Mitología yoruba. Javier Tapia
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Название: Mitología yoruba

Автор: Javier Tapia

Издательство: Bookwire

Жанр: Документальная литература

Серия: Colección Mythos

isbn: 9788418211140

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СКАЧАТЬ dromedarios y los elefantes.

      Los tigres y los leones.

      Y, finalmente, cuando todo ya estaba hecho, aparecieron los hombres.

      Agayú, su padre, vio que tenían dos manos y diez dedos, y que con ellas podían trabajar para él.

      También vio que hablaban y reían, más que los monos, así que podían honrarlo, festejarlo y celebrarlo.

      Agayú los tomó bajo su manto.

      Luego vio que también eran violentos y perezosos, y que muchos de ellos le faltaban al respeto, así que un día los cubrió con sus aguas y los hizo temerosos de su poder, tanto, que siempre estaban quietos y tristes, y no se atrevían a levantar la mirada.

      Ahora sí le obedecían en todo.

      Todo estaba muy tranquilo y en orden, y las riquezas de Agayú aumentaban cada día. Nadie, ni siquiera su padre, el Río de Ríos, le importunaban, y Agayú podía vivir confiado y tranquilo.

      Fue entonces cuando Agayú tomó la forma de hombre y de rey en tierra, y así era hombre y río a la vez, y podía gozar de sus bienes y de su mando tanto en la selva como el en agua, en el árbol como en el viento, y disfrutar del espíritu y de la carne en su existencia.

      Los humanos le obedecían ciegamente en todo, así que los mandó a que le construyeran un gran palacio, para que lo llenaran con lo mejor que existiera.

      Agayú vivía tan despreocupado que dejaba las puertas y las cortinas abiertas de su palacio, pues sabía que nadie, ni hombre ni animal, ni reptil ni insecto, se atrevería a tocar sus posesiones.

      Sus aguas corrían contentas llenas de peces, y si alguien las quería cruzar, bañarse o navegar en ellas, tenía que pedirle permiso y brindarle ofrendas.

      Los extranjeros tenían que traerle frutos y semillas nuevas y desconocidas para sembrarlas en su lecho, y las extranjeras tenían que dormir con él para que tuvieran su descendencia allá donde fueran.

      Algunos se rebelaban y lo engañaban, y entonces Agayú los ahogaba o los convertía en peces y criaturas de río.

      Algunas se rebelaban y lo engañaban, pues no querían acostarse con él, y entonces Agayú las ahogaba y las convertía en lagartos y culebras.

      Claro que algunos y algunas se le escapaban, pero eran los menos, y por regla ya no volvían a molestarlo, pues sabían de su poder.

      Todo estaba en orden.

      Un buen o mal día Agayú se vistió de hombre y fue a visitar a Olokun, el mar, para saber qué pasaba finalmente con sus aguas dulces y fértiles, y si bien no perdían su fertilidad, sí se volvían amargas y saladas.

      “Estas aguas no son buenas, tienen mucho, pero no tienen nada, no sirven para que las plantas crezcan y no se pueden beber. Olokun, son tristes tus aguas como las lágrimas de la mujer.”

      Olokun le respondió: “Entonces mis aguas son como tu gente”.

      Agayú, que era orgulloso, no quiso entender y regresó molesto a sus dominios.

      En su ausencia alguien se había atrevido a pescar sus peces y a comer las frutas de sus árboles.

      Alguien había dormido en su palacio y disfrutado de sus carnes.

      Alguien había jugado con sus pertenencias.

      “¡Quién fue!” Gritó varias veces.

      Su gente ni siquiera se atrevió a alzar la mirada, y tristes y sumisos esperaban el castigo de su señor, sin defenderse, sin hablar y sin señalar a culpable alguno.

      “¿Fueron los monos?”

      Nadie le contestaba.

      “¿Fueron los peces?”

      Nadie le contestaba.

      “¿Fueron los reptiles y las culebras?”

      Nadie le contestaba.

      “¿Fueron los insectos y los gusanos?”

      Nadie le contestaba.

      Cuando ya no pudo tener más cólera y rabia de la que tenía, se dispuso a matar a todos los seres que había creado, atrayendo las tormentas y desbordándose de su cauce. Solo así castigaría a los trasgresores sin tener que andar preguntando.

      En ese momento oyó un fuerte y lejana voz (algunos dicen que era la voz de Olokun para darle una lección):

      “¡Fueron tus hijos!”

      “¿Mis hijos? ¿Cuáles hijos?”

      “Los que has tenido con las doncellas que han cruzado tus aguas, y no puedes castigar a nadie porque tus hijos tienen derecho a gozar de su herencia.”

      Agayú no entendió razones y empezó con la inundación.

      Los peces se rieron de él, pues ya vivían en el agua.

      Los monos treparon a los árboles más altos, burlándose también.

      Los animales pequeños se fueron a las montañas más altas.

      Los animales grandes huyeron por la selva sin mirar atrás.

      Casi todos los animales se salvaron, solo algunos sufrieron la cruel venganza de Agayú, pero sus hombres y mujeres murieron todos y no quedó nadie para temerle, trabajarle y adorarle.

      Agayú quedó solo y triste, tanto, que ya no pudo o no quiso convertirse en hombre para andar rondando por ahí con dos piernas, y se quedó siendo solo agua.

      De sus hijos, los que allanaron su palacio, nadie supo nada, aunque algunos dicen que eran pequeños orishas, hijos suyos, que había tenido, sin saberlo, con una Orisha mayor, con una genio o con una princesa de sangre divina.

      En esta leyenda la Mitología Yoruba que conocemos, con sus Orishas y Olodumare, todavía no estaba asentada, y de ella se derivan otras leyendas donde Agayú pasa de ser río y rey tirano, a ser un Orisha con toda la barba, con penacho de águila o de gallina, herramientas que le proporciona Ogun, y dones relacionados con los volcanes, la lava y los terremotos, más que con el elemento agua.

      Estas transformaciones y cambios de orientación no son raros en la Mitología Yoruba, como tampoco lo es su falta de orden cronológico, el cual podemos interpretar por datos contextuales, pero sin saber realmente la fecha y el origen de la leyenda, ya que a menudo los datos contextuales se mezclan unos con otros, y tanto nos dan señales arcaicas, como datos pertenecientes al siglo VII de nuestra era, pasando de la piedra a los metales, o del animismo al antropomorfismo secular o divino, para acabar fusionándolo todo, e incluso dándole toques de las mitologías griega y egipcia.

      Segunda Pataki de Agayú

      En los primeros tiempos sobre las aguas se derramaron las tierras.

      Así se fue haciendo la gran costra dura.

      La СКАЧАТЬ