Название: Aquiles y su tigre encadenado
Автор: Gonzalo Alcaide Narvreón
Издательство: Bookwire
Жанр: Языкознание
isbn: 9788468538143
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–Es cierto... y no sé si te habrás dado cuenta de que el único sonido que se escucha es el del viento entre las hojas y el de las olas... no hay música ni televisión –dijo Aquiles.
–¡Es cierto...! ¡Qué manera de perderse de las cosas simples y hermosas que nos ofrece la vida y que son tapadas por tantas tonterías y por cosas tan superficiales y banales! –exclamó Marina.
–Si amor, pero viviendo en la ciudad y haciendo lo que hacemos nosotros, un tanto difícil escaparse de todo eso e impedir que la vorágine diaria no te termine fagocitando... Para lograr eso, deberíamos replantearnos todo y arrancar en otro lugar –dijo Aquiles.
Marina permaneció callada y observando el horizonte. Era usual que el primer día de cada viaje surgieran esos pensamientos sobre dejarlo todo para irse a vivir en medio de la naturaleza.
Aquiles levantó su cabeza y se cruzó con la mirada del canadiense. Había tenido la extraña sensación de sentirse observado, pero estaba subyugado por el lugar y en eso se había enfocado.
Desvió su mirada y disimuladamente, giró un poco la cabeza para ver si detrás suyo había algo en lo que el tipo pudiese estar prestando atención y que no lo estuviese mirando necesariamente a él. No vio nada ni a nadie. Volvió a mirar hacia el mar y nuevamente se cruzó con la mirada directa del tipo, que esta vez, esbozaba una leve sonrisa.
Aquiles, con la intención de no pasar por maleducado, hizo una mueca con la boca, como respondiendo a esa especie de “saludo”, que no entendía muy bien de qué se trataba y que, ciertamente, lo estaba haciendo sentir incómodo.
Claramente, todo lo acontecido durante los últimos meses del pasado año, lo habían dejado un tanto confundido y quizá, también lo habían puesto a la defensiva, aunque, en verdad, nada extraño ni fuera de lo habitual estuviese sucediendo.
–¿Vamos? –preguntó Aquiles, que ya había terminado con su suculento desayuno.
–Dale, vamos –respondió Marina, incorporándose de su silla.
Caminaron juntos hacia la salida y al pasar por al lado de la pareja de canadienses y ex profeso, Aquiles dijo en castellano: “Que tengan un lindo día...”
El tipo respondió con un simple “bye,” seguramente, sin haber entendido nada de lo que Aquiles acababa de decir, mientras que ella, con una sonrisa, respondió con un “Adiós... nos vemos luego” en un castellano trabado, pero castellano al fin.
Aquiles y Marina se dirigieron hacia la cabaña para ir al baño y para cambiarse de ropa.
A pesar del cansancio del viaje y de haber dormido poco e incómodos, el clima invitaba como para no perderse un minuto de las cálidas y apacibles aguas de La Riviera, por lo que dejarían la tarea de acomodar la ropa y el resto del equipaje para más adelante y bajarían para pisar las blancas arenas de Tulum.
Aquiles se quitó la ropa y se puso una bermuda de baño floreada en la gama de los azules.
Marina regresó del baño completamente desnuda. Se la veía resplandeciente, como si el embrión que llevaba dentro la estuviese iluminando.
Al verlo a Aquiles en bermudas y en cuero, sintió que se le revolucionaban las hormonas y fue directo hacia él; lo empujó y lo dejó tendido de espaldas sobre la cama.
Aquiles, en medio de un gesto de sorpresa, esbozó una sonrisa.
–Estás hermosa –dijo.
Marina se tiró sobre él y con ambas manos, comenzó a deslizar la cintura de las bermudas hasta quitárselo por completo. Cual Geisha dispuesta a satisfacer a su hombre, comenzó a practicarle una felatio lenta y sabrosa. No demoró mucho para que el pene de Aquiles estuviese absolutamente erecto.
Marina se posicionó y con su vagina completamente lubricada por la excitación que la invadía, descendió para ser penetrada por su marido. Inició un movimiento de sube y baja y sintiendo el miembro de su macho cada vez más firme, aumentó el ritmo.
Teniendo como fondo la imagen del mar turquesa sobre el que se reflejaban los resplandecientes rayos de sol, sintió que un orgasmo la invadía y comenzó a gritar sin ningún tipo de reparo ni de inhibición.
El descontrol espontaneo de Marina, hizo que Aquiles llegase rápidamente a su orgasmo y también, acompañado por un grito furioso, descargó su esencia dentro de Marina, que sudorosa, se dejó caer sobre el torso de Aquiles.
Permanecieron por unos minutos inmóviles y relajados, percibiendo el sonido de la brisa y el de las olas del mar que rompían tímidamente sobre las rocas.
–Que buen comienzo –dijo Marina, con cara de satisfacción.
–Muy bueno –contestó Aquiles, que se incorporó, levantó del piso su bermuda y fue hacia el baño para higienizarse.
Regresó y vio que Marina estaba parada al lado del ventanal, vistiendo una malla blanca de dos piezas y que cubría su torso con una camisola transparente. Llevaba lentes de sol y su clásico sombrero estilo Panamá.
A pesar de la reciente eyaculación, sintió que su miembro comenzaba a erectarse nuevamente, pero se inhibió de generar cualquier tipo de situación que los hubiese llevado nuevamente a la cama.
Salieron de la cabaña y se dirigieron por un sendero, siguiendo los carteles que indicaban el recorrido hacia la playa.
Al pasar por frente a la cabaña contigua, se cruzaron nuevamente con los canadienses, que salían para incorporarse al sendero y que, al verlos, dibujaron una sonrisa de complicidad entre ellos.
–Estos dos ¿nos habrán escuchado? –dijo Marina.
–Por como gritaste, probablemente te hayan escuchado desde la recepción –contestó Aquiles.
–No seas tonto... qué vergüenza... –dijo Marina, y agregó– si me escucharon a mí, también deben haberte escuchado a vos, porque flor de grito pegaste al eyacular.
–Olvidate, –dijo Aquiles, sonriendo por el comentario de Marina– sospecho que acá nadie se va a horrorizar por nada... Este Resort es solo para parejas, e imagino que todos vinimos más o menos con las mismas intenciones; “Disfrutar de aguas turquesas y templadas, caminar descalzos sobre arena blanca bajo el sol y tener sexo, mucho sexo...” además, si nos hubiesen escuchado, los veremos durante esta semana y después nunca más –agregó.
–Estos tienen pinta de ser swingers –dijo Marina.
Aquiles quedó sorprendido por el comentario tan contundente y despojado que acababa de hacer su mujer.
–Ah bue... y vos ¿desde cuándo prestando atención a ese tipo de cosas? –dijo Aquiles.
–No es que esté pendiente ni que preste tanta atención, pero a esta altura de la vida y con toda la información que circula y a la que uno tiene acceso, no hay que ser muy suspicaz como para darse cuenta sobre ciertas actitudes y comportamientos –contestó Marina.
–Bue...quizá sonrieron por algo de lo que ya estaban conversando cuando los cruzamos, o quizá se reían de tus gemidos y de tus gritos, o quizá estés en los cierto y quieran compartir nuestra СКАЧАТЬ