morirse y a renacer y repetir aquella danza eternamente.
Cecilia fue a su encuentro. Era parte de él. Mantuvo las piernas enlazadas a sus caderas y fue a su encuentro en cada embestida.
Recordó lo maravilloso que había sido seis años antes. La leve punzada de dolor y, después, solo el deseo hecho carne.
Y era mejor ahora. Más profundo.
Pascal movió las caderas de una forma que hizo que ella echara la cabeza hacia atrás. Después, él bajó la suya para meterse un pezón en la boca, y ella estalló en mil pedazos. Su cuerpo se aferró con fuerza en torno al de él y comenzó a dar sacudidas.
Sin parar.
Pero él continuó embistiéndola durante el clímax para, después, volverle a provocar deseo y conducirla a otro.
Cecilia se aferró a él. Lo quería. Gritó su nombre y se sumergió en las exquisitas llamas que la consumían.
Solo cuando comenzó a dar sacudidas de nuevo, perdió él el rimo profundo y regular que había utilizado para volverla loca.
Y durante unos segundos, solo hubo velocidad y furia, profundas y hermosas.
Pascal alcanzó también el clímax, con el nombre de ella en los labios, y, por fin, se perdió en su interior.
Y Cecilia se percató con enorme claridad de que quería eso. Todo eso.
La hermosa y elemental tormenta que era aquel hombre y la pasión que había nacido entre ambos desde el principio, desde mucho antes que ella entendiera lo que la llevaba a estar a su lado en el hospital. Quería el trueno del deseo que sentía por él, el relámpago que era la pasión de ambos, que a veces se transformaba en dolor y otras en pérdida. Y la lluvia que seguía y que llevaba la vida al mundo.
Que a ella le había dado a su hijo.
Quería esa tormenta con todo su ser, con todo lo que era y tenía. Valía el precio que había pagado.
Tomó el rostro de Pascal entre las manos. Notó las cicatrices en un lado, la prueba de que podía superar cualquier cosa. Le buscó la mirada, desenfocada, pero que lentamente centró en ella.
Y durante unos segundos le pareció que era otro. СКАЧАТЬ