Название: Los rostros del otro
Автор: Varios autores
Издательство: Bookwire
Жанр: Документальная литература
isbn: 9789587903478
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En la experiencia histórica de la “vieja mujer” la clase era el más significativo de los factores. En el siglo XVIII las mujeres egipcias de élite, a pesar de su reclusión, eran muy activas en la vida social, cultural y económica. Visitaban familiares y amigos, iban a los hammams, tenían derecho a la herencia y a la propiedad, y a través de estos derechos ejercían influencia en los asuntos públicos. Las campesinas y las mujeres de las clases más bajas urbanas eran activas en el campo y en el comercio. Con la expansión del Estado, el ingreso del modo de producción capitalista y la creación del espacio doméstico, la vida de unas y otras cambió drásticamente, lo que obstaculizó su acceso a los asuntos públicos.
El crecimiento de una prensa escrita en árabe hizo que emergiera una élite modernizante que ganó el control de los centros culturales y comenzó a crear productos culturales para transmitir así sus valores y normas de comportamiento a las nuevas clases. La rápida urbanización y su educación crearon al consumidor de estos productos y todo el sistema simbólico “moderno” que se postulaba como superior a la cultura tradicional.
Ya en los primeros años del siglo XX, propagandas y libros de texto difundían la imagen de una nueva mujer que representaba los valores tradicionales a la vez que reemplazaba a su abuela en su capacidad de llevar adelante la casa, educar a los hijos y servir al marido. Todo ello constituía, a su vez, un deber nacional exaltado por los medios, que definían este rol y sus responsabilidades en la creación de la nación. Esta nueva mujer era necesariamente urbana, de El Cairo y Alejandría, ambas ciudades centro de la vida cultural de la región en la época. No era una imitación de la europea sino que se proyectaba como una combinación de las dos; tomaría lo mejor de ambos mundos y sería la contraparte del nuevo hombre. La nueva pareja era la materialización de la proyectada identidad nacional: el hombre trabajaba fuera de la casa para el progreso nacional y era ayudado por la madre-educadora. De esta manera, se creía que avanzando en el nivel moral y material de la casa, los egipcios podrían avanzar en la construcción de la nación.
En el mundo de las ideas masculinas es iluminador rescatar las experiencias de pensadores de la tradición islámica como Rifa´a al-Tahtawi, Abd al-Rahman al-Kawakibi y Muhammad Abduh. Estos habían teorizado ya a finales del siglo XIX sobre la nación, el nacionalismo y las relaciones de género desde el reformismo islámico ante los desafíos de la modernidad. De la siguiente generación se destacó Qasim Amin, influenciado por el discurso orientalista que representa al islam como la principal causa de atraso del país y condenando el uso del velo y la reclusión femenina como síntomas de dicho atraso. En pos de progresar y modernizar la sociedad tomando el modelo europeo, bregaba por la expansión de la educación femenina junto con una agenda más general que alentaba el progreso de la sociedad y la compatibilidad del islam con la modernidad, o modernizar el islam. Sus obras La liberación de la mujer (1889) y La nueva mujer (1900) representaban el pensamiento de la élite modernizante, reproduciendo el colonialismo interno. Mientras la reclusión y el uso del velo habían sido en una etapa anterior símbolos de estatus (Ahmed, 1992), el “ama de casa moderna y educada” comenzó a ser de allí en adelante el ideal de mujer promovido por las élites modernizantes. Con este impulso de los miembros masculinos de la élite nacionalista se amplió definitivamente la brecha entre las mujeres de clase baja y alta en detrimento de las primeras.
Así, entonces, la esencia de la cultura nacional era un esfuerzo continuo para descubrir y dar forma a la identidad colectiva para el pueblo y el territorio egipcio, así como para adaptarlo a la recepción rápida y efectiva –o controlada y selectiva– del moderno sistema de valores. El nacionalismo se convirtió en el lenguaje común de la época, el principal agente de cambio sociocultural, creador de una identidad común que introducía elementos occidentales sustituyendo o transformando los valores tradicionales e “imaginando” una identidad unificada y colectiva: la nación-familia.
SALIENDO DE LA CASA: LA CREACIÓN DE UNA CULTURA POLÍTICA FEMENINA
Entre 1880 y 1922 –año de la semiindependencia de Inglaterra– los y las nacionalistas desarrollaron diferentes respuestas políticas a la presencia colonial británica. La cultura política masculina se manifestaba en periódicos, partidos y en una asamblea legislativa que se distinguía más por su oratoria que por su legislación. Durante este periodo, los hombres de élite oscilaron entre la cooperación con las autoridades inglesas en la administración del Estado y la oposición a la ley colonial. Al mismo tiempo, sus mujeres comenzaron a organizarse en colectivos y generaron una nueva cultura política femenina (Baron, 2005). Aisha Taymur o Zeinab Fawwaz, entre otras destacadas poetizas, escritoras y ensayistas reivindicaron en sus escritos el lugar de la mujer y son consideradas por ello como pioneras del movimiento feminista (Hatem, 1998).
La segregación de sexos llevó a las egipcias de las clases media y alta a crear organizaciones e instituciones conformadas únicamente por mujeres, lo que les dio cierta autonomía para establecer una agenda propia. Comenzó así a tomar forma una incipiente prensa femenina, seguida de la creación de una variedad de asociaciones. Estas desarrollaban programas de bienestar social y educativo, con algunos componentes que pueden considerarse como protofeministas. Las primeras demandas que se erigieron fueron la expansión de la educación, reformas a las leyes de familia y la ampliación de derechos. Como lo habían hecho algunas organizaciones predecesoras, buscaban promover el desarrollo social y educativo de las mujeres, aunque ya a partir de las primeras décadas del siglo XX comenzaron a desarrollar una visión feminista más definida. En este plano, se plantearon nuevos objetivos, como la eliminación de la prostitución legal y la lucha contra el abuso de las drogas y el alcohol (Baron, 1997).
Tras la caída del Imperio otomano, la revolución de 1919 se dio como el desenlace natural ante el incumplimiento de Inglaterra de dar la independencia a sus colonias. Las primeras negociaciones para culminar con la ocupación del país acabaron con la concesión de una tibia semiindependencia en 1922, que otorgó a los políticos egipcios mayor control sobre los asuntos internos del Estado. La Constitución de 1923 garantizó los poderes ejecutivos y legislativos en manos del rey Fuad, restringió el Senado a las clases altas y le dio el poder de veto sobre la Cámara de Diputados, cuyos miembros debían ser exclusivamente hombres alfabetizados. Se conformaba así una sociedad en la que solo los hombres de las clases más altas tenían alguna posibilidad de participación política; por lo que poca o ninguna atención se prestó a la reforma social y a la consideración de los derechos de las mujeres.
La militancia femenina en el periodo 1919-1922 fue el puente de lo que era un feminismo socialmente invisible a uno organizado y colectivo. La primera protesta pública en reclamo por el fin de la ocupación británica y la independencia nacional en la que participaron mujeres tuvo lugar el 16 de marzo de 1919. Durante este periodo, los egipcios celebraron la participación femenina en el movimiento nacionalista ya que el Comité Central de Mujeres del partido nacionalista Wafd ayudó a aumentar el apoyo СКАЧАТЬ