Playboy. Katy Evans
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Название: Playboy

Автор: Katy Evans

Издательство: Bookwire

Жанр: Языкознание

Серия: Pecado

isbn: 9788417972202

isbn:

СКАЧАТЬ es mi nombre y yo no sé el tuyo. Estoy en clara desventaja.

       —Playboy.

      —¿Eh?

      —Que lo llaman Playboy —me explica mi pareja antes de que lo acompañen a la puerta.

      Playboy sonríe.

      Me quedo a cuadros y niego con la cabeza sin dar crédito.

      —Joder, mi suerte con los hombres está peor que nunca.

      —No te estreses. No pago por echar un polvo. Corrígeme si me equivoco, pero te acabo de librar de la cita más aburrida de tu vida.

      —No ha sido aburrida porque estabas tú.

      —¿Acaso soy interesante?

      —No. Tienes más pinta de haber salido de… una peli de miedo.

      —Juega ella por mí —les informa a los demás—. ¿Os parece bien a todos que le diga qué hacer?

      —Te toca, Playboy —aceptan al unísono.

      Da un golpecito con el dedo en el tapete de fieltro verde y ladea la cabeza para verme las cartas.

      —A ver qué tenemos.

      —Será qué tengo —replico.

      —Lo tuyo es mío —me susurra al oído mientras le enseño las cartas y él las mira detenidamente.

      Me indica qué cartas debo devolver y cuántas debo pedir. Hago lo que me manda y aun así acabo con una sola pareja.

      —¿Por qué estoy jugando a esto? —le pregunto a su perfil cuando perdemos y nos reparten otra mano.

      —Porque estaba perdiendo hasta que has llegado.

      —Y ahora también.

      Me observa pensativo y luego se centra en las cartas que tengo en las manos.

      —Está claro que necesitas clases. —Me quita las cartas y se pone a jugar—. Quédate ahí y no me distraigas. Distrae a los demás.

      Como su tono no admite discusión, jugueteo con mi pelo y me enrosco los mechones sueltos en el dedo índice mientras miro fijamente a los demás el tiempo justo para que alcen la vista.

      —Pensándolo mejor, olvida lo que te he dicho.

      —¿Cómo? Quien te entienda que te compre. —Lo fulmino con la mirada y él a mí.

      —Ahora mismo no me entiendo ni yo. Deja de toquetearte el pelo.

      Gana esta partida y las ocho siguientes. Tiene tantas fichas que los gerentes del local le traen las de mayor valor para que no se quede sin sitio en la mesa.

      Cuando terminan, los hombres que nos acompañan empiezan a dispersarse por la sala y nosotros nos quedamos sentados. Nos han traído otro whisky, hemos girado las sillas y casi estamos cara a cara. Se interesa por mí.

      Me encojo de hombros.

      —Ya sabes que me llamo Wynn. Tengo treinta años. Soy galerista. Acabo de salir de una relación y paso del amor por completo.

      —Hum. Creo que te estás saltando las mejores partes. Como por ejemplo qué haces aquí.

      Tomo un sorbo despacio.

      —Reconozco que te lo montas de maravilla. Pero aún no me explico qué hago aquí.

      —¿Esperas que me crea que no sabías que estaría aquí?

      —¿Perdona?

      —¿Esperas que me crea que no me deseas y que no querías captar mi atención? Admito que eres ingeniosa. Tengo curiosidad.

      —Serás creído. Pues no. Eres demasiado desvergonzado como para presentarte a mi madre. Pero estoy decidida a vivir nuevas experiencias… —Juro que voy a improvisar sobre la marcha—. Y más ahora que acabo de salir de una relación de cuatro años —me explayo—. Usaré a los tíos igual que hacen ellos con nosotras.

      —Ah, ¿sí?

      —Pues claro. ¿Alguna vez te has preguntado por qué tienes a tantas mujeres a tus pies? —Señalo a la camarera que está hecha polvo y que me lanza granadas con los ojos desde lejos.

      —No duermo por las noches de tantas vueltas que le doy. —Se divierte. A mí también me hace gracia la manera en que se burla, pero sigo.

      —Bueno, pues es porque sabes jugar. Quiero verte. Así sabré cuándo juegan conmigo —le digo.

      —Ah, ¿sí?

      No se lo cree.

      ¡Que se está riendo por dentro! Hay que joderse.

      —Sí, tal cual te lo digo. ¿No me crees?

      Sonríe divertido.

      —Las palabras están ahí, pero no me creo ni una que salga por esa boquita tan bonita que tienes.

      Su forma de mirarme la boca hace que el calor y el ansia se asienten en mis entrañas.

      —Joder, pues sí que estás curado de espanto. ¿Qué crees que quiero? —contesto.

      Se rasca la barba de un día en la oscuridad y el sonido áspero que produce es muy sugerente.

      —Sea lo que sea te lo daré.

      —Vale —digo a sabiendas de que no tengo nada que ocultar—. Averigua qué quieres y deja que me entere de lo que necesito: cómo juegas con las mujeres.

      —Me parece a mí que no, Pelirroja.

      —¿Ni siquiera después de vestirme como una puta para entrar aquí? —le pregunto para chincharlo.

      —Mira a tu alrededor, Pelirroja. Eres como un monje en un local de striptease. Eres la puta más conservadora que he conocido.

      —Ah, así que tendría que haberme subido el dobladillo un poco más. Déjame que vea cómo cortejas a una mujer. A la que sea. Llama a alguna.

      —¿Quieres verme cortejar a una mujer? —pregunta, incrédulo.

      —Sí. —Examino a la multitud y localizo a una camarera muy seductora que lo ha rondado todo el rato como loca y que se moriría de felicidad en este momento, seguro—. Esa.

      —No quiero cortejarla.

      —Vale, pues ¿a cuál entonces?

      Me mira fijamente.

      —Yo no cortejo, Pelirroja.

      —Pero juegas para echar un polvo, así que hazlo ahora.

      —Esta СКАЧАТЬ