Название: Peces y dragones
Автор: Undinė Radzevičiūtė
Издательство: Bookwire
Жанр: Языкознание
Серия: La principal
isbn: 9788417617400
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Un día, Shasha anunció a toda la familia que «Amigorena» era con toda probabilidad un nombre ibero.
—¿Ese idioma existe? —preguntó Miki.
—Hubo un territorio en el que existían ese tipo de nombres —dijo Shasha.
—¿Por qué tienes que calumniarme siempre? ¿Eh? ¡Dímelo! ¡Gatos2! —Y después del estallido, como de costumbre, Abuela Amigorena rompió a llorar.
Abuela Amigorena nació en la Argentina.
Sus padres emigraron durante la Primera Guerra Mundial y luego regresaron. Con ella en brazos.
E hicieron muy mal.
De su tiempo en Argentina, Abuela Amigorena no recuerda más que unas pocas palabras en español, que utiliza solo a modo de juramento o de amenaza.
A Abuela Amigorena no le gusta hablar sobre la Argentina. Se pone triste.
Culpa de sus padres.
—Oye, ¿por qué todo terminó entre vosotros? —pregunta Miki durante la pausa de la publicidad, mirando con interés a Mamá Nora.
—¿Entre quiénes?, perdona —pregunta Mamá Nora.
Es poco probable que Abuela Amigorena leyera alguna vez a Ibsen. Ese «Nora» lo tuvo que ver u oír en alguna parte.
—Entre tú y ese escritor de Malta.
—¿Con la Marta? —pregunta Abuela Amigorena.
—De Malta —dice Mamá Nora.
—No tienes por qué repetirme las cosas, bonita. Oigo perfectamente. Y lo entiendo todo también… —paladea Abuela Amigorena misteriosamente—. A ver si te crees que me caí de un guindo.
—Nos cruzamos —dice Mamá Nora.
—¿Dónde? —pregunta Miki.
—Se cruzaron nuestros pensamientos.
—¿Qué… pensamientos?
—Pues, mira, yo quería huir a la isla…
—¿Y él?
—… y él quería huir de la isla.
—Hu… huir… —tartamudea la abuela—. ¿Cómo que huir?
—Así que, cuando llegasteis a esa conclusión, lo dejasteis estar… ¿Fue eso? —pregunta Miki.
—No, no fue tan de repente. Yo todavía le envié dos tarjetas navideñas.
—Muy bien hecho —dice Abuela Amigorena.
—¿Cómo sucedió entonces? —pregunta la periodista—. ¿Cómo empezó usted a abordar el erotismo en su obra?
—Un establecimiento de ese tipo de productos ha abierto sus puertas precisamente frente a mi ventana —responde Mamá Nora.
—¿Y?
—¿Cómo que «y»?
La periodista parece desconcertada.
—¿Qué… qué influencia diría que ejerce a estas alturas en su obra el marqués de Sade? —pregunta después de una pausa durante la que se oye un rumor de folios.
Justo después de esta pregunta algo ocurre bajo el jersey de Mamá Nora, que empieza a rebuscar de manera sospechosa.
El cámara intenta sustituir el plano general del estudio por un primer plano.
—Tápese los oídos —le dice Miki a Abuela Amigorena—. Aunque lo mejor sería que también cerrara los ojos…
—En serio, tápate los oídos —ordena Mamá Nora.
—¿Con qué puñetas quieres que me los tape? —pregunta Abuela Amigorena. Nadie más en la familia utiliza la palabra «puñetas».
—¿Y las manos para qué están? ¿Las tienes de adorno?
—¿Y Masoch? —continúa la periodista—. ¿Cómo le influyó en ese momento?
—¿Masoch?… Ni lo más mínimo.
—Solo la perjudicó —dice Shasha.
A Shasha la llaman Shasha desde que nació Miki. Mejor dicho: desde que su hermana Miki aprendió a decir sus primeras palabras.
Durante mucho tiempo, a Miki le costó pronunciar palabras que contuvieran la letra ese: «sol», «subordinación», «estructuralismo».
Fue por eso, para ayudar a Miki, que toda la familia adoptó el error y empezó a llamar «Shasha» a Sasha.
Y ni siquiera cuando Miki aprendió a pronunciar sin problemas «estandarización suspendida» volvieron a llamarla de otro modo.
Y nadie ya se dirige a ella en ninguna situación por su nombre auténtico: Alexandra.
Hay entre Shasha y Miki seis años de diferencia.
Unas veces se notan, otras veces no.
Todo depende de la actitud que adopte Miki en ese momento concreto.
Solo en una cosa se percibe una jerarquía entre ellas y el derecho anacrónico de Shasha como primogénita: Shasha tutea a Abuela Amigorena, mientras que Miki, por alguna razón desconocida, la llama de usted. A Miki ni se le ocurre que las cosas podrían ser de otro modo.
—¿Y de qué querías tú huir yéndote a Malta? —pregunta Abuela Amigorena durante la publicidad, al tiempo que toma de la mano a Mamá Nora.
—No me acuerdo —responde Mamá Nora.
—¿De mí?
—No, de ti no.
—Entonces, ¿de qué?
—Pues… de la vida. De la vida en el más amplio sentido de la palabra.
—Pero si yo soy tu vida —dice Abuela Amigorena.
—En parte.
—¿Solo «en parte»?
Ahora ya podemos decir que Abuela Amigorena se ha mosqueado. Lentamente suelta la mano de Mamá Nora y comienza a arrancar el esmalte de la mesita del café y los cigarrillos con la uña.
—En su mayor parte —concede Mamá Nora.
—¿Querías huir y morir allí? —pregunta Abuela Amigorena, y se asusta de sus propias palabras.
—No, СКАЧАТЬ