Novelas completas. Jane Austen
Чтение книги онлайн.

Читать онлайн книгу Novelas completas - Jane Austen страница 113

Название: Novelas completas

Автор: Jane Austen

Издательство: Bookwire

Жанр: Языкознание

Серия: Colección Oro

isbn: 9788418211188

isbn:

СКАЧАТЬ a usted. Es más, si su amiga lady Catherine me conociera, me da la sensación que concluiría que soy, en todos los aspectos, la menos adecuada para usted.

      —Si fuera cierto que lady Catherine tuviera esa idea... —dijo Collins con la mayor serenidad— pero estoy seguro de que Su Señoría la aprobaría. Y créame que cuando tenga el honor de volver a verla, le hablaré en los términos más laudatorios de su modestia, de su economía y de sus otras buenas cualidades.

      —Por favor, señor Collins, todos los elogios que me haga serán inútiles. Déjeme juzgar por mí misma y concédame el honor de creer lo que le digo. Le deseo que logre ser muy feliz y muy rico, y al rechazar su mano hago todo lo que está a mi alcance para que no sea de otra manera. Al hacerme esta proposición debe estimar satisfecha la delicadeza de sus sentimientos respecto a mi familia, y cuando llegue la hora podrá tomar posesión de la herencia de Longbourn sin ningún cargo de conciencia. Por lo tanto, dejemos este asunto totalmente zanjado.

      Mientras acababa de decir esto, se levantó, y estaba a punto de salir de la sala, cuando Collins le volvió a insistir:

      —La próxima vez que tenga el honor de hablarle de este tema de nuevo, espero conseguir contestación más positiva que la que me ha dado ahora; aunque estoy lejos de creer que es usted cruel conmigo, pues ya sé que es costumbre incorregible de las mujeres rechazar a los hombres la primera vez que se declaran, y puede que me haya dicho todo eso solo para hacer más profunda mi petición como corresponde a la auténtica delicadeza del carácter femenino.

      —Realmente, señor Collins —exclamó Elizabeth algo nerviosa— me confunde usted en demasía. Si todo lo que he dicho hasta ahora lo interpreta como un estímulo, no sé de qué modo expresarle mi repulsa para que se convenza definitivamente.

      —Debe dejar que presuma, mi querida prima, que su rechazo ha sido solo de boquilla. Me baso en las siguientes razones: no creo que mi mano no merezca ser aceptada por usted ni que la posición que le ofrezco deje de ser altamente atractiva. Mi situación en la vida, mi relación con la familia de Bourgh y mi parentesco con usted son circunstancias fundamentales en mi favor. Considere, además, que a pesar de sus muchos atractivos, no es seguro que reciba otra proposición de matrimonio. Su fortuna es tan escasa que anulará, por desgracia, los efectos de su atractivo y buenas cualidades. Así pues, como no puedo deducir de todo esto que haya procedido sinceramente al rechazarme, pensaré por atribuirlo a su deseo de acrecentar mi amor con el suspense, de acuerdo con la práctica acostumbrada en las mujeres distinguidas.

      —Le aseguro a usted, señor, que no me parece nada distinguido hacer sufrir a un hombre respetable. Preferiría que me hiciese el cumplido de creerme. Le agradezco una y mil veces el honor que me ha hecho con su proposición, pero me es totalmente imposible aceptarla. Mis sentimientos, en todos los aspectos, me lo impiden. ¿Se puede hablar más llanamente? No me considere como a una mujer elegante que pretende atormentarle, sino como a un ser racional que dice lo que siente de todo corazón.

      —¡Es siempre encantadora! —exclamó él con grosera galantería—. No puedo dudar de que mi proposición será refrendada cuando sea sancionada por la autoridad de sus excelentes padres.

      Ante tal empeño de engañarse a sí mismo, Elizabeth no respondió y se fue al momento sin articular palabra, decidida, en el caso de que Collins persistiese en considerar sus reiteradas negativas como un frívolo sistema de estímulo, a recurrir a su padre, cuyo rechazo sería formulado de tal manera que resultaría imposible y cuya actitud, al menos, no podría confundirse con la afectación y la coquetería de una dama elegante.

      Capítulo XX

      A Collins no lo dejaron mucho tiempo meditar en silencio el éxito de su amor; porque la señora Bennet que había permanecido en el vestíbulo aguardando el final de la charla, en cuanto vio que Elizabeth abría la puerta y se dirigía con paso rápido a la escalera, entró en el comedor y felicitó a Collins, por el venturoso proyecto de la cercana unión. Después de aceptar y devolver esas felicitaciones con la misma alegría, Collins procedió a explicar los detalles de la entrevista, de cuyo resultado estaba satisfecho, pues la firme negativa de su prima no podía provenir, lógicamente, más que de su tímida modestia y de la delicadeza de su carácter.

      Pero sus noticias sacaron de quicio a la señora Bennet. También ella hubiese querido creer que su hija había tratado únicamente de animar a Collins al rechazar sus proposiciones; pero no osaba darlo por seguro, y así se lo manifestó a Collins.

      —Lo importante —añadió— es que Lizzy entre en razón. Hablaré personalmente con ella de este asunto. Es una chica muy tozuda y muy alocada y no sabe lo que le conviene, pero ya se lo haré saber yo.

      —Perdóneme que la interrumpa —exclamó Collins—, pero si en realidad es empedernida y alocada, no sé si, en conjunto, es una esposa deseable para un hombre en mi situación, que lógicamente busca felicidad en el matrimonio. Por lo tanto, si se empecina en rechazar mi petición, quizás sea mejor no forzarla a que me acepte, porque si tiene esas cualidades negativas, no contribuiría mucho que digamos a mi ventura.

      —No me ha comprendido —dijo la señora Bennet alarmada—. Lizzy es tozuda solo en estos asuntos. En todo lo demás es la muchacha más razonable que existe. Acudiré directamente al señor Bennet y no dudo de que más temprano que tarde nos habremos puesto de acuerdo con ella.

      Sin darle tiempo a contestar, voló al encuentro de su marido y al entrar en la biblioteca exclamó:

      —¡Oh, señor Bennet! Te necesitamos rápidamente. Estamos en un aprieto. Es necesario que vayas y convenzas a Elizabeth de que se case con Collins, pues ella ha jurado que no lo hará y si no te das prisa, Collins cambiará de planes y ya no la querrá.

      Al entrar su mujer, el señor Bennet levantó los ojos del libro y los fijó en su rostro con tal calmosa tranquilidad que la noticia no alteró en absoluto.

      —No he tenido el placer de entenderte —dijo cuando ella terminó su perorata—. ¿De qué estás hablando?

      —Del señor Collins y Lizzy. Lizzy dice que no se casará con el señor Collins, y el señor Collins empieza a pensar que no se casará con Lizzy.

      —¿Y qué voy a hacer yo? Me parece que no tiene solución.

      —Háblale tú a Lizzy. Dile que deseas que se case con él.

      —Mándale que baje. Oirá mi opinión.

      La señora Bennet tocó la campanilla y Elizabeth fue convocada en la biblioteca.

      —Ven, hija mía —dijo su padre en cuanto la joven entró—. Te he enviado a buscar para un asunto importante. Dicen que Collins te ha hecho proposiciones de matrimonio, ¿es verdad?

      Elizabeth dijo que sí.

      —Muy bien; y dicen que le has dicho que no.

      —Así es, papá.

      —Bien. Ahora vamos al asunto. Tu madre desea que lo aceptes. ¿No es verdad, señora Bennet?

      —Sí, o de lo contrario no quiero verla más.

      —Tienes una dramática elección ante ti, Elizabeth. Desde hoy en adelante tendrás que renunciar a uno de tus padres. Tu madre no quiere volver a verte si no te casas con Collins, y yo no quiero volver a verte si te casas con él.

      Elizabeth no pudo menos que sonreír ante semejante inicio; pero la señora Bennet, que estaba convencida de que su marido СКАЧАТЬ