Название: Ciudad y Resilencia
Автор: Отсутствует
Издательство: Bookwire
Жанр: Документальная литература
isbn: 9788446049906
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EL MONOCULTIVO TURÍSTICO COMO MODELO
Los mencionados con anterioridad no son sino una parte de los epifenómenos asociados a la especialización turística, concretamente aquellos más claramente vinculados a la estructura urbana y su problematización. Sin embargo, la especialización turística en gran parte del Mediterráneo europeo no es solo una actividad puntual que pueda tener cierto tipo de efectos regulables o incluso compensables en determinados espacios urbanos. Se trata de un modelo que sostiene la economía y, por ende, las instituciones en esta región y que está íntimamente ligado al proceso de urbanización en su conjunto en el último siglo.
El turismo supone prácticamente por definición una redistribución de riqueza entre territorios receptores y emisores de turistas, por ejemplo, entre regiones urbanas y regiones rurales o, a otra escala, entre el Norte y el Sur de Europa. Esto ha llevado al turismo a convertirse en una panacea para impulsar el desarrollo en regiones desfavorecidas. Por supuesto, las grandes capitales europeas del Norte son algunos de los puntos más visitados del planeta. Sin embargo, la situación es notablemente diferente entre regiones urbanas, para las cuales los beneficios del turismo son un complemento a su base económica, y aquellos territorios que han tendido a especializarse en el sector turístico y en los que aparentemente no existen alternativas viables para proporcionar unos estándares de vida razonables a su población. Esta es la situación de una parte importante del Sur de Europa, que ha apostado desde hace más de medio siglo por este tipo de economía como su vía al desarrollo. Es también un planteamiento expandido por todo el mundo como una fórmula mágica para regiones donde han fracasado los procesos de industrialización y que cuentan con una inserción claramente desfavorable en el mercado capitalista global; la apuesta por el turismo es una alternativa que ha tendido a ser aceptada por gobiernos y agentes económicos de manera acrítica.
Hace ya casi cincuenta años, Henri Lefebvre denunciaba cómo las ciudades mediterráneas se estaban transformando en mercancías para el consumo de alto estándar de extranjeros, turistas y visitantes, mezclando el espacio de consumo y el consumo de espacio. En el Sur de Europa, la ausencia de industrialización habría encontrado un sustituto en el desarrollo de un circuito no productivo de acumulación sostenido por el turismo y por el sector inmobiliario-constructor. Lefebvre incidía en la función del urbanismo y de lo inmobiliario en el capitalismo contemporáneo, desempeñando un papel como circuito alternativo al de la producción. Este sector habría tenido el rol estratégico de absorber los choques producto de los ciclos económicos. En caso de depresión económica, los capitales afluirían hacia este sector[9]. Esta idea está más desarrollada y sistematizada en la obra posterior de David Harvey, aunque sin hacer referencia a esta regionalización en concreto. En su libro El nuevo imperialismo, Harvey utiliza la idea del circuito secundario de Lefebvre (que ya venía desarrollando en sus obras anteriores desde el inicio de la década de los ochenta) para explicar el imperialismo y su realidad actual, siguiendo la tradición marxista de poner en diálogo las necesidades de la acumulación de capital con las relaciones geopolíticas. El geógrafo parte de la tendencia del capitalismo a desembocar en crisis de sobreproducción como consecuencia de la competencia intercapitalista. Harvey habla de un ajuste espacio-temporal que sería una solución a la crisis a través de dilaciones temporales y expansión geográfica, implicando maneras diversas de absorber el capital y el trabajo excedente[10]. Para evitar la sobreacumulación, los capitales sobrantes pueden ser absorbidos, en primer lugar, por un desplazamiento temporal a través de inversiones a largo plazo, principalmente en infraestructuras: transporte, viviendas, etc., lo que implica la exacerbación del proceso de urbanización. En segundo lugar, por desplazamientos espaciales abriendo nuevos mercados, nuevos espacios colonizados, donde enviar los excedentes generados en el aparato productivo y que conducen eventualmente a la sobreproducción. La urbanización del Mediterráneo europeo, si hacemos caso a Lefebvre, sería una combinación perfecta de ambos. Un modelo en el que los excedentes de los países industrializados del Norte, amenazados por la sobreproducción, serían desviados a estos circuitos no-productivos del Sur, mientras los centros financieros del Norte controlan los flujos de capital y turistas generando una relación de subordinación y dependencia. Para este autor, el turismo urbano en las ciudades del Sur de Europa se convertía en una forma de «neocolonialización»[11]. Este modelo crearía una aparente riqueza que oculta el subdesarrollo y la dependencia política y económica, que emergería especialmente en los momentos de crisis. El sector inmobiliario financiero tiene unos efectos multiplicadores débiles y pocas actividades inducidas. Genera beneficios fabulosos y rápidos, a menudo de carácter especulativo o rentista, sin mediar ningún tipo de producción, pero tiene consecuencias negativas a largo plazo.
En España se ha podido ver, en el curso de esos años de rápido desarrollo, durante esa famosa década, cómo el capitalismo español se iba atascando en lo inmobiliario y construía una gigantesca fachada moderna que enmascaraba el subdesarrollo existente. En determinados países, tales como España y Grecia, ese sector se ha tornado esencial, dentro de una economía que requiere intervenciones sobradamente conocidas para el que las quiera aplicar[12].
La manera en que este complejo inmobiliario financiero se ha construido sobre y para el turismo es bien conocida. Durante la segunda mitad del siglo XX se pasó de las ciudades balneario a la urbanización del litoral mediterráneo para su uso turístico. La Costa del Sol, la Costa Azul, igual que los territorios insulares, han quedado totalmente absorbidos por un proceso de urbanización extensivo. Poco a poco el auge del turismo cultural y rural, promovido por las políticas de desarrollo a nivel europeo, han desplazado estas lógicas a las zonas rurales de interior y al interior de las grandes ciudades[13].
La cuestión es que las sucesivas modernizaciones llevadas a cabo con base en este modelo han traído mejoras innegables respecto a la calidad de vida de muchos de estos territorios. Buena parte de estas economías se encontraban, ya avanzada la segunda mitad siglo XX, con un fuerte déficit en infraestructuras de todo tipo, una economía primaria exportadora, proveedora de mano de obra para las regiones industrializadas, y una enorme precariedad en las condiciones de vida de su población rural y urbana. Las mejoras en las condiciones de vida son indiscutibles. La mejora en el nivel de infraestructuras de transporte y de otro tipo, o incluso cierto freno a las migraciones laborales, han sido muy relevantes, implicando cierto reequilibrio territorial. No obstante, también parece innegable el hecho de que estas mejoras se llevaron a cabo bajo un modelo extremadamente vulnerable y dependiente. Un desarrollo que ha ocultado el mantenimiento de las condiciones de subdesarrollo. Hay varias razones para sostener hoy este viejo argumento de Lefebvre.
En primer lugar, gran parte de las estructuras propias del modelo agro-exportador y dependiente se han mantenido en el complejo turístico e inmobiliario-financiero, reproduciendo un rol periférico y subordinado en la economía europea y mundial. La clase trabajadora en este tipo de territorios se aproxima a un trabajador que se ha adaptado a situaciones de precariedad y extrema eventualidad. La mendicidad estacional que acosaba al jornalero se traslada a la dependencia de los subsidios. СКАЧАТЬ