Название: Novelas completas
Автор: Jane Austen
Издательство: Bookwire
Жанр: Языкознание
Серия: Colección Oro
isbn: 9788418211188
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—Y los hombres se cuidan bien de que así sea.
—Si lo hacen a sabiendas, no tienen justificación; pero creo que no hay tanta premeditación en el mundo como mucha gente piensa.
—No deseo atribuir a la premeditación la conducta del señor Bingley; pero sin querer obrar mal o hacer sufrir a los demás, se pueden cometer equivocaciones y hacer sufrir mucho. De eso se encargan la inconsciencia, la falta de atención a los sentimientos de otras personas y la falta de resolución.
—¿Das culpa de lo sucedido a algo de eso?
—Sí, a lo último. Pero si continúo hablando, te disgustaré diciendo lo que pienso de personas que tú aprecias. Vale más que intentes que no hable.
—¿Persistes en creer, pues, que las hermanas influyen en él?
—Sí, junto con su amigo.
—No lo puedo creer. ¿Por qué iba a hacerlo? Únicamente han de desear su felicidad; y si él me quiere a mí, ninguna otra mujer podrá proporcionársela.
Tu primera suposición es falsa. Pueden desear muchas cosas además de su felicidad; pueden desear que acreciente su riqueza, con lo que ello trae consigo; pueden desear que se case con una chica que tenga toda la importancia que otorga el dinero, las grandes familias y el orgullo.
—O sea que desean que escoja a la señorita Darcy —replicó Jane—; pero quizá les muevan mejores intenciones de las que crees. La han tratado mucho más que a mí, es natural que la estimen más. Pero cualesquiera que sean sus deseos, es muy poco probable que se hayan opuesto a los de su hermano. ¿Qué hermana se creería con derecho a hacerlo, a no ser que hubiese algo muy grave que objetar? Si hubiesen visto que se interesaba mucho por mí, no habrían procurado separarnos; y si él estuviese efectivamente tan interesado, todos sus esfuerzos serían inútiles. Al suponer que me quiere, solo consigues atribuir un mal comportamiento y una actitud equivocada a todo el mundo y hacerme a mí sufrir más todavía. No me avergüenzo de haberme equivocado y si lo hiciera, mi sufrimiento no sería nada en comparación con el que me produciría pensar mal de Bingley o de sus hermanas. Déjame interpretarlo del mejor modo posible, de la forma que la haga más explícita.
Elizabeth no podía obstaculizar tales deseos; y desde entonces el nombre de Bingley pocas veces se volvió a pronunciar entre ellas.
La señora Bennet seguía todavía extrañada y murmurando al comprobar que Bingley no regresaba; y aunque no pasaba día sin que Elizabeth le hiciese ver claramente lo que acontecía, no parecía que la madre dejase de extrañarse. Su hija intentaba convencerla de lo que ella misma no creía, diciéndole que las atenciones de Bingley para con Jane habían sido producto de un capricho normal y pasajero que acabó al dejar de verla; pero aunque la señora Bennet no vacilaba en admitir esa posibilidad, no podía dejar de repetir día tras día la misma historia. Lo único que la consolaba era que Bingley tenía que regresar en verano.
El señor Bennet veía la cosa de muy diferente forma.
—De manera, Lizzy —le dijo un día—, que tu hermana ha tenido un fracaso amoroso. La felicito. Antes de casarse, es bueno que una chica tenga algún fracaso; así se tiene algo en qué pensar, y le da cierta prerrogativa entre sus amistades. ¿Y a ti, cuándo te toca? No te gustaría ser menos que Jane.
Aprovéchate ahora. Hay en Meryton bastantes oficiales como para engañar a todas las chicas de la comarca. Elige a Wickham. Es un tipo simpático, y es seguro que te dará calabazas.
—Gracias, papá, pero me conformaría con un hombre menos simpático. No todos podemos aguardar tener tan buena suerte como Jane.
—Es verdad —dijo el señor Bennet—, pero es un consuelo pensar que, ocurra lo que ocurra, tienes una madre cariñosa que siempre te defenderá.
La compañía de Wickham era de gran utilidad para disipar la tristeza que los últimos y desdichados sucesos habían producido a varios miembros de la familia de Longbourn. Le veían con frecuencia, y a sus otras virtudes unió en aquella ocasión la de una franqueza total. Todo lo que Elizabeth había oído, sus quejas contra Darcy y los agravios que le había inferido, pasaron a ser del dominio público; todo el mundo se complacía en recordar lo arisco que siempre había sido Darcy, incluso antes de saber nada de todo aquello.
Jane era la única capaz de pensar que hubiese en este caso alguna circunstancia eximente desconocida por los vecinos de Hertfordshire. Su dulce e invariable carácter reclamaba indulgencia una y otra vez y proponía la posibilidad de un error; pero todo el mundo tenía a Darcy por el más pérfido de los hombres.
Capítulo XXV
Tras de una semana, pasada entre promesas de amor y planes de felicidad, Collins tuvo que despedirse de su amada Charlotte para llegar el sábado a Hunsford. Pero la pena de la separación se aliviaba por parte del clérigo con los preparativos que tenía que realizar para la recepción de su novia; pues tenía sus razones para creer que a poco de su próximo regreso a Hertfordshire se fijaría el día que habría de hacerle el más feliz de los mortales. Se despidió de sus parientes de Longbourn con la misma pompa que la otra vez; deseó de nuevo a sus bellas primas salud y felicidad, y prometió al padre otra carta de gratitud.
El lunes siguiente, la señora Bennet tuvo el placer de recibir a su hermano y a la esposa de este, que venían, como cada año, a pasar las Navidades en Longbourn. El señor Gardiner era un hombre inteligente y caballeroso, muy superior a su hermana por prestancia y por formación. A las damas de Netherfield se les hubiese hecho difícil creer que aquel hombre que vivía del comercio y se hallaba siempre metido en su almacén, pudiera estar tan bien educado y resultar tan amable. La señora Gardiner, bastante más joven que la señora Bennet y que la señora Philips, era una mujer atractiva y elegante, a la que sus sobrinas de Longbourn adoraban. Sobre todo, las dos mayores, con las que tenía una especial amistad. Elizabeth y Jane habían estado muchas veces en su casa de la capital. Lo primero que hizo la señora Gardiner al llegar fue distribuir sus regalos y describir las nuevas modas. Una vez hecho esto, dejó de llevar la voz cantante de la conversación; ahora le tocaba escuchar. La señora Bennet tenía que contarle sus muchas desventuras y sus muchas lamentaciones. Había sufrido muchas vejaciones desde la última vez que vio a su cuñada. Dos de sus hijas habían estado a punto de casarse, pero luego todo había quedado en agua de borrajas.
—No culpo a Jane —continuó—, porque se habría casado con el señor Bingley, si hubiese podido; pero Elizabeth... ¡Ah, hermana mía!, es muy duro pensar que a estas horas podría ser la mujer de Collins si no hubiese sido por su empecinamiento. Le hizo una proposición de matrimonio en esta misma habitación y lo rechazó. A consecuencia de ello lady Lucas tendrá una hija casada antes que yo, y la herencia de Longbourn pasará a sus manos. Los Lucas son muy sagaces, siempre están a lo que salta. Siento tener que hablar de ellos de esta forma pero es la verdad. Me pone muy nerviosa y enferma que mi propia familia me lleve la contraria por ello, y tener vecinos que solo piensan en sí mismos. Menos mal que tenerte a ti aquí en estos precisos momentos, me consuela muchísimo; me encanta lo que nos cuentas de las mangas largas.
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