Название: Lunes por la tarde 20
Автор: José Kentenich
Издательство: Bookwire
Жанр: Сделай Сам
Серия: Lunes por la tarde...
isbn: 9789567598595
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* Kruschev adhiere a las leyes de la naturaleza
No sé si tienen presente que hace poco Kruschev2 pronunció también su discurso. Vale la pena comparar a los líderes de ambas potencias mundiales, exponentes de cosmovisiones antagónicas. Del mensaje del líder ruso sólo rescataré lo que resulte de interés para el contexto en el cual estamos hablando.
Kruschev puso de relieve que a ellos, los rusos, los bolcheviques, no les hace falta declarar ninguna guerra, dado que el mundo es ya de ellos. Sencillamente porque las leyes de la naturaleza operan de tal manera que no pueden hacer otra cosa que estar totalmente de su lado3. No tenemos nada que ver con Dios ni Cristo. Nosotros adoramos las leyes de la naturaleza. Y si dichas leyes no nos obtienen algún día el triunfo, ya habrá tiempo de alcanzarlo con la guerra.
Para esta visión del mundo, no hay dimensión trascendente, ni Creador del universo, ni Guía del acontecer mundial, ni Cristo ni tampoco orden cristiano alguna que rija tiempo y mundo y que sea supratemporal.
Kruschev se fundamenta en la victoria de las leyes de la naturaleza. He aquí una frase clave. ¿Cómo se representa él a esas leyes de la naturaleza? Como su nombre lo indica, se trata de leyes emanadas de la misma naturaleza, que operan soberanamente, más allá de que les opongamos resistencia o no. El trabajo del hombre puede fomentar u obstaculizar el curso de ellas, pero no detenerlas.
En este punto los bolcheviques, los materialistas, proponen una tesis audaz: las leyes de la naturaleza han colocado al cristianismo en primer plano a lo largo de más o menos 2000 años. El cristianismo no es por lo tanto una religión de lo alto, una religión revelada, sino que ha surgido de la naturaleza del hombre. En virtud de sus fuerzas intrínsecas, esas mismas leyes de la naturaleza apuntan ahora a deponer al cristianismo y colocar en su lugar el bolchevismo, el materialismo. Los comunistas consideran que ese relevo es una ley natural y, si no hay más remedio, se declaran dispuestos a acelerar el y proceso de sustitución mediante una guerra mundial.
¡Qué tremendo contraste entre ambos campos! Por un lado la fe en la victoria de las leyes de la naturaleza y, por el otro, la fe en la victoria de Dios y de Cristo en la historia universal.
Nosotros nos ponemos del lado de Dios
Ahora mediten un poco sobre cuál es nuestro campo. Es obvio, estamos del lado de Dios, de Cristo. Pero creo que ha llegado la hora de tomar mayor conciencia de nuestra posición. Ya no debe ser un compromiso aparente o virtual, sino concreto, enérgico y entusiasta.
Reflexionemos sobre algunas escenas del evangelio.
"Tú eres el Cristo"
La primera es cuando Jesús, en un momento de reposo en medio de su actividad pública, les pregunta a sus discípulos; " ¿Quién dicen los hombres que es el Hijo de Dios?" Los apóstoles le dan distintas respuestas. Unos decían que era Elías; otros, el gran profeta. Jesús les dice: " Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?" Y ahí resuena entonces la gran respuesta de Simón Pedro: " Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo."
¿Qué ha ocurrido? Pedro confiesa su fe en la divinidad de Cristo. ¿Acaso no deberíamos sumarnos a esa confesión? Fíjense que el Padre del Cielo ha depositado en manos del Hijo de Dios el gobierno del mundo. Por eso Jesús da este testimonio sobre Pedro: " Bienaventurado, eres Simón, hijo de Jonás, porque no te ha revelado esto la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los cielos."
¿Qué significa " ni la carne ni la sangre" ? Que no lo hicieron las leyes de la naturaleza. No, no, yo vengo del cielo, del más allá. A través de mí el Padre te ha revelado todo esto a ti y a ustedes...4
Supongamos que aquí estuviese el Señor, aquí mismo, en mi lugar, hoy, en medio de la gran desorientación en que está sumido nuestro mundo. Y Jesús nos preguntase: " ¿Quién creéis que soy yo?" ¿No queremos renovar entonces con mayor profundidad nuestra confesión de fe en la divinidad del Señor?
"Tú tienes palabras de vida eterna"
O bien imagínense otra situación. El pueblo se congrega en masa en torno a Jesús. Y el Señor le revela grandes misterios. ¿De qué misterio se trata? Les promete que les dará su propia carne y sangre como alimento y bebida. Algo que evidentemente no tiene nada que ver con las leyes de la naturaleza. Distingan siempre entre lo que es ley de la naturaleza y lo que es revelación. Pues bien, luego de aquellas palabras de Jesús, muchos de sus seguidores lo abandonaron. No resulta difícil hallar la razón: ¡Cuánto cuesta creer algo así! ¡Cómo se rebela ante tal misterio el pensamiento puramente natural! Sí, era muy duro, muy difícil de creer... ¿Y qué hizo el Señor? En lugar de rectificar sus dichos o de querer retener a los que querían partir diciéndoles ¡quédense conmigo!, se vuelve a sus discípulos y apóstoles y les pregunta: " ¿También vosotros queréis marcharos?" Y Pedro le contestó: " Señor, ¿dónde quién vamos a ir? Tú tienes palabras de vida eterna." 5
He aquí, pues, el interrogante que se nos plantea: ¿Nos pasaremos al otro campo? ¿Habremos de adorar las leyes de la naturaleza o seguiremos grabándonos en el corazón las palabras de vida eterna de Jesús? Creo que la elección es clara. No supone en sí nada nuevo. Además los hechos que se suceden hoy nos urgen interiormente a decidirnos nuevamente por el seguimiento de Cristo y de Dios Padre, Guía del acontecer mundial.
No olvidemos que para llegar a desarrollar una fe sólida, los apóstoles tuvieron primero que pasar por una " escuela de fe" junto al Señor. Todos los milagros obrados por Jesús tuvieron siempre el mismo objetivo: enseñar a los apóstoles a creer en él y en el Padre del Cielo.
"Creyeron en él sus discípulos"
Recordemos la boda de Caná. Allí el Señor da comienzo a su vida pública, allí convierte el agua en vino. Al final de aquella escena el evangelista comenta: " ...y creyeron en él sus discípulos." 6 Fíjense bien ¿Pueden acaso las leyes de la naturaleza transformar el agua en vino?
El milagro de Caná no tiene nada que ver con las leyes de la naturaleza. Fue una intervención divina. Dios intervino en las leyes de la naturaleza.
La fe del leproso
Entre la multitud se hallaba un leproso. Conmovido por el carácter divino de Jesús, se fue abriendo paso entre la turba, llega hasta la presencia del maestro y se prosterna a sus pies. Lo adora como Dios y le pide con sencillez: " Si quieres, puedes limpiarme."
Fíjense que no le pregunta si conoce un médico que en virtud de sus conocimientos científicos disponga de toda una serie de remedios contra la lepra. No; lo que aquel pobre hombre le dice a Jesús sí, tú, como Dios, quieres y puedes intervenir en mi vida y curarme de esa enfermedad tan contagiosa y dolorosa. No hallarnos tampoco aquí un recurso a las leyes de la naturaleza sino sólo a la intervención divina en esas mismas leyes y específicamente en una enfermedad como la lepra.
¿Advierten la grandeza de la fe del leproso? ¿Y qué le contesta Jesús?: " Quiero, queda limpio." ¡Intervención de Dios en las leyes de la naturaleza! Si en casos particulares Dios puede intervenir de ese modo en las leyes de la naturaleza, ¿por qué no podría gobernar el mundo según sus propias leyes divinas, incluso cuando a veces parece que estuviera durmiendo?
El Señor sólo le pide una cosa al recién curado: que vaya a ver al sacerdote. Los sacerdotes debían constatar que había quedado efectivamente limpio de la lepra. Algo similar a lo que se acostumbra hoy, cuando uno tiene que ir al médico de distrito o a cualquier otro lugar oficial para certificar la curación. Además debía ofrecer el sacrificio prescrito por entonces para los casos de curación de una enfermedad grave y contagiosa. Y también debía decírselo al СКАЧАТЬ