Tormenta de guerra. Victoria Aveyard
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Название: Tormenta de guerra

Автор: Victoria Aveyard

Издательство: Bookwire

Жанр: Книги для детей: прочее

Серия: Reina Roja

isbn: 9788412177923

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СКАЧАТЬ reunió con extrema celeridad.

      —El príncipe ya ha dedicado varios meses a la búsqueda de sus hijos, así como de personas que le asistan en su empeño —Maven arrastra las palabras—. Recuerdo a sus emisarios, los príncipes Alexandret y Daraeus; lamento no haber podido… ayudarles.

      Tengo que sofocar un resoplido. Uno de esos príncipes perdió la vida en el palacio de Arcón, durante un fallido golpe de Estado contra Maven, y hasta donde sé, el otro está muerto también.

      Bracken rechaza la disculpa con un gesto.

      —Conocían los riesgos, lo mismo que todos los que están a mi servicio. He perdido a docenas de personas en la indagatoria del paradero de mi hijo y de mi pequeña —hay un dolor genuino en sus palabras, oculto debajo de su ira.

      —¡Ojalá no perdamos a nadie más! —susurro y pienso en mí, en lo que dijo mi madre. Debes ser tú.

      Maven levanta el mentón y mira por turnos a Bracken y al libro. Es seguro que está lleno de datos sobre Montfort, sus misteriosas ciudades, sus montañas, sus ejércitos; la información que necesitamos.

      —Estamos listos para hacer lo que usted no puede, Bracken —el joven rey es un actor consumado y dota a sus palabras de la dosis de compasión exacta; si se le diera la oportunidad, podría atraer a Bracken a su lado antes de que yo pudiese jugar mis cartas—. Comprendo que mientras los de Montfort tengan en poder a sus hijos, no puede actuar contra ellos; aun la más modesta misión de rescate pondría en peligro su vida.

      —Así es —Bracken devora cualquier cosa que Maven le da—. Incluso reunir información resultó demasiado peligroso.

      El rey de Norta eleva una ceja.

      —¿Y qué obtuvo de ello?

      —Ubicamos a mis hijos en Ascendente, la capital de Montfort —nos tiende el libro—. Está enclavada en las montañas, la protege un valle. Nuestros mapas de la ciudad son antiguos pero útiles.

      Tomo la información antes de que uno de los centinelas pueda hacerlo y sopeso el libro. Es denso, vale su peso en oro.

      —¿Descubrieron dónde los tienen? —pregunto, con ansia ya de abrir el volumen y poner manos a la obra.

      Él baja la cabeza.

      —Eso creo, a un enorme precio.

      Cruzo los brazos y estrecho el trascendente libro contra mi corazón.

      —Lo aprovecharé al máximo.

      El príncipe me mira de pies a cabeza, con respetuosa confusión. Maven es menos obvio: no se mueve ni altera el semblante. Por más que la temperatura no sube un solo grado, percibo la desconfianza que lo corroe. Y la amonestación. Pero es listo y mantiene cerrada la boca frente al príncipe, incapaz de impedir que teja mi tela.

      —Yo misma encabezaré el equipo —fijo en Bracken una mirada de gran resolución. No parpadea, firme como una estatua; me sopesa, me examina. Vestir con sencillez fue una buena decisión de mi parte; mi aspecto es el de una guerrera antes que el de una reina—. Usaré soldados de Norta y los Lagos, una fuerza pequeña y suficiente que pasará inadvertida. Puedo asegurarle que desde el día de ayer nos hemos consagrado por entero a este trabajo.

      Pese a que me pone los pelos de punta, poso una mano en el brazo de Maven. Su piel es fría bajo su manga. Aunque no puedo verla, siento un ligerísimo temblor en él y mi sonrisa se ensancha.

      —Maven concibió un plan muy brillante.

      Desliza su mano sobre la mía, con dedos helados; es una amenaza tan clara como el día.

      —En efecto —esboza una sonrisa salvaje que rivaliza con la mía.

      Bracken ve solamente el ofrecimiento y la posibilidad de rescatar a sus hijos. No lo culpo. Puedo imaginar lo que mi madre haría si Tiora y yo estuviéramos en la misma posición.

      El príncipe emite un largo suspiro de alivio.

      —¡Magnífico! —inclina la cabeza de nuevo—. A cambio, me comprometo a preservar la alianza que sostuvimos durante décadas, hasta que esos monstruos decidieron intervenir —endurece el gesto—. ¡Ya fue suficiente! La marea cambiará a partir de hoy.

      Siento sus palabras tan vivamente como el río que fluye en su cauce a nuestros pies, imparables, inquebrantables.

      —La marea cambiará a partir de hoy —repito y aprieto el libro en mi mano.

      Esta vez Maven sube a mi transporte después de mí y siento la tentación de devolverlo al prado a patadas. En cambio, me refugio en la esquina más apartada de mi asiento, con la información de inteligencia de Bracken sobre las rodillas. No me quita los ojos de encima mientras se sienta; su sosiego casi me hace sudar.

      Espero a que hable e igualo su gélida mirada con la mía. Maldigo su presencia para mis adentros. Ya ansío sumergirme en esos papeles y llenar los huecos de mi plan de rescate, pero no puedo hacerlo bajo la desdeñosa mirada de Maven y él lo sabe. Lo disfruta, como siempre disfruta molestar al prójimo. Barrunto que producir demonios para los demás hace que se sienta mejor con los suyos propios.

      Tan pronto como el transporte se aleja a toda prisa de esta zona de frontera, habla.

      —¿Qué te propones? —pregunta con voz llana y sin emoción; no dar ningún indicio de su estado de ánimo es su táctica preferida. Resulta inútil buscar algún sentimiento en sus ojos o su cara, intentar descifrarlo como lo haría yo con cualquier otra persona; es demasiado hábil para eso.

      Respondo simplemente, con la cabeza en alto:

      —Deseo ganar las Tierras Bajas para nosotros.

      Para nosotros.

      Emite un zumbido grave y gutural antes de acomodarse en previsión del largo recorrido.

      —Muy bien —dice y no vuelve a abrir la boca.

      OCHO

      Mare

      La escolta de Montfort nos lleva al compuesto palaciego situado en lo alto en una cresta que domina el valle central, donde el resto de Ascendente se sujeta de las estribaciones. Estandartes de color verde oscuro ondean por doquier bajo la suave brisa de la noche, con el símbolo del triángulo blanco. Es una montaña, comprendo, y me siento una tonta por no haber descifrado antes el emblema. Los uniformes de Montfort tienen esa misma marca.

      Mi ropa es sencilla, ni siquiera un uniforme, apenas prendas reunidas en tiendas de Corvium y las Tierras Bajas. Quizá fueron propiedad de algún Plateado, a juzgar por el fino diseño de la chaqueta, los pantalones, las botas y la camisa. Farley avanza a trompicones cubierta con su versión de un uniforme y lleva a Clara apoyada en la cadera. Viste por completo de rojo con tres cuadrados de metal en el cuello, que la señalan como una general de la comandancia.

      Los Plateados que nos siguen son más ostentosos, como era de esperar. Ofrecen un arcoíris de colores vivaces e intensos contra los blancos caminos peatonales de Ascendente que ondulan a través de la ciudad. Cal es difícil de ignorar con su СКАЧАТЬ