Un mundo sin depresión. Alfonso Basco
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Название: Un mundo sin depresión

Автор: Alfonso Basco

Издательство: Bookwire

Жанр: Сделай Сам

Серия: Crecimiento personal

isbn: 9788417566852

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СКАЧАТЬ que me apetece, cuando me apetece, y aprecio más mi cuerpo. Lo cuido como el vehículo que me ayuda a sostenerme cada día, mi compañero de viaje. Cada día lo aprecio más y reconozco su perfección, reconozco que todo lo que tiene es útil. Y cuantos más casos de enfermedad escucho en consulta, más entiendo la frase de «uno no aprecia lo que tiene hasta que lo pierde». Por poner un ejemplo sencillo, el olfato. Me encanta oler, y hasta que no se me tapona la nariz y siento congestión… no digo, «qué afortunada soy, todo lo que me aporta la nariz y yo sin apreciarlo por considerarlo normal, por considerar que es su obligación oler correctamente y mantenerse despejada». Disfruto mucho más cada momento, cada cosa que hago porque sé que todos ellos son únicos y ningún minuto vuelve una vez pasado. Cada día descubro más capacidades del ser humano y lo lejos que una persona puede llegar cuando confía en sí misma. Y los días que siento que la fuerza decae, me esfuerzo en volver a conseguirla. Por ejemplo miro vídeos de YouTube de gente que disfruta haciendo lo que hace: cantantes, monólogos, castings… Y vuelvo a recordar que llegar a donde uno quiere es posible, y me permito contagiarme de la energía que desprenden los demás.

      Hoy día me definiría como una persona alegre, positiva, con fuerza, energía y dirección. Con una relación sana con la comida, con mi cuerpo y con los demás. Ya no me asustan los cumpleaños, comer fuera de casa, estar sola en casa, los atracones, el dulce… Ya no me asustan esos escenarios que antes eran un torbellino emocional para mí. Durante un tiempo temí que se volvieran a reproducir. Me preocupaba que «la curación» fuera un ciclo, y que lo normal para mí fuera el estar en el pozo. Tras llevar más de diez años sin vomitar siento confianza en que eso quedó atrás. Que esos monstruos del pasado ya no tienen espacio en mi futuro ni en mi presente. Ahora, por muchos pozos que puedan aparecer, sé identificarlos antes de caer, y, si cayese, tengo muchas herramientas para salir con mucho menos esfuerzo y más rápido. Me siento fuerte. Yo creí que lo mío no tenía cura, que sería para toda la vida, que tendría altibajos, que quedarían secuelas. Hoy me doy cuenta de que hay cicatrices que desaparecen y otras, aunque las vea, ni recuerdo de dónde vienen.

      Cada día siento que voy conectando más con las personas de mi alrededor y que he dejado de vivir en alerta. Que los momentos de cambios de humor son los menos, que prefiero vivir algo de dolor a estar ausente y también a perderme las alegrías. Tengo ilusión por construir mi futuro, que en mi futuro estén las personas a las que quiero, y que se unan otras más. Porque ahora sé que la gente, los ambientes… no son tóxicos «porque sí» como las setas venenosas, sino que son perjudiciales para mí o no en función de cómo las trate y de cómo esté yo. Cuanta más fuerza y más equilibrio interior siento, menos me contagio de esa toxicidad y más sencillo me resulta salir de ella. Ahora sé que en la vida unas cosas cuestan poco y otras las aprendes en un poco más de tiempo. Que ante la misma vivencia unas personas salen en unos segundos y otras tardan más. Entender que cada persona tiene sus ritmos me ayuda a mantener mi paz interior. ¿Esto quiere decir que todos los días estoy alegre y positiva? No. Quiere decir que cada vez entro menos en estados de tristeza y que cuando entro estoy menos tiempo en ellos, me es más sencillo salir. Porque cuando superas tu primera carrera de fondo, subes tu primera cima, sales del primer pozo… es más fácil salir en los siguientes. Y a veces, ver que otros han salido es suficiente para tener fuerza y salir tú mismo.

      Te animo a buscar y encontrar vías, salidas, soluciones. A creer que hay mil formas posibles de hacer todo. Y miles de personas que estarían encantadas de tenderte una mano, incluso los dos brazos.

      «El cambio está en uno mismo»

      La historia de Elisa

      Me llamo Elisa, tengo 36 años y nací en Argentina. He pasado los últimos diez años en Madrid desde que me casé. Me considero una persona introvertida, empática, amable, familiar y algo tímida. Tengo cuatro hermanas; soy la más pequeña de todas por cinco minutos, ya que una de ellas es mi melliza. Debido a que tengo una hermana melliza crecí compartiendo todo el tiempo y por eso busco habitualmente el apoyo de la otra persona para tomar decisiones o llegar a un acuerdo. Mis hermanas sacaron más bien el carácter de mi padre, mientras que yo soy la única que sacó el carácter de mi madre. Mi madre es una mujer amorosa, que nunca quiso tener conflictos con nadie, muy dedicada a sus hijas y a su marido, como la gran mayoría de las mujeres de aquella época. Siempre ha sido ama de casa, lo que implicaba tener independencia económica nula e inculcaba a sus hijas a ser buenas amas de casa, es decir, a saber limpiar, recoger, planchar, cocinar… en definitiva, a tratar bien a su marido, porque, en su realidad no cabía otra opción distinta. Por otro lado, mi padre era un hombre muy trabajador, exigente, temperamental y machista. Había que seguir sus órdenes porque de otra manera se enfadaba, y se enfadaba mucho… Y si además estaba borracho (algo muy frecuente los fines de semana); entonces su enfado se volvía maltrato hacia sus hijas y su esposa.

      El origen de mi depresión fue el maltrato por parte de mi ex pareja. Fue una situación que duró unos doce años y que yo no podía (¿o no quería?) ver debido a que es algo muy sutil que cuesta distinguir, ya que tu autoestima es literalmente minada a través de pensamientos muy destructivos que el maltratador va introduciendo en tu mente lentamente de forma muy astuta para que tú te vuelvas cada vez más dependiente de él. Muchas personas caen en la creencia de que el maltrato es algo muy intenso, agresivo y espontáneo, como se muestra en las películas, pero nada más lejos de la realidad. Según mi experiencia, el maltrato es algo que se va alimentando poco a poco; es como si te introdujeran un virus en tu cabeza sin que tú lo notes. Comienza con pequeños e imperceptibles controles y abusos de poder.

      Y aunque sí que pude detectar algo raro al comienzo de nuestra relación, con el tiempo me fui durmiendo. No podía ver, estaba ciega, no podía detectar lo que mi pareja me hacía, el daño psicológico. Las relaciones sexuales eran muy enfermas, pero la manipulación es tal que no eres capaz de ver que lo tuyo no es normal.

      Quizá si las personas habláramos más sobre sexo, sobre qué es una relación sexual sana, sobre lo peligrosos que son los vídeos en Internet dirigidos específicamente a hombres donde se muestra a las mujeres como objetos y se las denigra explícitamente... sería mejor para todos. ¿Por qué no dejamos claro que eso que se muestra no es una relación sexual sana? Eso a mí seguramente me habría ayudado, y mucho, y mi autoestima no se habría dañado hasta el punto de no poder mantener sexo con un hombre durante los dos años siguientes al divorcio.

      Esta relación de dominación o sumisión generó consecuencias negativas en mi salud mental. Leyendo sobre el tema descubrí que hasta tiene un nombre: «depresión de género».

      Las causas de la depresión de género no son biológicas, genéticas ni hereditarias. Se asemeja a una depresión producida después de cualquier situación difícil que se produce en la vida de las personas: una muerte, una enfermedad, un accidente, la pérdida de un trabajo, alguna adicción, etc. Se produce (mayoritariamente) en las mujeres (aunque también la pueden sufrir hombres), y sus causas son específicas como consecuencia de la subordinación y la violencia aplicada por parte de la persona maltratadora, por ejemplo en el ámbito de la pareja.

      Con el paso de los años me di cuenta de que mis emociones se fueron agudizando (la tristeza, la culpa, los miedos y los sentimientos de soledad), lo que precisamente caracteriza a las depresiones, y que afectaban a mi rutina y mis actividades diarias. Fue entonces cuando pude deducir que estaba sufriendo depresión.

      Con 33 años, un año después de la separación, y a la que se sumó la muerte de mi padre, empecé a experimentar sentimientos muy intensos de depresión y no entendía muy bien a qué se debían. Solo sabía que aquello era algo que no me había pasado nunca y que era tan inmensamente doloroso que no sabía si sería capaz de soportarlo mucho tiempo (de hecho, en el fondo sabía que no). Pues bien, mi depresión se hizo visible unos días en los que no tenía que trabajar porque la empresa me cambiaba de proyecto. Comencé a sentir mucho dolor en el pecho y no encontraba explicación alguna. Mi conclusión fue que este dolor debía estar causado por mi soledad. ¡Claro! Tener СКАЧАТЬ