El odio que das. Angie Thomas
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Название: El odio que das

Автор: Angie Thomas

Издательство: Bookwire

Жанр: Книги для детей: прочее

Серия: Novela juvenil

isbn: 9788412177947

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СКАЧАТЬ con el rostro entre las manos. Tiene el cabello sin peinar, la camisa blanca está sucia, casi parda. Tiene llagas y costras en brazos y piernas, y como es de piel muy clara se le ven aún más.

      Mamá se arrodilla frente a ella.

      —Bren, hola.

      La señorita Brenda mueve las manos. Sus ojos rojos me recuerdan algo que dijo Khalil cuando éramos pequeños, que su madre se había convertido en un dragón. Él decía que algún día él sería el caballero que rompería el hechizo y la rescataría.

      No tiene sentido que él vendiera drogas. Yo habría pensado que su corazón roto no se lo permitiría.

      —Mi niño —llora su mamá—. Lisa, mi niño.

      Mamá aprieta las manos de la señorita Brenda entre las suyas y las frota, sin importarle lo asquerosas que están.

      —Lo sé, Bren.

      —Han matado a mi niño.

      —Lo sé.

      —Lo han matado.

      —Lo sé.

      —Ay, Jesús —dice la señorita Felicia desde la puerta. Junto a ella, Seven rodea a Sekani con el brazo. Algunos de los pacientes en la sala de espera sacuden la cabeza.

      —Pero Bren, tienes que desintoxicarte —dice mamá—. Es lo que él quería.

      —No puedo. Mi niño no está aquí.

      —Claro que puedes. Tienes a Cameron, y él te necesita. Tu madre te necesita.

      Khalil te necesitaba, quiero decir. Te esperaba y lloraba por ti. ¿Y dónde estabas? Ya no te toca llorar. No, no, no. Ya es demasiado tarde.

      Pero ella sigue llorando, balanceándose y llorando.

      —Tammy y yo podemos conseguir ayuda para ti, Bren —dice mamá—. Pero tienes que quererlo realmente.

      —Ya no quiero vivir así.

      —Lo sé —mamá gesticula hacia la señorita Felicia para que coja su teléfono—. Busca entre mis contactos el número de Tammy Harris. Llámale y dile que su hermana está aquí. Bren, ¿cuándo fue la última vez que comiste algo sólido?

      —No lo sé. No lo… mi niño.

      Mamá se endereza y acaricia el hombro de la señorita Brenda.

      —Te voy a traer un poco de comida.

      Sigo a mamá. Camina rápido, pero pasa junto a la comida y sigue hasta el mostrador. Se deja caer contra éste, con la espalda hacia mí, e inclina la cabeza, sin decir una sola palabra.

      Todo lo que quería decir en la sala de espera me desborda.

      —¿Y ahora por qué está tan alterada? Nunca estuvo ahí cuando Khalil la necesitó. ¿Sabes cuántas veces lloró él por ella? Cumpleaños, Navidad, todo eso. ¿Por qué tiene que llorar ahora?

      —Starr, por favor.

      —¡No fue una madre para él! Y ahora, de la nada, ¿resulta que es su niño? ¡Qué basura!

      Mamá golpea el mostrador y pego un salto.

      —¡Cállate! —me grita. Se da la vuelta con el rostro empapado en lágrimas—. Ese chico no era un amiguito suyo. Era su hijo, ¿me escuchas? ¡Su hijo! —se le quiebra la voz—. Llevó a ese niño en su vientre, parió a ese niño. No tienes derecho a juzgarla.

      La boca se me seca como si fuera algodón.

      —Yo…

      Mamá cierra los ojos. Se masajea la frente.

      —Lo siento. Prepárale un plato, ¿está bien? Prepárale un plato.

      Eso hago y le pongo un poco de más de todo. Se lo llevo a la señorita Brenda. Masculla algo que suena a gracias mientras lo coge.

      Cuando me mira entre esa bruma roja, los ojos de Khalil me miran a mí directamente, y me doy cuenta de que mamá tiene razón. La señorita Brenda es la madre de Khalil. No importa nada más.

      5. El beatbox es una forma de percusión vocal que se basa en la habilidad de producir ritmos y sonidos musicales utilizando la propia boca, labios, lengua y voz.

      CAPÍTULO 6

      Mamá y yo llegamos a la comisaría de policía a las cuatro y media en punto.

      Los oficiales hablan por teléfono, escriben en sus ordenadores o pasean por ahí. Lo normal, como en Ley y orden, pero me quedo sin aliento. Me pongo a contar: uno, dos, tres, cuatro… Pierdo la cuenta alrededor del doce, porque lo único que logro ver son todas las pistolas en sus fundas.

      Todos ellos y dos de nosotras.

      Mamá me aprieta la mano.

      —Respira.

      No me había dado cuenta de que había agarrado la suya.

      Respiro hondo y vuelvo a respirar, y ella asiente cada vez que lo hago, mientras dice:

      —Así. Estás bien. Estamos bien.

      El tío Carlos se acerca, y él y mamá me llevan frente a su escritorio, donde me siento. Percibo los ojos que me miran desde todas direcciones. Siento una presión que me estruja los pulmones. El tío Carlos me pasa una sudorosa botella de agua. Mamá me la pone en los labios.

      Doy sorbos lentos y observo el escritorio del tío Carlos para evitar las miradas curiosas de los oficiales. Tiene casi la misma cantidad de fotos mías y de Sekani que de sus propios hijos.

      —La voy a llevar a casa —dice mamá—. No voy a someterla a esto hoy. No está preparada.

      —Lo entiendo, pero tiene que hablar con ellos en algún momento, Lisa. Es una parte vital de esta investigación.

      Mamá suspira.

      —Carlos…

      —Lo entiendo —dice, en una voz notablemente más baja—. Créeme que es así. Desafortunadamente, si queremos que esta investigación se haga correctamente, tendrá que hablar con ellos. Si no es hoy, tendrá que ser otro día.

      Otro día de esperar y preguntarme qué va a pasar.

      No puedo soportarlo.

      —Quiero hacerlo hoy —balbuceo—. Quiero terminar con esto.

      Me miran como si apenas se dieran cuenta de que sigo aquí.

      El tío Carlos se arrodilla frente a mí.

      —¿Estás segura, nenita?

      Asiento antes de perder el coraje.

      —Está bien —dice mamá—. Pero СКАЧАТЬ