Mitología yoruba. Javier Tapia
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Название: Mitología yoruba

Автор: Javier Tapia

Издательство: Bookwire

Жанр: Документальная литература

Серия: Colección Mythos

isbn: 9788418211140

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СКАЧАТЬ de nuestra era.

      En otras palabras, el contexto más antiguo de la Mitología Yoruba va del siglo VII antes de nuestra era, al siglo VII de nuestra era, por lo que se le considera joven dentro del conjunto de cosmovisiones y mitología antiguas del orbe, a pesar de las antiquísimas raíces africanas que sin duda la animan, como los abalorios, los canticos, las danzas y los rituales donde se llega al estado de trance y se sacrifican animales (y muy eventualmente a personas), y que se mezclan con una espiritualidad más elevada y más cercana al Islam y, consecuentemente, a las propuestas judeocristianas.

      Esta mezcla, este sincretismo sin parangón que no parará hasta la aparición de la Santería cubana, nos regala leyendas como las siguientes:

      Primera pataki de la Creación

      Los primeros soplos de Olodumare solo fueron dos, el Cielo y el Agua, no había nada más en la creación. Olodumare vio que así era bueno, y así lo dejó por mucho, mucho tiempo. Luego vio que el Cielo y el Agua necesitaban gobierno, y mandó a dos de sus príncipes, los Orishas Olofin y Orunmila, a que se cuidaran de su creación. Olofin se quedó con los cielos, y Orunmila con las aguas, y cada uno de separó del otro, separando también las aguas de los cielos, las aguas abajo y los cielos arriba, cada quien en su dominio y en su reino.

      Entonces Olodumare vio que estaba bien, y así lo dejó por mucho, mucho tiempo, hasta que un día sopló la Palma, y de ella nacieron otros Orishas, como Obatalá y Oshun, Yemanyá y Changó, y Elehuá, el más pequeño. Unos se quedaron en las aguas y otros se quedaron en los cielos, cada uno con sus obligaciones, yendo de una rama a otra de la palmera, para ver a Olodumare, su Creador, y contarle sus cuitas y necesidades.

      Al principio todo estaba bien, pero poco a poco los Orishas comenzaron a aburrirse pues no sabían qué más hacer, y entonces mandaron a Obatalá, porque era la cabeza de todos, a hablar con Olodumare, quien como respuesta le dio una serie de cosas a Olofin y a Orunmila para que las repartieran entre los demás Orishas y así se entretuvieran:

      -Una bolsa negra para contener lo otorgado.

      -Unas piedras de oro.

      -Una concha de un caracol llena de arena.

      -Una gallina blanca (en otras versiones es negra o sin color determinado).

      -Un gato negro.

      -Una semilla de una palmera.

      -Unas barras de metal.

      Como el oro no les interesaba ni sabían para qué podía servir, todos le dieron su parte a Obatalá, quien de inmediato se puso a tejer una larga trenza de oro para subir a los cielos. Pero la cadena se quedó a la mitad del camino.

      Los Orishas también despreciaron la concha llena de arena y se la regresaron a Obatalá, quien desde las alturas de su cadena de oro, y aconsejado por Orunmila, vertió la arena sobre las aguas, y de entre las aguas surgió la tierra por todas partes.

      La gallina tampoco fue del agrado de los Orishas, y se la mandaron a Obatalá para que hiciera con ella lo que quisiera. Obatalá la envió a los montones de tierra y arena, y la gallina empezó a horadar aquí y allá dándole forma a las islas y las montañas, a las ensenadas y a los valles, separando las tierras y las colinas de los ríos y los mares.

      La Gallina Blanca de la Creación Yoruba

      Los Orishas no sabían qué hacer con la semilla, y se la devolvieron a Obatalá, que saltó de su trenza de oro a la nueva tierra, sobre la colina más alta del mundo, Ifé, y desde allí lanzó la semilla sobre la tierra, que reventó en muchas más semillas, y de ahí nació primero la palmera, luego la acacia, luego todos las plantas que conocemos.

      Los Orishas, desconcertados, no sabían qué hacer con las barras de hierro, tan duras y pesadas, así que las metieron en la bolsa y se la lanzaron para hacerle daño. Obatalá cogió la bolsa sin problema, porque era una bolsa mágica capaz de contener todos los dones de Olodumare, y, por lo tanto, no importaba lo que llevara dentro, siempre era suave y manejable por fuera.

      Obatalá se dio cuenta de la intención de sus hermanos, así que con el hierro hizo lanzas, hachas y flechas, y cuando los otros Orishas lo atacaron frontalmente, pensando que lo vencería fácilmente porque era seis contra uno, se dieron de bruces con las lanzadas, espadazos y hachazos que Obatalá les propinó.

      Los Orishas quedaron maravillados, pero a la vez envidiosos de las cosas que había hecho Obatalá con todo lo que ellos habían despreciado, así que, finalmente y para burlarse de él, le mandaron al gato negro diciéndole que era muy cariñoso y que le haría compañía siempre para que no se sintiera solo después de haberse peleado con ellos.

      El gato no era cariñoso, sino convenenciero, travieso e independiente, todo lo rascaba y todo lo arañaba, así que Obatalá, al ver que no le haría verdadera compañía, lo mandó a escarbar en un monte de tierra y lodo lo más profundo que pudiera, y de esa materia Obatalá empezó a crear a los primeros seres humanos, a su imagen y a su modo, para que fueran como sus iguales y le hicieran compañía; hizo unos cuantos, majestuosos como él, y se fue a descansar pensando darles vida, con la ayuda de Olofin y Orunmila, al otro día.

      Cuando estaba adormilado, Oshun se le acercó curiosa y le preguntó qué hacía. Obatalá nada le dijo al principio, pero Oshun le dio a beber vino de la palmera para seducirlo y sonsacarlo. Al otro día, sin recordar nada de la noche pasada bebiendo vino con Oshun, Obatalá subiendo su trenza de oro fue con Orunmila y Olofin a pedir que le dieran vida a sus figuras de barro, y los Orishas mayores, tras preguntarle tres veces si estaba seguro de lo que pedía, lo complacieron.

      Obatalá corrió a ver su creación con vida y quedó horrorizado, porque si bien unos cuantos de sus humanos eran dignos de los Orishas, muchos otros eran feos, tontos, violentos, deformes y enfermos, hechos por una mano ebria, y entonces recordó parte de la noche anterior, de su borrachera y de los engaños seductores de Oshun, se maldijo a sí mismo y juró no volver a beber nunca más ni a creer en palabras de hembra.

      Subió a Ifé y contempló lo grande que era la Tierra, cómo crecía hacia el Norte, cómo se adelgazaba hacia el Sur, y cómo había ríos y mares al Oeste y al Este, y también observó a los seres que había creado, unos listos y fuertes y otros deformes y débiles, y se dio cuenta que gracias a esa diversidad iban creando caminos y formando ciudades, y que unos servían para una cosa y otros servían para otra, y se sintió menos culpable, aunque se erigió en el protector de los pobres y los débiles para que a nadie le faltara nada.

      Obatalá se sintió contento con su obra durante mucho, mucho tiempo, acompañado y venerado por los primeros seres humanos, pero sus líderes, fuertes y eternos, se quisieron comparar con los Orishas y quitarles su puesto, y eso provocó su desaparición, dejando a Obatalá solo y aburrido nuevamente.

      Territorio Yoruba

      Otro de los denominadores comunes dentro de las mitologías y cosmovisiones de los diferentes pueblos de la Tierra a lo largo del tiempo, es la creación fallida de los primeros seres humanos, y, consecuentemente, la necesidad de crearla de nuevo hasta que progresara y fuera del agrado de los dioses.

      En la Mitología Yoruba, donde se mezclan leyendas antiquísimas del África con las del mundo árabe, sazonadas con toques semíticos, griegos e ismaelitas (del primer Islam), no podía faltar la inmortalidad ni la idea de un СКАЧАТЬ