Название: Peces y dragones
Автор: Undinė Radzevičiūtė
Издательство: Bookwire
Жанр: Языкознание
Серия: La principal
isbn: 9788417617400
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Los otros miembros de la comisión de expertos en arte son mandarines de mayor rango1.
Sima Zhao se distingue de otros eunucos no solo porque no apesta a orines, sino también por su singular inteligencia.
La mayoría de los eunucos que Castiglione ha conocido en la Ciudad Prohibida no sirve más que para abrir puertas, vestir a las mujeres del emperador con sus prendas de seda e hinchar los carrillos sobre el escenario.
O para hacer de mujer.
Leng Mei, alumno de Castiglione —puede que, por deseo de la comisión, se le confíe el paisaje detrás de los caballos—, le contó al padre Castiglione —y es sorprendente cómo una historia oída por casualidad puede cambiar la opinión que se tiene de una persona, e incluso despertar respeto y amor—; en fin, que Leng Mei, alumno del padre Castiglione, le contó: Sima Zhao se convirtió en eunuco no por propia voluntad ni por la de su familia, sino por decisión del anciano cuarto emperador.
Y no procede de las capas más bajas de la sociedad, como es el caso de los otros eunucos, sino de las más altas.
Su padre fue, en opinión del anciano cuarto emperador, un general desobediente y peligroso.
El emperador ordenó que detuvieran al influyente general y que le cortaran los genitales a su décimo hijo.
Ninguna tragedia.
Después resultó que el emperador pudo haberse equivocado.
Respecto a la deslealtad del general.
Se fio de las intrigas.
Cuando se descubrió la verdad, el anciano cuarto emperador ordenó traer al joven a la Ciudad Prohibida.
Allí creció e hizo carrera.
Es uno de los pocos eunucos que tienen permitido vestir un traje azul oscuro: bordado con ríos y montes triangulares.
Además, puede dirigirle la palabra en persona al emperador.
Los otros miembros de la comisión de expertos en arte, los mandarines, no pueden permitirse semejantes confianzas.
Sima Zhao ocupa un puesto en verdad excepcional en palacio. Aun dejando aparte el hecho de que la dinastía Qing valora a los eunucos de un modo totalmente distinto a como lo hacía la dinastía anterior.
A como lo hacía la Ming, dice en voz muy baja Leng Mei.
¿Qué quiere decir «totalmente distinto»?, pregunta Castiglione.
Los emperadores de la dinastía Qing ya no consideran a los eunucos personas importantes, dice Leng Mei.
Sima Zhao rompe el silencio de los miembros de la comisión y le explica a Castiglione: los chinos no llaman «anfitrión» de un paisaje al emperador, sino a un monte de gran tamaño.
La mayoría de las veces está en el lado derecho del cuadro.
Todo lo que queda en el paisaje es lo que llaman «invitados».
***
En China es como en Europa, piensa Castiglione.
Cada individuo tiene su sitio.
Su rango.
Aunque en China no se valora a cada uno por separado, sino en relación con alguien más.
En cualquier situación eres o profesor o alumno, o padre o hijo, o anfitrión o invitado.
En China hasta los elementos del paisaje tienen su rango, piensa Castiglione.
***
—¿Tal vez quiere que responda a la pregunta de por qué a finales del año 2001 estuve chateando en Messenger sobre temas eróticos? Con un escritor de Malta… —precisa Mamá Nora en ese momento desde la pantalla.
—Sí. ¿Por qué? —pregunta la periodista.
Miki sube el volumen obedeciendo a los gestos de Abuela Amigorena. Mientras, aprovecha para gritarle al televisor:
—¡Por qué, por qué, por qué! ¿No tienen otra pregunta que hacer? Siempre el mismo «por qué». Te apetecía y lo hiciste, punto.
Aún tiene fuerzas para seguir despotricando un rato:
—¿Qué pasa? ¿Que tienes que ponerte de rodillas y pedir perdón con lágrimas en los ojos? Y después, ¿qué? ¿Besar la bandera? ¡Ni que fueras la presidenta de la nación!
Ella tiene fuerzas, pero nadie las tiene para escucharla; les interesa más la conversación que tiene lugar en la pantalla.
—¿En serio chateaste en plan hot con un escritor de Malta en 2001? —pregunta ahora Miki girándose hacia su madre.
—El tío carecía de pensamiento analítico y de sentido del humor. ¿De qué quieres que hablara con él?
—¿Pero el año 2001 tuvo algo de especial o qué? —pregunta Abuela Amigorena—. ¿Me estoy perdiendo algo?
—Que fue hace mucho tiempo, solo eso… —responde Mamá Nora.
—Estás mejor en televisión —la corta Abuela Amigorena. Y seguidamente matiza—: Más gorda.
Ahí está Abuela Amigorena, sentada frente al televisor, ataviada con un jersey violeta sobre el que bordó unos pensamientos cuando aún era joven.
Se la ve tan engalanada como si se encontrara no en este plano, sino en el más allá, al otro lado de la pantalla.
Pero eso a ella ni mentárselo.
Abuela Amigorena ha cumplido ya ochenta años y no soporta esa expresión: «el más allá».
En cambio, le apasiona el verbo «expulsar» y todos sus derivados.
Ahora luce frente al televisor su prenda más representativa. Para ocasiones menos solemnes exhibe otra clase de gustos.
A ella lo que le va es el rollo gitano.
—¿Chanel? —pregunta Abuela Amigorena señalando el jersey negro que viste Mamá Nora en la pantalla.
—Casi —responde Mamá Nora.
—«Casi» Chanel… —medita Abuela Amigorena.
Está muy bien que haya al menos un nombre tan particular en casa. Así los demás pueden tener nombres algo más normales.
Durante mucho tiempo todos pensaron que Amigorena significaba algo así como «amiga de todos». Más tarde, después de buscar en un diccionario de español, descubrieron que era la suma de «amigo» y de «reno»: animal de género masculino de la familia de los cérvidos.
Con esa copla se quedaron, al menos.
Pero el secreto no llegará nunca a oídos de Abuela Amigorena.
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