Название: Mujeres, cámara, acción
Автор: Rolando Gallego
Издательство: Bookwire
Жанр: Зарубежная прикладная и научно-популярная литература
isbn: 9789507546563
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“Yo amo el baño unisex, porque además hay una infinidad de grupos más allá de mujeres y hombres, y va a ver inimaginables más, y la verdad que a mí la educación que más me interesa, y no quiere decir que como mujer no haya estado y vaya a estar en miles de aspectos sometida, es poder pensar una igualdad de verdad, que el par es par, eso sí es feminista. En Mi amiga del parque había una aventura que me representaba, una supuesta tentación, un deseo vital que gana al género, porque podría haber sido cualquiera. No es lo mismo, pero me gusta darle prioridad al feminismo desde la igualdad. No es fácil, porque hay que armar todo de nuevo. No se puede deconstruir el patriarcado sin pensar en el capitalismo y la propiedad privada. Hay muchas ideas, nada inocentes, que están en auge. Para mí es a por todo, esa instancia es muy complicada del patriarcado, es una consecuencia lógica de la propiedad privada. Hay que moverse, perder comodidad todos, más allá de cuánto se gana y tiene”, dice Ana Katz (Sueño Florianópolis, Mi amiga del parque, Los Marziano, El juego de la silla), una realizadora y actriz que escapa a etiquetas.
Y agrega: “Cuando me preguntan sobre dirigir cine y ser mujer cómo me planto ante un equipo, no se me ocurre. Me parece que hay muchas cosas que, para dejar de ser un tema, tienen que dejar de ser un tema. Hay algo que tiene que dejar de pasar y hay que asumir muchas cosas. Es un momento alucinante, de raíz de transformación, y si me preguntás qué quiero hacer con esa raíz, desde chica, desde El juego de la silla, siempre trabajé con la identidad de género, por eso hay que ir a por más, y el tema de la propiedad privada es clave”.
Mercedes Morán (El ángel, Familia sumergida, El amor menos pensado), protagonista de Sueño Florianópolis, dirigida por Katz, suma: “Ana es una directora que conoce mucho de procesos íntimos, femeninos, que son contradictorios, que van y que vuelven, y que el folclore los ha llamado ‘histeria femenina’, descalificándola, que no creo que sean solo femeninos, pero que el modelo patriarcal lo menciona así, ‘Histérica, estás indispuesta’, y se los trabaja de manera sutil, no se dan respuestas. Como actriz tenía algunas preocupaciones más frívolas, que tienen que ver con la imagen y la exposición, porque iba a estar en una playa, en traje de baño, a mi edad, y son cosas que pienso”.
“No hay un cine ‘femenino’, creo que hay una cantidad de mujeres que están dirigiendo que tienen una mirada de su género. Algunas tienen conciencia de su género y otras no. Como hay directores que se han sentido curiosos por el universo femenino y con ellos cuando construyo mis personajes, que son siempre mujeres, tengo buena comunicación. Sí es cierto que se están contando en el último tiempo más historias de mujeres protagonistas, que en equipos se han sumado más mujeres y eso permite hacer una lectura de alguna escena diferente, y pasan cosas que repensás. Como, por ejemplo, hacés un personaje que tiene una situación con otra persona, no su marido. Llega a su casa y se baña, ¿por qué lo hace?, ¿para que no le queden rastros?, ¿para lavar culpas? Pasémoslo para más adelante. Hay que correrse de los arquetipos de heroína: la madre, la esposa, la hermana, la mujer ideal. Esto es algo que yo hice siempre sin darme cuenta de que estaba trabajando por una causa. Cuando hice Roxi, en Gasoleros, lo primero que le dije a Adrián Suar es que no quería hacer una heroína convencional, quería hacer una mujer que se equivoque, con zonas oscuras, que tenga defectos, una mujer real. Él me decía quiero empatía, y yo le dije que justamente así iba a funcionar. Siempre estuve en procura de buscar verdades en mis actuaciones, que sean reales. Y ahora se está dando esto, dejando de lado la victimización, roles periféricos. Y tengo suerte con el trabajo y lo que se está dando en la sociedad y que el cine lo refleje”, concluye Morán.
“Yo he armado equipos de mujeres medio de casualidad, siempre estuve aliada a grandes mujeres, nos cuidamos, pero yo no quiero ser como un hombre convencional. Antes era una mesa de reuniones en una empresa solo tipos, y ahora poner yo sólo mujeres, devolvérselas, porque justamente, como te dije, me gusta el baño ‘unisex’. Me gustan las ideas, los corazones. Mi defensa no es por no ser feminista, al contrario, hay que ir por el mercado y la propiedad privada, y cuando te ponés muy proteccionista no es bueno. Ahora estoy con un guion infantil, los clásicos para niños están escritos desde la mirada de un hombre. Los disfruto con mis hijos, pero quiero que sea ahora desde el punto de vista de una mujer, por eso Alicia en el país de las maravillas me parece brillante. Se combate con alianza, no con miedo. Apoyo la lucha feminista, hay miradas y cosas para hacer, pero no hay que distraerse, porque si no queda que somos solo tres progresistas en un mundo que no es así”, agrega Katz.
Julia Solomonoff (Nadie nos mira) reflexiona: “He discutido muchas veces cuando a mí me dicen que soy feminista y les digo ‘no, yo soy democrática’. O sea, estoy hablando de igualdad de derechos, no estoy diciendo nada diferente que una igualdad. No es porque me parezca ofensiva la palabra feminismo, me parece ofensivo que se tome como feminismo algo que tiene que ver con igualdad, estoy hablando de igualdad de derecho, así, simplemente. Creo profundamente en la diferencia más que en la igualdad. Yo creo que lo interesante es justamente en qué se diferencian una mujer de un hombre. Para que esas diferencias puedan surgir naturalmente y crecer tiene que haber definitivamente una igualdad de condiciones. Si no, siempre va a ser una diferencia negativa. O sea, no pensarlo en el sentido de algo conflictivo, sino que siempre va a haber una discriminación”5.
Algo similar imagina la realizadora Majo Staffolani (Colmena, Román) y redobla la apuesta: “Yo peleo por la igualdad de oportunidades de trabajo en la industria y la equidad en los salarios. Por narraciones ricas donde se ofrezca diversidad y un trabajo fino sobre el cuerpo y la sexualidad. La mujer debe y merece contar historias, delante y detrás de cámara, abortando el estereotipo patriarcal que nos pretende tontas, sumisas, débiles y cogibles. Que nos pretende objetos. El camino viene siendo arduo y doloroso, pero lo único importante es que no hay vuelta atrás. El futuro será feminista o no será”.
Y sobre las “particularidades”, si las hay, del cine realizado por mujeres agrega: “Hallo claras y fuertes virtudes en las películas que fueron dirigidas por mujeres, sobre todo en los últimos años. Creo que estamos atravesadas por un proceso de evolución social muy groso, estamos paradas en un momento bisagra que se traslada a la pantalla de forma indefectible. Nada de lo que aprendimos a contar resulta tibio, no hay lugar para los grises. Ya no. Sentimos, de forma consciente o no, la responsabilidad de hacer cine y lo que eso conlleva. Estoy segura que ninguna mujer directora, en tiempos como los que corren, tiene como objetivo que su película se convierta en un refugio pochoclero. Estamos incómodas, estamos hartas, por eso denunciamos, gritamos, y, por primera vez, sentimos contención para ser libres a la hora de contar. Afortunadamente es un proceso sin fin, esto recién comienza”.
Sobre si tuvo alguna vez ganas de abandonar el proceso, en donde el machismo marca tiempos de trabajo y rubros, concluye: “Todo lo que me tocó atravesar como mujer está directamente ligado a mi ser directora. Es indivisible. Viniendo del palo independiente, el destino siempre fue más o menos descifrable. Nunca me expuse a la voluntad de nadie para contar las historias que conté. Todos fueron procesos que se vivieron con urgencia, naturalidad y libertad. Asimismo, en algunas oportunidades, estando en producciones ajenas, padecí desigualdad en el trato, desigualdad en el salario, desigualdad por el simple hecho de haber nacido mujer. Pero todo lo vivido, fue asimilado como parte de un proceso. Digo, en mi segunda película, Román, decidí que el equipo esté conformado por un 95 % de técnicas mujeres, todas cabezas de equipo. Considero que la inclusión no solo se debate, se ejerce. A la industria ingresé a los codazos, por ser mujer, por ser lesbiana, por ser”.
Lucía Puenzo (Wakolda, XXY, El niño pez) menciona: “Rechazo que nos pongan en el cine de mujeres y, aun habiendo estado como jurado en muestras, no nos hace bien a las mujeres, no tiene que estar sectorizado. СКАЧАТЬ