Un paraíso sospechoso. Leopoldo M Bernucci
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Название: Un paraíso sospechoso

Автор: Leopoldo M Bernucci

Издательство: Bookwire

Жанр: Языкознание

Серия: Opera Eximia

isbn: 9789587814675

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СКАЧАТЬ damos a la selva amazónica la denominación de paraíso sospechoso por su capacidad de esconder o disfrazar sus peligros. Una visión algo complaciente de ese vasto territorio verde podría demostrar que su densa vegetación, su difícil acceso, la malaria y otras arduas condiciones ambientales ayudan a mantener lejos de él a los curiosos o a los intrusos. Incluso para aquellos más serios, estudiosos en todo caso, que logran aproximarse a ella para examinarla con mayor atención, la Amazonía ofrece solo una comprensión superficial e incompleta de sus complejidades. Pero no debemos insistir sobre este lado desfavorable de la selva suramericana. Evidentemente, su esplendor y sus riquezas naturales contrarrestan ese otro escenario. Tanto es así que masas de inmigrantes se han desplazado hacia allá. Durante el apogeo de la industria cauchera (1890-1920), por ejemplo, cerca de medio millón de nordestinos brasileños, huyendo de la sequía en sus tierras de origen, migraron hacia ese enorme territorio en busca de trabajo en las caucherías,1 principalmente en las regiones del río Purus y del río Negro, y muchos de ellos más nunca regresaron.2

      En contrapartida, si lanzáramos una mirada más perversa sobre ese gigante verde y complejo, llamaría la atención el lado oscuro de la selva. Aunque aquí la referencia sea, obviamente, a la historia de la conquista de la Amazonía, en función de la fuerza de nuestro argumento no excluimos sus desafiantes condiciones geográficas y ambientales. La Amazonía siempre atrajo y continúa atrayendo los tipos humanos más diabólicos: mercaderes de esclavos, fugitivos de la ley, misioneros abusivos, comerciantes criminales de caucho, codiciosos ganaderos y, más recientemente, insaciables explotadores de madera y traficantes de droga.

      Ha ocurrido, y aún ocurre, el hecho deplorable de que las noticias sobre la destructiva huella humana y ecológica dejada por esos individuos nos llegan cuando ya es demasiado tarde para que las autoridades gubernamentales hagan cualquier cosa para detenerlos. No sin sorpresa, algunas veces esa destrucción nunca nos es revelada, porque permanece oculta o invisible debido a los sistemas legales corruptos del gobierno. Eso explica por qué, actualmente, es difícil conocer, de manera clara y precisa, la historia del genocidio asociado al ciclo del caucho en la Amazonía, inclusive la de las décadas de 1900 y 1910.

      En realidad, es inquietante que ese capítulo particular de la historia amazónica no haya recibido la debida atención de las autoridades gubernamentales y mucho más que aún no haya sido estudiado con detalle por parte de los especialistas. Afortunadamente para nosotros, esos acontecimientos tan sórdidos fueron abordados en algunos textos literarios. Episodios de esclavitud, de azotes y de genocidio, asociados a ese capítulo vergonzoso, casi totalmente desconocido por la mayoría de los lectores, aparecen de manera esporádica, aunque convincente, en algunos ensayos de autores brasileños, como À Margem da História (1909), de Euclides da Cunha, en los cuentos de Alberto Rangel en Inferno Verde (1908) y en una novela poderosa y canónica del escritor colombiano José Eustasio Rivera, La vorágine (1924). Esos tres autores y sus narrativas instigadoras ocupan un lugar central en nuestro libro.3

      Aunque sea tan chocante, incluso después de transcurrido un siglo, la historia del genocidio en la Amazonía todavía aguarda una completa documentación. En lo que respecta a los indios de esa región, un aspecto perturbador de esa práctica de limpieza étnica es el hecho de que esta aún no ha terminado hoy en día. Mientras los historiadores contemporáneos escriben sus narrativas sobre los asesinatos en masa del pasado, actualmente nosotros continuamos dando testimonios sobre las prácticas de genocidio en todo el mundo. A finales del siglo XX, imágenes horripilantes de un gran número de sepulturas en la antigua Yugoslavia, en Bangladesh y en Ruanda sirvieron para recordarnos los instintos más bárbaros de la raza humana. Otra faceta alarmante del genocidio es que este puede caer fácilmente en el olvido o ser descartado de manera definitiva como historias fabricadas. Además de eso, mientras más remoto e inaccesible es el lugar en donde ocurre ese tipo de exterminio humano, es más difícil conducir investigaciones criminales. Es el caso, por ejemplo, de los crímenes de genocidio cometidos en el Alto Orinoco, en el Putumayo y el Caquetá, territorios amazónicos del caucho, en el periodo que comprende tres décadas a partir de 1900.

      Se estima que, en el periodo 1900-1910, tan solo en la Amazonía occidental, cerca de treinta mil indios, caucheros, de las tribus huitoto, ocaima, andeke, fueron explotados, esclavizados, torturados y asesinados violentamente. La Peruvian Amazon Company (PAC), la principal responsable de esas atrocidades, justificó los castigos infligidos alegando que los indios no eran capaces de cumplir las reglas de la compañía. Esas reglas irreales e inhumanas establecían que los nativos tenían que extraer una cuota mínima de látex o, por el contrario, serían azotados o recibirían un castigo mayor. La PAC fue fundada y dirigida por el odioso barón del caucho peruano, Julio César Arana; pero Arana no estaba solo en ese escenario de malos tratos y asesinatos en las caucherías amazónicas.

      Durante el primer periodo del régimen dictatorial del venezolano Juan Vicente Gómez (1908-1913), surgió otro barón despiadado del caucho, el coronel Tomás Funes Guevara. El 8 de mayo de 1913, él y un pequeño grupo de caucheros asumieron el control de San Fernando de Atabapo, la antigua capital del Territorio Federal Amazonas, en Venezuela, localizada en una rica área de cauchos. Durante su asalto, Funes, como era conocido, asesinó al gobernador del Estado, Roberto Pulido, a su esposa y a miembros de la familia, y a un gran número de otras personas de San Fernando. Fue un preámbulo para una masacre posterior de más o menos dos mil indios de la tribu Makiritare, empleados en la extracción de látex y para la destrucción de sus aldeas. Después de conquistar San Fernando, Vicente Gómez permitió que Funes asumiera la gobernación de facto, aunque nunca hubiera oficializado su cargo. Durante ocho años, Funes gobernó la región con mano de hierro y difundió el terror entre los indios y otros caucheros. Solamente en San Fernando, fue responsable de cerca de 420 muertes. Finalmente, la tiranía de Funes llegó a su fin el 27 de enero de 1921, cuando fue obligado a rendirse ante las tropas del coronel Emilio Arévalo Cedeño, un jefe guerrillero antigomecista. Tres días después, fue sentenciado a muerte y fusilado.4

      Aproximadamente a partir de la mitad de la década de 1920, historias como estas, que narran los crímenes cometidos principalmente en contra de los pueblos indígenas de la Amazonía para satisfacer la ganancia de los poderosos barones del caucho, comenzaron a despertar la atención de investigadores oficiales y de escritores de ficción. Novelas como A Selva (1930), de José Maria Ferreira de Castro; Toá (1934) de César Uribe Piedrahita; Canaima (1935), de Rómulo Gallegos; El mundo es ancho y ajeno (1941), de Ciro Alegría, y El sueño del celta (2010), de Mario Vargas Llosa, pusieron al desnudo la explotación humana y las prácticas criminales a gran escala en las regiones de extracción del caucho en la Amazonía durante ese periodo, pero La vorágine (1924) se destaca como la primera novela latinoamericana que denuncia con vehemencia esas barbaridades. Cabe decir que lo hizo con éxito, tanto por su calidad artística como por el modo como asimila el registro histórico.

      Así, Paraíso sospechoso revisita esta formidable obra de ficción, examinando su importancia sociopolítica y sus aspectos compositivos, demostrando cómo La vorágine exhibe dos cualidades fundamentales: una poderosa “trascendencia social” (como la llamó Rivera) y un notable estilo novelístico. Además, nuestro libro pretende mostrar cómo el escritor colombiano emplea su talento artístico para denunciar valientemente la tortura y la masacre de millares de caucheros indios, mestizos y blancos por parte de los rapaces y codiciosos barones del caucho. Si consideramos el hecho de que él fue una figura pública bien conocida, la actitud de Rivera exigió una excepcional valentía y diplomacia. Los ejecutivos de la PAC que él denunció eran despiadados, amenazadores, vengativos, implacables y políticamente astutos, de hecho, uno de ellos, J. C. Arana, llegó a sobrevivir a Rivera y a ocupar un alto cargo público, el de senador peruano por el Departamento de Loreto.

      Casi cien años después de su publicación, esa novela continúa atrayendo nuevas generaciones de lectores a través de los continentes e instigando una pluralidad de reacciones. Al ser, entre otras cosas, una representación ficcional de los crímenes cometidos en la Amazonía, la labor de escribir una novela realista como La vorágine СКАЧАТЬ