La Santa Biblia - Tomo III. Johannes Biermanski
Чтение книги онлайн.

Читать онлайн книгу La Santa Biblia - Tomo III - Johannes Biermanski страница 19

Название: La Santa Biblia - Tomo III

Автор: Johannes Biermanski

Издательство: Автор

Жанр: Религия: прочее

Серия:

isbn: 9783959633420

isbn:

СКАЧАТЬ circundaban sus hondos valles atestiguaban constantemente el poder creador de Dios y constituían una garantía de la seguridad que él les deparaba. Aquellos peregrinos aprendieron a cobrar cariño a aquellos símbolos mudos de la presencia de YAHWEH. No eran dados a quejarse por las privaciones que sembraban su vida; no se sentían nunca solos en medio de la soledad de los montes. Daban gracias a Dios por haberles provisto de un refugio donde librarse de la crueldad y de la ira de los hombres. Se regocijaban de poder adorarle libremente. Muchas veces, cuando eran perseguidos por sus enemigos, sus fortalezas naturales eran su segura defensa. En más de un encumbrado risco cantaron las alabanzas de Dios, y los ejércitos de Roma no podían acallar sus cantos de acción de gracias.

      Pura, sencilla y ferviente fue la piedad de estos discípulos del Mesías. Apreciaban los principios de verdad más que las casas, las tierras, los amigos y parientes, más que la vida misma. Trataban ansiosamente de inculcar estos principios en los corazones de los jóvenes. Desde su más tierna edad se instruía a la juventud en las Sagradas Escrituras y se les enseñaba a apreciar y reverenciarlas exigencias de la ley de YAHWEH. Los ejemplares de la Biblia eran raros; por eso se aprendían de memoria sus preciosas palabras. Muchos podían recitar grandes porciones del Antiguo y del Nuevo Testamento. El pensamiento en Dios venía a asociarse con las escenas sublimes de la naturaleza y con las humildes bendiciones de la vida cotidiana. Los niños aprendían a ser agradecidos a Dios como al dispensador de todos los favores y de todos los consuelos.

      Los padres tiernos y afectuosos como lo eran, amaban a sus hijos con demasiada inteligencia para acostumbrarlos a que se entregasen a sus propias pasiones. Tenían ante sí mismos una vida de pruebas y privaciones y tal vez el martirio. Desde niños se les acostumbraba a sufrir penurias, a ser sumisos y no obstante a que pensasen y obrasen por sí mismos. Desde temprano se les enseñaba a sentir sus responsabilidades, a hablar con reacto y a apreciar el valor del silencio. Una palabra indiscreta que llegara a oídos del enemigo, podía no sólo hacer peligrar la vida del que la profería, sino la de centenares de sus hermanos; porque así como los lobos acometen su presa, los enemigos de la verdad perseguían a los que se atrevían a abogar por la libertad de la fe religiosa.

      Los valdenses habían sacrificado su prosperidad mundana por causa de la verdad y trabajaban con incansable paciencia para conseguirse el pan. Se aprovechaban cuidadosamente de todo pedazo de suelo cultivable entre las montañas, y se les hacía producir a los valles y a las faldas de los cerros más áridos. La economía y la abnegación más rigurosa formaban parte de la educación que recibían los niños como único legado. Se les enseñaba que Dios había determinado que la vida fuese una disciplina y que sus necesidades sólo podían ser satisfechas mediante el trabajo personal, la previsión, el cuidado y la fe. Este procedimiento era laborioso y cansado, pero saludable. Esto es precisamente lo que necesita el hombre en su estado de decaimiento: es la escuela provista por Dios para su educación y desarrollo. Mientras que se acostumbraba a los jóvenes al trabajo y a las privaciones, no se descuidaba por eso la cultura de su inteligencia. Se les enseñaba que todas sus facultades pertenecían a Dios y que todas debían ser aprovechadas y desarrolladas para su servicio.

      Las greyes {asambleas} valdenses, en su pureza y sencillez, se asemejaban a la grey {asamblea} de los tiempos apostólicos. Rechazaban la supremacía de papas y prelados, y tenían la Biblia como única autoridad suprema e infalible. Sus pastores en oposición con el modo de ser de los orgullosos sacerdotes de Roma, siguieron el ejemplo de su Maestro que "no vino para ser servido, sino para servir." [Mateo 20:28.] Apacentaban el rebaño de YAHWEH conduciéndolo por verdes pastos y a las fuentes de agua de vida de su santa Palabra. Apartado de los monumentos, de la pompa y de la vanidad de los hombres el pueblo se reunía, no en soberbios templos ni en suntuosas catedrales, sino bajo la sombra de los montes, en los valles de los Alpes, o en tiempo de peligro en sitios peñascosos semejantes a fortalezas, para escuchar las palabras de verdad de labios de los siervos del Mesías. Los pastores no sólo predicaban el evangelio sino que visitaban a los enfermos, catequizaban a los niños, amonestaban a los que andaban extraviados y trabajaban por hacer las paces y promover la armonía y el amor fraternal. En tiempo de paz eran sostenidos por las ofrendas voluntarias del pueblo; pero a imitación de S. Pablo que hacía tiendas, todos aprendían algúna industria [oficio] o profesión, con la cual, en caso necesario, proveían a su propio sostenimiento.

      Los pastores impartían instrucción a los jóvenes. A la vez que se atendían todos los ramos de la instrucción, la Biblia era para ellos el estudio principal. Aprendían de memoria los evangelios de S. Mateo y de S. Juan y muchas de las epístolas. Se ocupaban también en copiar las Santas Escrituras. Algunos manuscritos contenían la Biblia entera y otros solamente breves trozos escogidos, a los cuales se agregaban algunas sencillas explicaciones del texto por los que eran capaces de exponer el contenido de las Escrituras. De esta manera fueron sacados a luz los tesoros de la verdad que por tanto tiempo ocultaron aquellos que querían elevarse a sí mismos sobre Dios.

      Trabajando con paciencia y tenacidad dentro de las profundas y obscuras cavernas de la tierra, alumbrándose con antorchas, escribían las Sagradas Escrituras, versículo por versículo, y capítulo por capítulo. De este modo se proseguía el trabajo y la Palabra revelada de Dios brillaba como oro puro; sólo los que estaban comprometidos en la obra podían darse cuenta de que aquélla brillaba más pura y más radiante y bella por las grandes pruebas que sufrían ellos. Ángeles del cielo rodeaban a tan fieles servidores.

      Satanás había incitado a los sacerdotes del papa a que sepultaran la Palabra de verdad bajo los escombros del error, la herejía y la superstición; pero conservó ésta de un modo maravilloso su pureza a través de todas las edades tenebrosas. Llevaba impresa no la marca del hombre sino el sello de Dios. Incansables han sido los esfuerzos del hombre para obscurecer la sencillez y claridad de las Santas Escrituras y para hacerlas estar en pugna con su propio testimonio, pero a semejanza del arca que flotó sobre las olas agitadas y profundas, la Palabra de YAHWEH sosiega las tempestades que amenazan destruirla. Así como las minas tienen ricas vetas de oro y plata ocultas bajo la superficie de la tierra, de manera que todo el que quiere hallar el precioso depósito debe forzosamente cavar para encontrarlo, así las Sagradas Escrituras tienen tesoros de verdad que no son revelados más que a aquellos que los buscan con sinceridad, humildad y abnegación. Dios se había propuesto hacer de la Biblia fuese un libro de instrucción para toda la humanidad en la niñez, en la juventud y en la edad adulta, y que fuese estudiada en todo tiempo. Él dio su Palabra a los hombres como una revelación de él mismo. Cada verdad que vamos descubriendo es una nueva revelación del carácter de su Autor. El estudio de las Sagradas Escrituras es el medio divinamente instituído para poner a los hombres en comunión más estrecha con su Creador y para darles a conocer más claramente su voluntad. Es el medio de comunicación entre YAHWEH y el hombre.

      A la vez que los valdenses consideraban el temor de YAHWEH como el principio de la sabiduría, no dejaban de ver lo importante que es el contacto con el mundo, el conicimiento de los hombres y de la vida activa para el desarrollo de la inteligencia y para despertar las percepciones. De sus escuelas en las montañas enviaban algunos jóvenes a las instituciones de enseñanza de las ciudades de Francia e Italia, en donde encontraban un campo más vasto para estudiar, pensar y observar, que el que encontraban en los Alpes de su tierra. Los jóvenes que eran enviados estaban expuestos a las tentaciones, presenciaban de cerca los vicios y tropezaban con los astutos agentes de Satanás que les insinuaban las herejías más sutiles y los más peligrosos engaños. Pero en la niñez habían recibido una sólida educación que los preparara convenientemente para hacer frente a todo esto.

      En las escuelas adonde iban no debían intimar con nadie. Su ropa estaba confeccionada de tal modo que podía muy bien ocultar el más grande de los tesoros, - los preciosos manuscritos de las Sagradas Escrituras. Estos, que eran el fruto de СКАЧАТЬ