Название: Ciudad y Resilencia
Автор: Отсутствует
Издательство: Bookwire
Жанр: Документальная литература
isbn: 9788446049906
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El auge de la actividad turística espolea y viene soportado por un proceso de urbanización que la sitúa en el centro de lo que Henri Lefebvre denominaba la fábrica urbana. Implica tanto la urbanización de los espacios litorales y rurales de interior como, muy notoriamente, la reestructuración y refuncionalización de las áreas centrales de las ciudades con cierto peso del turismo cultural. Uno de los espacios más afectados ha sido el Mediterráneo europeo, regiones urbanas con características similares y cuya especialización turística es quizá de las más antiguas del mundo. El Sur de Europa, que había tenido un tipo de integración económica periférica y subordinada en los procesos de industrialización desde el siglo XIX, a partir de la segunda mitad del XX pasa a integrarse en gran medida como espacio turístico y de ocio vinculado y de absorción de capitales sobrantes de las regiones industrializadas. Este proceso de especialización, que tiene un siglo en lugares como Venecia o Sevilla, se ha visto reforzado en el último tiempo, durante el cual muchas de estas ciudades han batido récords de visitantes y han expandido sus áreas turísticas y el nivel de especialización de sus áreas centrales. La relevancia de los procesos socio-espaciales desencadenados ha suscitado una cierta conflictividad, provocando protestas y la proliferación de modismos como turistificación o turismofobia.
El impacto de la crisis en ciernes sobre este tipo de economías va a ser más intenso, si cabe, que en otras regiones del globo, principalmente debido a la fuerte dependencia del turismo para la creación de empleo y la entrada de divisas. El daño económico por el freno de la actividad será prácticamente global, a lo que se suma que ya había una crisis en ciernes, en la que la destrucción de capital se verá acelerada por la cuestión virológica. Como en la crisis de 2008, las economías menos productivas y más dependientes para su crecimiento del sector inmobiliario-financiero sufrirán más. No obstante, las nuevas limitaciones a la movilidad y la desconfianza de cara a los desplazamientos transfronterizos como consecuencia de la pandemia añaden un matiz que multiplica los efectos para economías basadas en la existencia de estos desplazamientos. El desempleo y el endeudamiento podrían cebarse con este tipo de territorios, algo que, aunque empieza a vislumbrarse, probablemente no podamos comenzar a dimensionar hasta 2021.
Paradójicamente, este contexto no tiene por qué ser propicio a un cuestionamiento de la dependencia turística. Durante el periodo que va desde 2012 hasta 2020 aumentaron las críticas a los impactos negativos de un turismo excesivo y concentrado, pero curiosamente la mayor parte de estas iban dirigidas a lo que podríamos denominar epifenómenos de la especialización turística, siendo más escaso el cuestionamiento a nivel estructural, en términos de roles en la división internacional del trabajo. Hoy existe un enorme consenso sobre el carácter invariablemente benéfico del sector turístico, que no es gratuito, sino que responde a la forma que adoptó el proceso de modernización de las regiones tradicionalmente subdesarrolladas del Sur de Europa. En estas, el complejo turístico e inmobiliario-financiero se ha erigido en la base del desarrollo económico, mejorando sin lugar a dudas las condiciones de vida en estos territorios. No obstante, en la actualidad este mismo proceso dificulta cualquier cuestionamiento de la apuesta sin matices al turismo. En este escenario, el principal argumento de este texto es que la covid expone, no por primera vez pero sí con más fuerza, las debilidades de la especialización turística, como una economía vinculada a un proceso de urbanización de carácter extractivo y rentista que debe ser superada.
El primer apartado se dedica a exponer las características del boom turístico entre 2012 y 2020. Estas fechas delimitan un periodo de crecimiento del sector, vinculado a la recuperación económica de la crisis de 2008. La relación con la crisis previa muestra el carácter fuertemente cíclico y vulnerable de estas economías. Este epígrafe observa también algunas de las características y vulnerabilidades del proceso de urbanización asociado a este complejo, en concreto el problema del turismo cultural y del desplazamiento en las áreas centrales de las ciudades a partir de la emergencia de los alquileres turísticos ofrecidos por plataformas online. Gran parte de la problematización del ciclo turístico se ha centrado en el análisis micro, lo que podría ser una consecuencia más del consenso ideológico sobre la falta de alternativas viables a la especialización turística. Ante esto, el segundo apartado vuelve la mirada hacia las raíces estructurales de la cuestión. Se sintetiza aquí un argumento sobre el Mediterráneo europeo y su modernización en la segunda mitad del siglo XX como un desarrollo que oculta el subdesarrollo, apuntando a las características extractivas, neocoloniales y rentistas del modelo. Finalmente, el tercer epígrafe se centra en los efectos de la pandemia de la covid sobre este tipo de economías. Se argumenta, en este sentido, que las economías dependientes del turismo presentarían una sobreexposición a las crisis cíclicas del capitalismo global, amplificadas por las medidas sanitarias contra la pandemia adoptadas de manera reciente. Asimismo, se valoran las primeras reacciones políticas frente a la debacle económica, mostrando su relación con un potencialmente pernicioso consenso ideológico en torno al modelo turístico.
EL BOOM TURÍSTICO DEL PERIODO 2012-2020 Y SU IMPACTO SOBRE LAS CIUDADES
La recuperación económica desde 2012 y el inicio de las políticas de restricción de movilidad en marzo de 2020 definen claramente una fase alcista del sector turístico. Un auténtico boom con características propias. La crisis de 2008 tuvo su origen en el sector inmobiliario-financiero, una burbuja que repetía, hasta cierto punto, el tipo de crisis de principios de la década de los noventa. El capitalismo posterior a los años setenta ha venido incrementando cada vez más el rol de la deuda y de la producción de capital ficticio en la economía, desligado de la actividad productiva. Una financiarización creciente de la economía permitida por el rápido desarrollo de las telecomunicaciones[1]. En este marco de flujos de capital global y endeudamiento familiar, el sector inmobiliario-financiero ha tendido a sobredimensionarse y a generar enormes burbujas que sostienen un aparente crecimiento de la riqueza cristalizado en la inflación acelerada de los activos inmobiliarios, que acaba derrumbándose periódicamente después de un tiempo, como un gigante con los pies de barro o como una inmensa estafa piramidal[2]. La crisis de 2008 impactó en primer lugar en las economías más volcadas sobre el mencionado sector. También afectó rápidamente a las economías dependientes del turismo, como consecuencia de la reducción de los desplazamientos en el contexto de incremento del desempleo e incertidumbre generalizada que acompaña a toda crisis económica. Sin duda, el impacto fue menor y más tardío en territorios con economías productivas e innovadoras, también en los productores primarios, aunque en un mundo interconectado, más temprano que tarde, el impacto del derrumbe financiero llegó a todos los rincones del planeta.
A la hora de narrar la crisis de 2008 David Harvey[3] señalaba que la manera en que habíamos salido de la última crisis explicaba mucho de la presente. La tendencia a sustituir el vínculo entre incrementos de la productividad y salarios crecientes por la especulación financiera y el endeudamiento familiar como motor del consumo, después de la crisis de la década de los setenta, está claramente en el origen de la burbuja que estalla en 2008. De igual manera, la forma en que se salió de la crisis de 2008 puede explicar mucho de la actual. Un primer dato relevante es que las economías más vulnerables, volcadas en exceso sobre un modelo rentista y especulativo, por lo general, siguieron insistiendo en el mismo modelo de acumulación con pocas variantes. Al mismo tiempo, ante la imposibilidad de que la construcción y el sector inmobiliario volvieran a soportar la creación de empleo y riqueza en los niveles anteriores a 2008 (muchas de las oportunidades que permitieron la fase alcista del ciclo se habían agotado), el motor de la economía se desplazó en gran medida al turismo. El desarrollo del sector turístico y del inmobiliario-financiero había venido de la mano desde la década de los setenta, pero el primero, aunque sufrió el impacto de la crisis, fue mucho menos duradero y, con posterioridad al periodo de depresión, seguía ofreciendo oportunidades para su crecimiento.
La crisis supuso un freno a los desplazamientos СКАЧАТЬ