Relatos de un hombre casado. Gonzalo Alcaide Narvreón
Чтение книги онлайн.

Читать онлайн книгу Relatos de un hombre casado - Gonzalo Alcaide Narvreón страница 6

Название: Relatos de un hombre casado

Автор: Gonzalo Alcaide Narvreón

Издательство: Bookwire

Жанр: Языкознание

Серия: Relatos de un hombre casado

isbn: 9788468668536

isbn:

СКАЧАТЬ el lunes y el martes, solo hablamos un par de veces con Diego y nada sobre lo sucedido durante aquella noche de la semana anterior.

      Finalmente, llegó el miércoles y Diego arribó en el primer vuelo. Nos encontramos en la oficina y pasamos una mañana de trabajo bastante agitada.

      Yo pensaba regresar al hotel para comer algo allí y fundamentalmente, para poder meter a Diego en el cuarto y vaciarle nuevamente las bolas.

      Siendo la una del mediodía, lo miré y dije:

      –¿Vamos a almorzar al hotel?

      Diego, clavando una sonrisa sarcástica contestó:

      –¿A almorzar...? dale, vamos a almorzar... poniendo énfasis en “almorzar.”

      Saltó un flaco de otra empresa y dijo:

      –¿Vayamos a comer todos juntos a un restaurante del centro?

      Me quería matar y quería asesinar a este flaco. No había manera de zafar y me quedaría con las ganas hasta la semana próxima. Nos miramos con Diego, hicimos un gesto como diciendo “Que le vamos a hacer” y salimos todos juntos.

      Pasamos el resto del día trabajando. A las seis llegó el remise y nos fuimos juntos hacia el hotel, donde yo me bajaría y Diego se iría directamente hacia el aeropuerto. Por la mañana me había comentado que viajaría en el vuelo de las siete menos cuarto, en lugar del de las diez y media.

      Antes de salir de la oficina, noté que había estado un buen rato hablando por teléfono.

      Llegamos al hotel, amagué para despedirlo y me dijo:

      –No, pará que bajo con vos.

      –Pero boludo, vas a perder el vuelo –dije.

      –Olvidate del vuelo –respondió.

      Sin entender bien que sucedía, saludé al remisero que me llevaba y traía todos los días y caminando hacia el lobby dije:

      –No entiendo, ¿vas a viajas en el de la noche? –pregunté.

      –Después de la frustración del mediodía, hice cambio de planes; cambié mi pasaje para mañana; hablé con mi mujer y le conté que teníamos mucho trabajo, así que me quedo a pasar la noche con vos.

      Su decisión me sorprendió y me alegró; agradecí por este trabajo, que me daba la posibilidad y la libertad como para que se dieran este tipo de situaciones.

      Salvo por lo acontecido la semana anterior, que había sucedido de manera fortuita, nunca antes había experimentado el placer de pasar la noche entera con otro hombre, en la que se diera una situación sexual. Esa noche, volvería a suceder, solo que, esta vez, planificado; no por mí, sino que por Diego.

      Habíamos pasado un día bastante denso, por lo que imaginé que haríamos más o menos la misma rutina de la semana pasada; primero piscina, después cena y después… ¡después lo que tuviese que suceder!

      Pasamos por recepción y avisé que Diego se quedaría. Crucé un par de palabras con el gerente y seguimos hacia el cuarto. Tiramos las mochilas sobre las respectivas camas; Diego abrió la suya y dijo:

      –Tomá, gracias –devolviéndome la ropa que le había prestado la semana pasada.

      –Hoy no va a ser necesario que me prestes nada, ya que vine equipado –agregó.

      –Muy bien –dije.

      Fue hacia el baño y dejó la puerta abierta; escuché que estaba meando. Caminé hacia allí para bajar la temperatura del aire. El comando estaba al lado de la puerta del baño, en el pasillo de acceso al dormitorio.

      A través del espejo que cubría una de las paredes, pude ver que Diego se estaba lavando la poronga en el lavabo y que la tenía crecida. No se dio cuenta de que yo estaba parado allí mirándolo.

      La guardó dentro del bóxer, subió el cierre de su pantalón y salió. Me preguntó qué estaba haciendo y se quedó parado frente al espejo, acomodándose la ropa.

      Era claramente visible que la tenía hinchada. No pude más que decirle:

      –Veo que tu estado es estar siempre alzado.

      –Parece; algo voy a tener que hacer, porque no puedo ir a la piscina así… –respondió.

      –Imagino que no –dije.

      Sin dar más vueltas, me arrodillé frente a él, le desabroché el pantalón, bajé el cierre, deslicé la cintura para bajárselo hasta los pies, hice lo mismo con su bóxer y comencé a jugar con su chota.

      Se la agarré con una mano, mientras que con la otra, comencé a franelear su abdomen y sus piernas.

      Diego permaneció parado, apoyado contra la pared, viéndome desde arriba y viéndonos a los dos reflejados en el espejo de enfrente. Su pija rápidamente creció y comencé a mamársela; me la sacaba de la boca y la lamía, lamí el caño entero, volví al glande, lo besé, bajé hacia sus bolas, que succioné muy lentamente.

      Diego posó sus manos sobre mi cabeza y comenzó a jugar con mis pelos mientras que decía:

      –Ni en pedo me iba a perder esto; desde el miércoles pasado que no paro de pensar en este momento.

      Continué mamándosela con total pericia; refregué por toda mi cara su pija babeada con mi saliva; lo hice girar para quedar de costado al espejo y para poder mirarme mientras le regalaba semejante felatio.

      Me dio mucho morbo ver esa pija raspándose con mi barba sin afeitar; verme reflejado en el espejo, mientras que disfrutaba con su glande entre mis labios.

      Apoyé su chota contra su abdomen para dejarla bien parada hacia arriba, sosteniéndosela con una mano y observando como sobrepasaba su ombligo; comencé a recorrerla con la punta de la lengua, mordiendo su frenillo, bajando por toda su longitud, siguiendo por su escroto, primero un huevo, luego el otro, después los dos.

      Me agaché más para poder hacer un buen trabajo con su perineo. Noté que Diego separó un poco sus piernas, abriéndome el camino para que siguiera trabajando esa zona tan sensible.

      Diego me incentivaba con sus palabras, diciéndome:

      –Sí, sí, que bien lo hacés, haceme gozar, hacé lo quieras; chupámela bien chupada papi.

      Habiendo comprendido que Diego estaba abierto y dispuesto a que lo hiciera gozar, decidí terminar rápido con este trámite y dejar el plato fuerte para la noche, cuando estuviésemos realmente distendidos por el agua y saciados por la cena y el alcohol.

      Regresé a su pene, que comencé a succionar a ritmo parejo, hasta que llegaron sus espasmos y gritos ahogados, mientras que comenzaba a llenar mi boca con espeso semen guardado desde hacía días en sus bolas para regalármelo a mí.

      Tomó mi cabeza y comenzó a mover la pelvis cogiéndome tremendamente la boca, al punto de ahogarme. Llegó con el glande hasta mi campañilla, depositando allí más semen, que, inevitablemente, se deslizó directamente por mi garganta.

СКАЧАТЬ