Novelas completas. Jane Austen
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Название: Novelas completas

Автор: Jane Austen

Издательство: Bookwire

Жанр: Языкознание

Серия: Colección Oro

isbn: 9788418211188

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СКАЧАТЬ sobrinas, cambió de conversación.

      Cuando estuvo a solas luego con Elizabeth, volvió a hablar del tema:

      —Parece ser que habría sido un buen partido para Jane —dijo—. Siento que se haya ido al garete. ¡Pero estas cosas ocurren con frecuencia! Un joven como Bingley, tal y como tú me lo describes, se enamora con facilidad de una chica bonita por unas cuantas semanas y, si por el azar se separan, la olvida con la misma facilidad. Esas inconstancias se dan muchas veces.

      —Si hubiera sido así, sería un gran alivio —dijo Elizabeth—, pero lo nuestro es diferente. Lo que nos ha pasado no ha sido casualidad. No es tan frecuente que unos amigos se interpongan y convenzan a un joven independiente de que deje de pensar en una muchacha de la que estaba locamente enamorado unos días antes.

      —Pero esa expresión, “locamente enamorado”, está tan manoseada, es tan dudosa y tan indefinida, que no significa nada. Lo mismo se aplica a sentimientos nacidos a la media hora de haberse conocido, que a un cariño sólido y verdadero. Explícame cómo era el amor del señor Bingley.

      —Nunca vi una atracción más prometedora. Cuando estaba con Jane no prestaba atención a nadie más, se dedicaba por completo a ella. Cada vez que se veían era más cierto y evidente. En su propio baile desairó a dos o tres señoritas al no sacarlas a bailar y yo le dirigí dos veces la palabra sin conseguir respuesta. ¿Puede haber síntomas más evidentes? ¿No es la descortesía con todos los demás, la misma esencia del amor?

      —De esa clase de amor que me figuro que sentía Bingley, sí. ¡Pobre Jane! Lo siento por ella, pues dado su carácter, no olvidará tan deprisa. Habría sido mejor que te hubiese ocurrido a ti, Lizzy; tú te habrías resignado más pronto. Pero, ¿crees que podremos convencerla de que venga con nosotros a Londres? Le conviene un cambio de aires, y puede que descansar un poco de su casa le sería más provechoso que ninguna otra cosa.

      A Elizabeth le pareció magnífica esta proposición y no dudó de que su hermana la aceptaría.

      —Espero —añadió— que no la detendrá el pensar que pueda encontrarse con ese joven. Vivimos en zonas de la ciudad opuestas, todas nuestras amistades son tan distintas y, como tú sabes, salimos tan poco, que es muy poco probable que eso ocurra, a no ser que él venga a propósito a verla.

      —Mucho mejor. Confío que no se vean nunca. Pero, ¿no se escribe Jane con la hermana? Entonces, la señorita Bingley no tendrá disculpa para no ir a visitarla.

      —Romperá su amistad para siempre.

      Pero, a pesar de que Elizabeth estuviese tan segura sobre este punto, y, lo que era aún más interesante, a pesar de que a Bingley le impidiesen ver a Jane, la señora Gardiner se convenció, después de analizarlo bien, de que había todavía una esperanza. Era posible, y a veces creía que hasta beneficioso, que el cariño de Bingley se reavivase y luchara contra la influencia de sus amigos bajo el atractivo más natural de los encantos de Jane.

      Jane aceptó de buen grado la invitación de su tía, sin pensar en los Bingley, aunque aguardaba que, como Caroline no vivía en la misma casa que su hermano, podría pasar alguna mañana con ella sin el temor de encontrarse con él.

      Los Gardiner pasaron una semana en Longbourn; y entre los Philips, los Lucas y los oficiales, no hubo un día sin que tuviesen un compromiso. La señora Bennet se había cuidado tanto de prepararlo todo para que su hermano y su cuñada lo pasaran bien, que ni una sola vez pudieron disfrutar de una comida familiar. Cuando el convite era en casa, no faltaban algunos oficiales entre los que Wickham siempre estaba presente. En estas circunstancias, la señora Gardiner, que sentía curiosidad por los muchos elogios que Elizabeth le tributaba, los observó a los dos con lupa. Dándose cuenta, por lo que veía, de que no estaban realmente enamorados; su recíproca preferencia era demasiado evidente. No se quedó muy tranquila, de manera que antes de irse de Hertfordshire decidió hablar con Elizabeth del asunto dándole cuenta de su imprudencia por alentar aquella relación.

      Wickham, junto a sus cualidades, sabía cómo complacer a la señora Gardiner. Antes de casarse, diez o doce años atrás, ella había pasado bastante tiempo en el mismo lugar de Derbyshire donde Wickham había nacido. Poseían, por lo tanto, muchas amistades en común; y aunque Wickham se marchó poco después del fallecimiento del padre de Darcy, ocurrido hacía cinco años, todavía podía contarle aventuras de sus antiguos amigos, más recientes que las que ella sabía.

      La señora Gardiner había estado en Pemberley y había conocido al último señor Darcy de la cabeza a los pies. Este era, por consiguiente, un tema de conversación inacabable. Comparaba sus recuerdos de Pemberley con la pormenorizada descripción que Wickham hacía, y elogiando el carácter de su último dueño, se complacían los dos. Al enterarse del comportamiento de Darcy con Wickham, la señora Gardiner creía recordar algo de la mala fama que tenía cuando era todavía muchacho, lo que cuadraba en este caso; por fin, confesó que se acordaba que ya entonces se hablaba del joven Fitzwilliam Darcy como de un chico díscolo y orgulloso.

       En el actual barrio financiero de Londres, que en aquel tiempo estaba ocupado principalmente por comercios.

      Capítulo XXVI

      La señora Gardiner hizo a Elizabeth la advertencia que hemos expuesto puntual y amablemente, a la primera oportunidad que tuvo de hablar a solas con ella. Después de haberle dicho honradamente lo que pensaba, añadió:

      —Eres una chica demasiado prudente, Lizzy, para enamorarte solo porque se te haya advertido que no lo hicieses; y por eso, me atrevo a hablarte sin tapujos. En serio, ve con tiento. No te comprometas, ni dejes que él se vea envuelto en un cariño que la falta de suerte puede convertir en una imprudencia. Nada tengo que decir contra él; es un muchacho muy interesante, y si tuviera la posición que debería tener, me parecería inmejorable. Pero tal y como están las cosas, no puedes ofuscarte. Tienes mucho juicio, y todos esperamos que lo utilices. Tu padre confía en tu sensatez y en tu buena conducta. No vayas a defraudarle.

      —Querida tía, esto es serio ciertamente.

      —Sí, y quiera Dios que tú también te lo tomes en serio.

      —Bueno, no te alarmes. Me cuidaré de Wickham. Si lo puedo evitar, no se enamorará de mí.

      —Elizabeth, no estás hablando en serio.

      —Perdóname. Lo intentaré de nuevo. De momento, no estoy enamorada de Wickham; es cierto, no lo estoy. Pero es, sin comparación, el hombre más agradable que nunca he visto; tanto, que no me importaría que se sintiese atraído por mí. Sé que es una imprudencia. ¡Ay, ese maldito Darcy! La opinión que mi padre tiene de mí, me honra; y me daría muchísima pena echarla a rodar. Sin embargo, mi padre es partidario del señor Wickham. En fin, querida tía, sentiría mucho haceros padecer a alguno de vosotros; pero cuando vemos a diario que los jóvenes, si están enamorados suelen dejar a un lado la falta de fortuna a la hora de comprometerse, ¿cómo podría prometer yo ser más lista que tantas de mis congéneres, si me viera tentada? O ¿cómo sabría que obraría juiciosamente si me resisto? Así es que lo único que puedo asegurarte es que no me precipitaré. No me apresuraré en СКАЧАТЬ