La predicación bíblica transformadora. Jonathan Lamb
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Название: La predicación bíblica transformadora

Автор: Jonathan Lamb

Издательство: Bookwire

Жанр: Религия: прочее

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isbn: 9786124252471

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СКАЧАТЬ (2Ti 3.14-17). Las Escrituras tienen autoridad porque han sido inspiradas por Dios (v. 16), y por lo tanto son la única fuente de revelación con respecto a la necesidad más grande de la humanidad: «darte la sabiduría necesaria para la salvación» (v. 15). Entonces, la tarea de la predicación es abrir estas Escrituras con el propósito de «enseñar, para reprender, para corregir y para instruir en la justicia» (v. 16). Por lo tanto, Pablo enfatiza el punto: nuestra tarea es proclamar la Biblia. Nada más nos beneficiará, puesto que nada más revela los propósitos de Dios, y nada más tiene tal poder transformador. De este modo, el pasaje bíblico establece la autoridad del predicador. La autoridad del acto de predicar no se debe por la fama o el carisma del predicador, ni por sus estudios académicos o habilidades de oratoria.

      El gran predicador Campbell Morgan lo dijo claramente: «Mi sermón no tiene autoridad en sí mismo, excepto como una interpretación o una exposición o una ilustración de una verdad que está en el texto bíblico. El texto lo es todo. De eso se trata la autoridad».

      2. Integridad

      El apóstol Pablo se enfocaba en asegurarse que su ministerio se centre en la Palabra de Dios. Sabemos, por su segunda epístola a los Corintios, que los falsos maestros de Corinto lo criticaban por una serie de cuestiones, por ejemplo, su aparente falta de habilidades retóricas. En su defensa, esbozó un llamado para todos los predicadores de la Palabra: «Hemos renunciado a todo lo vergonzoso que se hace a escondidas; no actuamos con engaño ni torcemos la palabra de Dios. Al contrario, mediante la clara exposición de la verdad, nos recomendamos a toda conciencia humana en la presencia de Dios» (2Co 4.2).

      Pablo destaca su determinación por ser fiel al mensaje y menciona una prioridad clave: no debemos distorsionar la Palabra de Dios, sino presentar su verdad de manera sencilla. Exponer significa presentar algo para que sea visto, una revelación plena de la verdad. Es lo opuesto al engaño. Es «mostrar lo que tienes en la mano». Es como el mago en un circo que se remanga para mostrar que no está ocultando nada. Pablo insiste que no estamos ocultando nada, sino que proclamamos fielmente todo el consejo de Dios. Y esta es la fuerza del versículo 2: no cambiamos el mensaje para complacer a nuestros corazones, sino que exponemos la verdad. No adornamos la verdad para ganar popularidad, sino que expresamos el mensaje claramente. No guardamos el mensaje para un grupo selecto que podrá iniciarse hacia niveles más altos de experiencia espiritual, sino que nos encomendamos a la conciencia de todos.

      Solo unos versículos más adelante, Pablo describe las características de este ministerio: «A diferencia de muchos, nosotros no somos de los que trafican con la palabra de Dios. Más bien, hablamos con sinceridad delante de él en Cristo, como enviados de Dios que somos» (2.17). Los falsos maestros trataron de ganar conversos por medio del engaño. Es posible que estos predicadores se hayan parecido a los grupos ocultistas de aquellos días, vendedores que comercializaban un producto religioso nuevo y misterioso. Algunos comentaristas creen que este grupo criticaba la manera en la que Pablo hablaba tan abiertamente sobre el evangelio; ellos preferían que la verdad se mantuviera envuelta en misterio. Y obviamente, así podían cobrar grandes sumas si las personas realmente querían descubrir esa verdad esotérica. Quizá eran como esos vendedores ambulantes que vendían vino mezclado con agua. Eran culpables de adulterar el producto, el mensaje, pero sin el menor remordimiento, porque solo les interesaba ganar dinero.

      Más adelante, Pablo nos ofrece información acerca de su preocupación por la predicación defectuosa en Corinto. Usaban un lenguaje similar, pero se trataba, como lo dijo Pablo, de otro Jesús, un espíritu diferente, un evangelio diferente (2Co 11.3-4). No estamos seguros de lo que esto pudo haber representado: quizá era un evangelio que enfatizaba la fuerza, no la debilidad; un mensaje que prometía triunfo, no sufrimiento; un evangelio que ostentaba gloria, no la cruz. Pero lo que realmente importaba para Pablo, y para todos los que han sido llamados a predicar la Palabra, es el compromiso con una declaración fiel, clara y abierta de la verdad.

      Cuatro prioridades

      1) Tenemos la convicción de que las Escrituras son la Palabra de Dios, y que poseen autoridad y poder. Todo tipo de predicación debe centrarse en la Palabra de Dios si se quiere demostrar que cumple eficazmente los propósitos de Dios.

      2) Nuestro interés es que, dado que la Biblia es la Palabra de Dios, su voz debe escucharse. De hecho, estamos convencidos de que no hay nada más importante que esto para la vida de un cristiano y para la iglesia local. Pedro es lo suficientemente audaz para señalar que: «El que habla, hágalo como quien expresa las palabras mismas de Dios» (1P 4.11). A pesar de las debilidades humanas tanto del hablante como del oyente, Dios ha elegido revelarse a sí mismo y sus propósitos por medio de la predicación fiel de las Escrituras. Como lo enfatizaré en el siguiente capítulo, antes que los predicadores pronuncien sus sermones, deben escuchar cuidadosamente la voz de Dios. En uno de sus sermones sobre Efesios, Juan Calvino dijo:

      3) Nuestra actitud debe estar sometida a la Palabra de Dios, comprometida por sobre todo a permitir que la Biblia hable. En ese sentido, la exposición bíblica es más que un método, es una forma de pensar: nuestra actitud es de sumisión a la Palabra, asegurándonos que lo que estamos a punto de predicar fluya directamente de la revelación divina. Y nuestra prioridad, si somos predicadores, es proclamar la Palabra de una manera clara y sencilla.