Название: Un paraíso sospechoso
Автор: Leopoldo M Bernucci
Издательство: Bookwire
Жанр: Языкознание
Серия: Opera Eximia
isbn: 9789587814675
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Como contraparte, el escritor cubano Alejo Carpentier, miembro igualmente de la generación del boom, pero que defendía la novela regional como un género literario válido como cualquiera, elogió La vorágine por utilizar sus convenciones de lenguaje, convenciones que otros habían rechazado:
[C]uando apareció La vorágine, de José Eustasio Rivera, ocurrió algo notable. Al final del tomo aparecía un vocabulario de doscientas veinte [sic] voces americanas usadas en el relato. Confieso que cuando leí esta novela por primera vez, en 1928, no quise empezar por revisar el vocabulario, quise entrar de lleno en el relato. Y recuerdo que me fue ininteligible, por desconocer las palabras usadas por José Eustasio Rivera. Tuve que acudir al glosario, como se recurre a un diccionario. Aquel idioma usado por José Eustasio Rivera era algo singular, por no decir bárbaro. Auténtico, sí, y exacto. Pero localista. Usar tal lenguaje constituía una evidente limitación. Por lo menos ese era el criterio que compartían muchos escritores al ponerse en contacto con la obra maestra del gran colombiano. […]
Claro que se nos planteaba un problema. Yo personalmente opté por la solución de José Eustasio Rivera y cuando publico mi primera novela, escrita en la cárcel en 1927 y publicada en Madrid en 1932, ¡Ecué-Yamba-O!, novela de negros cubanos que se desarrolla principalmente en el campo de Cuba, en los alrededores de un ingenio de azúcar, puse al final del libro un glosario que incluye un gran número de voces usadas en Cuba y que yo sabía que no se conocían en el Continente […]. Recientemente, volví a leer La vorágine y me encontré con que cuarenta y dos palabras, de las doscientas veinte [sic] de que consta su vocabulario famoso, forman ya parte del idioma hablado por el hombre de América Latina, habiendo dejado de ser neologismos, localismos incorrectos, para enriquecer ya sin fronteras el idioma español.
De esa forma, a partir de la década de 1930-1940, fuimos perdiendo el miedo a los americanismos.35
De modo general, los escritores del boom entendieron mal no solo el deseo de Rivera de adoptar una sólida postura sociopolítica con su novela, sino también las sofisticadas soluciones formales que encontró para sustentarla. Al privilegiar obras que se destacan por su experimentalismo, por su imaginería surrealista, y por su representación paródica, todas estas características deudoras de la tradición cultural y artística europea, algunos escritores de la generación del boom no valoraron la exposición que Rivera hizo de las atrocidades perpetradas en el centro de la industria amazónica de caucho. Irónicamente, muchos de esos autores llegaron a escribir novelas sobre la dictadura en el continente que, como la obra de Rivera, se ocuparon de temas sociales y políticos modernos.36 Así, causa sorpresa que no reconozcan a Rivera como un precursor de sus propios esfuerzos políticos. Presagiando a muchas de las novelas del Boom, La vorágine examina convincentemente la relación entre derechos humanos, preservación ambiental, culturas indígenas, prácticas inhumanas de trabajo, injusticia social y corrupción política.37
La fina percepción de Carpentier fue la que destacó la representación regional de Rivera al resaltar su lenguaje, lo que ayudó a contrarrestar la incómoda crítica de algunos de sus colegas escritores del boom. La visión clara y la erudición genuina del novelista cubano ayudaron también a redefinir lo que algunos consideraron de mal gusto o soluciones mecánicas, y orientó el debate hacia direcciones que incluso hoy parecen sorprendentes. Las observaciones de Carpentier, además, constituyen una excelente respuesta a aquellos que criticaron, por ejemplo, como defectuosa o contradictoria la caracterización que Rivera hace de Arturo Cova, el héroe de La vorágine. Haciendo uso del concepto de maniqueísmo, del que se habían apropiado libremente los críticos que vieron soluciones artísticas fáciles y del tipo déjà vu en La vorágine, el novelista cubano logró elaborar un sólido argumento a favor de aquello que los críticos habían juzgado de ser polarizaciones maniqueístas o mecánicas, encontradas normalmente en representaciones de la novelística latinoamericana.
Nuestros críticos usan a menudo el término de maniqueísmo de modo enteramente erróneo, puesto que el maniqueísmo, en función de la doctrina misma de Manés o Mani, puede enfocarse de dos maneras: 1) De modo general, el mundo es el teatro de una perpetua lucha entre el bien y el mal, la luz y las tinieblas, Ormuz y Ahriman […]. 2) Hay un maniqueísmo, de lucha individual, entre el bien y el mal situado dentro del hombre —lo que hace que el “personaje maniqueo” no sea el personaje tallado de una sola pieza […], sino el personaje complejo, alternativamente dominado por pasiones contradictorias […]. Sin embargo, aceptemos, por simplificar el concepto primero de maniqueísmo en su acepción más generalizada. Nos cuesta trabajo observar que la historia toda no es sino una crónica de una inacabable lucha entre buenos y malos. Lo que equivale a decir: entre opresores y oprimidos.38
En 1979, Carpentier comparó La vorágine con otras dos novelas de la tierra: Don Segundo Sombra y Doña Bárbara. En su concepción, esos tres libros eran narrativas de ficción que “trastruecan [sic] completamente el panorama que teníamos de la novela hispanoamericana […] entramos en el ámbito nuestro, propio, el verdadero, con esas tres grandes novelas”.39 En contraste directo con Fuentes, Carpentier elogió el hecho de que “Rivera rotundamente hace devorar a sus personajes por la selva americana, por la naturaleza. La naturaleza sigue siendo más fuerte que el hombre”.40. Carpentier también escribió: “Hay, sin embargo, un factor nuevo que interviene en esa novela, y es el factor de la denuncia. La denuncia ocupa un muy poco lugar en La vorágine […], pero, al contrario de otras novelas como El mundo es ancho y ajeno, de Ciro Alegría, y Huasipungo (1934), de Jorge Icaza, no se ataca la cabeza, al sistema, no se ataca al régimen”.41
Es cierto que Rivera no atacó directamente al sistema responsable por las atrocidades del Putumayo, de la manera como Carpentier lo deseaba. Sin embargo, el escritor cubano agudamente identificó en La vorágine la representación de Tomás Funes Guevara como su principal crítica social y política. Esta tesis es importante, porque, y eso Carpentier debió haberlo olvidado o dejado pasar, Funes “es un sistema”, como afirma la novela.42
En su libro, cuando se enfrentaba con cuestiones sociales, Rivera tenía el cuidado de evitar la representación demagógica, fuertemente colorida o propagandística. Para él, atacar directamente a la cabeza, al sistema o al régimen, sería también arriesgarse a que el mensaje social de la novela se transformara en una denuncia idéntica a la encontrada en los documentos históricos en los cuales tanto se apoyó al escribir La vorágine. Desde su perspectiva, esa transformación resultaría en una pérdida artística que los novelistas deben intentar evitar a toda costa. Jennifer L. French, una de sus detractoras más encarnizadas, se sintió compelida a reconocer la “reticencia” de Rivera a mencionar directamente en su novela y a señalar a la Peruvian Amazon Company: “Rivera […] optó por contar una versión de la historia en lugar de otra, extrayendo su información histórica de las fuentes cercanas a Roger Casement y eligiendo suprimir totalmente la presencia británica en el Putumayo”.43
La presencia británica en los negocios del Putumayo estuvo en el centro de las investigaciones y denuncias de Casement, pero, finalmente, la PAC fue la escogida por Rivera como objetivo, pese a que los inversionistas británicos también fueran responsables por la expansión de esa compañía. Siguiendo esta lógica, los lectores de La vorágine, evidentemente, no están obligados a conocer los orígenes de la inversión en la compañía o los nombres de sus inversionistas británicos. Basta decir que, en otra novela o novela semejante, Joseph Conrad no menciona una única vez a Bélgica, al Congo o a Leopoldo II. No obstante, nosotros como lectores de Heart of Darkness [El corazón de las tinieblas] quedamos espantados con las fuertes denuncias de las atrocidades cometidas en África. En su crítica, French no considera el hecho de que las novelas tienen СКАЧАТЬ