Название: Los rostros del otro
Автор: Varios autores
Издательство: Bookwire
Жанр: Документальная литература
isbn: 9789587903478
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El desaire a los derechos de las mujeres y este gesto simbólico de liberación fueron el punto de inflexión de la participación política femenina que bajo la dirección de Hoda Shaarawi se aglutinó en la primera organización explícitamente feminista: la Unión de Feministas Egipcias (UFE). La UFE, en coordinación con el Comité Central de Mujeres del Wafd, promovió una serie de demandas que incluían derechos educativos y laborales plenos para las mujeres y la reforma de la Ley de Estatus Personal Musulmán. Miembros de la Sociedad de la Nueva Mujer llevaron las demandas al inicio de sesiones del nuevo parlamento en 1924, aunque no tuvieron éxito en poner en agenda su discusión.
Los años siguientes se registró una gran cantidad de logros del movimiento feminista. En 1925 se abrió la primera escuela secundaria para niñas, la escuela Shubra, con un currículo igual que el de los niños, y en 1929 se logró el ingreso femenino a las universidades y el acceso a cargos en sus claustros. Sin embargo, a pesar de numerosos intentos no se pudo cambiar la Ley de Estatus Personal. Dicha legislación mantenía –y mantiene– el derecho masculino a la poligamia y al divorcio unilateral (repudio), que marcan un claro desbalance de derechos.
En los años treinta y cuarenta, la UFE comenzó a relacionarse con otras asociaciones de mujeres árabes. A mediados de los años treinta, en el contexto de la revolución palestina4, las organizaciones sortearon todos los obstáculos impuestos por el poder colonial para organizar una Conferencia por la Defensa de Palestina. En 1944, la UFE encabezó la Conferencia Feminista Árabe (CFA) con la liberación de las mujeres y la discusión sobre su rol en la lucha por la liberación de Palestina como primeros puntos en la agenda. El nivel de conciencia política era tal que cuando en 1945 se creó la Liga Árabe sin mujeres entre sus delegados, la presidenta de la CFA expresó: “Han ampliado la brecha entre ustedes y sus mujeres al decidir construir su nueva gloria solos. La Liga no es más que media liga, una liga de la mitad del pueblo árabe” (Badran, 1995, p. 245). Como respuesta, la CFA dio nacimiento al feminismo panárabe creando la Unión Feminista Árabe (UFA), que existe hasta nuestros días.
En esta etapa de crecimiento vigoroso las feministas buscaron, no solo establecer redes con sus compañeras de la región, sino también ampliar las bases para hacer el movimiento más popular. Así, proliferaron las organizaciones y pronto surgieron tres nuevas referentes: Doria Shafiq, Fatima Ni´mat Rashid e Inji Aflatun. Doria Shafiq llevó adelante una iniciativa feminista dinámica y amplia. Creó Hija del Nilo (Bint al Nil) en 1948 tras fundar tres periódicos. Hija del Nilo fue el primer movimiento en establecer sedes en todo el país. Abrió centros de salud y alfabetización a lo largo del territorio para mujeres de las clases más bajas y puso el voto femenino en el centro del debate. Shafiq fue, de hecho, la más destacada militante por este derecho; llevó adelante protestas, sentadas y hasta huelgas de hambre (Nelson, 1996). Fatima Ni´imat Rashid creó el primer movimiento político de las mujeres, el Partido Nacionalista de las Mujeres (PNM) en 1941. El PNM propuso una agenda de cambios económicos y sociales, y estableció nexos cercanos con los partidos de trabajadores y campesinos. Por su parte, Inji Aflatun fue una lideresa estudiantil de izquierda y una de las artistas más destacadas del país. Fundó y formó parte de una serie de asociaciones de orientación marxista-leninista en línea con los movimientos del tercer mundo de Asia y África (Zuhur, 1998, p. 167).
Así, entonces, la puerta de entrada de las mujeres en la escena pública fue a través de su participación en el movimiento nacionalista. En las primeras dos décadas esta fue tímida, pero a partir de los años treinta y hasta 1952 el feminismo creció hasta convertirse en una pujante fuerza política. En enero de ese año comenzó un nuevo proceso revolucionario con el despliegue de guerrillas en la zona del Canal de Suez. Allí, el Comité de Resistencia Popular de Mujeres reunió participaciones femeninas de todo el espectro político para unirse a las filas de los nacionalistas. Una vez más fueron bienvenidas por los varones (Badran, 1991). En julio, con el triunfo de la revolución de los Oficiales Libres, comenzó un proceso de silenciamiento del feminismo como discurso político independiente y la institucionalización del espacio público. A través de leyes, programas sociales, y la creación de nuevas instituciones que rediseñaron los parámetros de lo público, el nuevo régimen buscó hacer de las mujeres sujetos políticos desmantelando las estructuras familiares tradicionales pero creando nuevas subjetividades de género y movilizándolas al servicio del desarrollo nacional-estatal. De este complejo proceso me ocupo en el apartado siguiente.
LA ERA DEL FEMINISMO DE ESTADO
Tras la llegada al poder de los Oficiales Libres liderados por Gamal Abdel Nasser, la militancia pública de las feministas se vio debilitada. Con la intención de controlar y hacer propias todas las iniciativas de la sociedad civil, se desarrollaron una serie de políticas que buscaron cooptar o diluir todas las organizaciones femeninas y por ello han sido agrupadas bajo el rótulo “feminismo de Estado”5. Como tal, el feminismo de Estado no puede caracterizarse como un conjunto de políticas, sino más bien como una constelación de discursos, prácticas, medidas legales, programas estatales normalizadores que buscaban convertir a las mujeres en sujetos políticos modernos. Se construyó así una lectura normativa de cómo debían liberarse las mujeres al tiempo que se las suprimía como actores políticos independientes (Bier, 2011).
En 1953, el gobierno intervino los sindicatos y cerró todas las organizaciones independientes. Un año después proscribió a los Hermanos Musulmanes, organización creada en 1928 y que en un primer momento había acompañado a los Oficiales. Si bien el Estado suprimía al islam como una fuerza política, no enfrentó la identidad musulmana de la sociedad y en la nueva Constitución se estableció como la religión de Estado.
Tras la adopción de la nueva Constitución Nacional en 1957, las egipcias acudieron a las urnas a votar por primera vez, 32 años después de las primeras demandas feministas por el derecho al sufragio. La nueva Carta Magna les había concedido el derecho de elegir y ser elegidas en los comicios legislativos. De los 2000 candidatos que se presentaron solo 16 eran mujeres. Entre ellas, solo dos, Rawya Ateya y Amina Shuki, se convirtieron en las primeras legisladoras del mundo árabe.
Durante los 16 años del gobierno de Nasser (1954-1970)6 se instaló un ambicioso programa de reforma política y social que incluyó la redistribución de la tierra, la nacionalización de las empresas extranjeras y la industrialización del país. Estas medidas fueron orquestadas por una nueva élite estatal-militar de tecnócratas, planeadores y profesionales que copió el modelo de otros países socialistas. En ese contexto, esa vieja preocupación de los líderes reformistas sobre “la cuestión de la mujer” en tanto eje de los debates en torno a los roles de género y sociales reapareció en un contexto donde la modernidad parecía un destino inevitable.
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