Название: Peces y dragones
Автор: Undinė Radzevičiūtė
Издательство: Bookwire
Жанр: Языкознание
Серия: La principal
isbn: 9788417617400
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Su familia solo quiere una cosa de Mamá Nora: lo que se desea y se espera de todas las madres.
Responsabilidad.
Mamá Nora lo sabe. Aun así, se pasa las horas viendo el canal Travel y dejando caer algunas perlas…
Mamá Nora dirá, por ejemplo, que le gustaría irse a vivir muy lejos. Aunque fuera a… Mauritania.
—A las islas Mauricio, querrás decir —dice Shasha, sospechando la equivocación de Mamá Nora.
Nadie con dos dedos de frente quiere ver a su madre enterrada en la arena de África el resto de su vida.
—A las Mauricio… también.
Algunas veces, Abuela Amigorena siente que no tiene más remedio que ponerse a perorar sin previo aviso sobre su larga lista de desgracias y proyectos. Los proyectos de Abuela Amigorena son aún más aterradores que sus desgracias. Pero solo así es posible contener por un momento el caudal de los sueños de Mamá Nora.
Miki dice que a Mamá Nora se le pasó la oportunidad de viajar hace tiempo.
—Ya no está en la edad.
Esencialmente la vida en familia consiste en esto, en una convivencia constante con los mismos sujetos. Una convivencia casi siempre insoportable. Pero si a alguien se le pasa por la cabeza intentar cambiar una sola pieza de esa convivencia, entonces el caos degenerará en batalla campal.
—¿Cree en Dios? —pregunta la periodista.
—No —responde Mamá Nora.
—¿Fuma? —pregunta la periodista.
—No —responde Mamá Nora.
En una de las dos respuestas, Mamá Nora deforma la realidad. A la pregunta «¿Fuma?», debería haber respondido: «Ya no».
A Abuela Amigorena no le gusta ninguna de las dos respuestas.
Porque la propia Abuela Amigorena fuma, y en su infancia fue protestante.
Qué se imaginará ella que significa esa palabra.
—¿Por qué querías huir a Malta? —pregunta Miki.
—En aquel momento la prensa me agobiaba con un asunto bastante desagradable. Y yo solo tenía ganas de viajar a alguna parte…
—Un asunto… ¿amoroso? —elucubra Miki.
—Qué amor ni qué niño muerto… —masculla la abuela.
—¿No era algo tórrido? —insiste Miki.
—No.
—Entonces, ¿qué era?
—Autoanálisis —revela Abuela Amigorena.
—¿Autoanálisis?
—Autoanálisis. Más claro, el agua.
—¿Y qué se analizaba?
—Dos escritoras y dos escritores se analizaban a sí mismos —responde Abuela Amigorena.
—¿Y? —pregunta Miki.
—Pues que, de tanto analizarse, los periódicos acabaron escribiendo del tema.
—Sobre… su obra…
—¡¿Pero qué obra?!
—¡No lo sé, dígamelo usted!
—¡Que te digo que qué obra ni qué narices! ¿No te lo he explicado ya? ¡Dos escritoras y dos escritores analizaron sus líos, sus amoríos, en público!
—¡No te digo! ¿Y quiénes eran esos dos? —pregunta Miki.
—Uno, el padre de Shasha —responde al fin Mamá Nora apartando un poco la mirada—. El otro, el tuyo.
—¿Y esa otra? La escritora… —pregunta Miki.
—Ah… Una loca… —dice Abuela Amigorena.
—No era escritora —aclara Mamá Nora.
—Entonces, ¿qué era? —pregunta Abuela Amigorena.
—Poeta…
—¡Más a mi favor!
—¿Y usted, abuela? También usted… —comienza Miki.
—¿También qué?
—¿También usted… participó en el follón aquel?
—No, a mí el follón me traía sin cuidado.
—A ti el follón te traía sin cuidado pero… —empieza Mamá Nora.
—A ver qué te vas a inventar ahora… —le advierte Abuela Amigorena.
—… aun así llenaste una caja de zapatos con recortes de periódico…
—Anda que…
—Y hasta ahora, que han pasado quince años, y no me dejas deshacerme de ella.
—Bueno, porque podrías necesitarla —concluye con calma Abuela Amigorena.
—…
—En el futuro —abunda Abuela Amigorena.
—¿Para qué iba a necesitarla? —pregunta Shasha—. ¿Para chantajear a alguien?
—Para la historia.
—En fin… Todas las familias tienen buenos y malos recuerdos —suele decir Mamá Nora.
Pero no todas consiguen parapetarse detrás de esa cita tan reconfortante de El padrino III.
Y mientras palpita Europa en la casa, abajo está la China.
El casco antiguo abrió hace quince años sus puertas a Chinatown.
Así de fácil, como si llevara esperando toda su vida.
Aunque el casco antiguo ya no es lo que era. Su espíritu es otro. Ya no es antiguo en su interior.
Todo el mundo necesita comodidades, cuartos de baño, etc.
Desde la ventana del salón puede ver a un empleado de la embajada china que sale a pasear con su mujer.
Avanzan los dos dando pasitos, con un ligero balanceo.
Ella viste un impermeable brillante de color negro, con un gran estampado de rosas. Es siempre el mismo, pero se diría que lo encuentra gratificante. De lejos parece una de esas bandejas rusas de chapa, con sus flores sobre СКАЧАТЬ