Название: Pequeño circo
Автор: Nando Cruz
Издательство: Bookwire
Жанр: Зарубежная прикладная и научно-популярная литература
isbn: 9788418282126
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JOAQUÍN PASCUAL: Fernando no era violento, pero siempre fue muy provocador, muy de dar la cara. Incluso ensayando tenía un carácter muy instigador. A la hora de tocar, nos decía qué actitud debíamos tener como grupo. No desafiante, pero sí valiente. Contagiaba una sensación de fuerza. Cuando salíamos con él había una intensidad constante.
Albacete es una ciudad aburrida, pero teníamos nuestros recursos. Ni siquiera teníamos la sensación de querer escapar. Nos divertimos muchísimo y sufrimos muy poco. Un poco enfadados sí estábamos, pero era porque todo era un aburrimiento. No hacíamos nada malo, pero teníamos punch de punkies. Teníamos ganas de sentir que estábamos haciendo algo. Si hacíamos una escapada a Almansa, queríamos tener algo que contar a la vuelta.
En Almansa había una discoteca, la Hollywood. Era grande como las de la Ruta del Bakalao. Se ponía hasta arriba de gente de toda la provincia. Se podía bailar en plan pogo. Ibas a hacer el animal. Había tribus: los punkies, los rockabillys… El que no llevaba tupé, llevaba crestas, chupa de cuero o patillas. Nosotros íbamos un poco de rockers. Allí vimos a La Polla Records, a Loquillo, a Los Rebeldes, a La Frontera… Nos poníamos hasta el culo, veíamos el concierto y, cuando se nos pasaba el pedo, nos veníamos. Íbamos todos con nuestras pintas, todos los de los locales: Toñito, Camilo, José Mari Ponce63, Carlos Cuevas, Jesús Villar, Miguel Guardia64, Fernando…
Había un ambiente de violencia malsana, pero molaba. Había conatos de pelea constantemente, por empujones o por lo que fuera. Sabíamos que habría lío y que había que ir juntos, en pandillaca. Eso generaba instintos de protección. Los Surfin’ siempre fuimos muy piña: íbamos juntos a todas partes. Esa sensación de grupo que es algo más que la música viene de ahí.
FERNANDO ALFARO: Éramos gente de buena familia, pero había un clima de violencia.
JOAQUÍN PASCUAL: Éramos de clase media. Mi padre era maestro y el de Fernando era abogado. Albacete es una ciudad muy de clase media y tampoco había grupos de gente ni muy pomposa ni muy desarraigada. No teníamos sensación de claustrofobia social o familiar. La religión era lo único que daba por culo. Mis padres fueron del Opus durante un tiempo, los de Fernando, también, y los de Carlos eran muy religiosos. Pero no era algo que nos aplastara. Y al final incluso pudo ser un aliciente.
FERNANDO ALFARO: Yo tuve una formación religiosa intensa. No solo estudié en un colegio de curas hasta los catorce años, sino que llegué a meterme en comunidades de base; de cristianismo social o rojo, para entendernos.
JOAQUÍN PASCUAL: En La Gineta, un pueblo cerca de Albacete, hicieron durante un par de años unos conciertos muy punkies. Allí vimos a Derribos Arias y a Ilegales. Tocaban en un garaje durante las fiestas porque la pandilla local había montado un concierto. No había más de veinticinco personas.
FERNANDO ALFARO: Yo tocaba la guitarra con el grupo punk de mi primo José Mari, Cortejo Fúnebre. Le dejé el ampli a Alejo Alberdi. A Poch le habían dado una paliza el día anterior en un concierto. En el camerino contó una película superextraña que le había pasado en un pueblo de Galicia. Se quitó la camisa y tenía el cuerpo lleno de tiritas y apósitos.
ALEJO ALBERDI: Derribos Arias tocábamos bastante en pueblos de los que no habías oído hablar nunca: Campo de Quintana, Castuera… Atraíamos bastante a freaks. Ahí veías la ilusión que tenía la gente por esas cosas.
JOAQUÍN PASCUAL: En los 80 nunca fuimos a Madrid a ver conciertos de grupos extranjeros. Ni siquiera giras mastodónticas de grupos tipo Rolling Stones. Y a Albacete no llegaban las giras internacionales. Solo los Immaculate Fools tocaron una vez en la discoteca Roxy. Igual por eso nunca nos planteamos cantar en inglés.
ESA LUZ CEGADORA, ESE CALOR BLANCO
FERNANDO ALFARO: A la Velvet Underground la descubrí a través de un libro de letras de Lou Reed traducidas por Alberto Manzano. Había una pequeña biografía que mencionaba a la Velvet. Yo no había oído hablar de ellos. Leí sus letras antes de oír las canciones y luego busqué los discos. El primero que encontré fue el White Light/White Heat. ¡Me quedé de piedra! Era 1979. Lo escuchábamos fumando porros en el cuarto de mi amigo Alberto. Para nosotros era como psicodelia. Luego encontré el disco del plátano, que tenía canciones más limpias. Me sabía las letras prácticamente de memoria. La Velvet fue una influencia y un poso permanente en Surfin’ Bichos. Cuando Joaquín tenía que tocar el teclado en «El rey del pegamento» yo le decía que le diera un rollo órgano como en «Pale Blue Eyes».
JOAQUÍN PASCUAL: Yo venía de oír más rock sinfónico, de los primeros Pink Floyd. Tenía sintetizadores que Fernando luego no me dejó usar mucho; y lo entiendo. Cada cual tenía su visión de las cosas, pero encajaban. A mí me gustaba un sonido menos agresivo y sucio, más orquestal, pero me sentía bien tocando sus canciones. Me sentía cómodo y me reconocía a mí mismo tocando esas canciones, y poco a poco nos entendíamos más. Por eso no tuvimos que pensar en sonar como nadie. No estábamos obsesionados con sonar de una manera o de otra.
A la Velvet no la oí hasta que conocí a Fernando. Iba a su casa a escuchar discos de la Velvet y cosas más sucias. Nick Cave, Birthday Party, los Stooges… Eso para mí fue una hostia bien dada. Cuando oí el Tender Prey por primera vez, me quedé loco. Loco.
FERNANDO ALFARO: Durante mucho tiempo fue muy difícil escuchar algunos de los discos que comentaban en las revistas. El campo que abarcaba Radio 3 era limitado comparado con lo que salía en Ruta 66, Rockdelux o Popular 1. Para nuestra generación, Ruta 66 fue la más importante. Era como una religión. Entonces te dejabas llevar por las descripciones literarias que se hacía en artículos y críticas. Elucubré mucho sobre cómo sería la música de ciertos discos. Imaginar a partir de lo que leía supuso una influencia diferente. Y luego, cuando podía escuchar esos discos, a veces coincidía con lo que yo había imaginado, y otras, no. Me pasó con Sonic Youth, por ejemplo. Leí mucho sobre ellos antes de escucharlos bien. Se hacían descripciones tan prolijas… Muchas veces la literatura del rock es supercreativa.
JAIME GONZALO: La imaginación y el misterio, dos factores irremisiblemente perdidos. No diré ni para bien ni para mal. ¿Qué ha sido de gente como Alfaro, que tiene cacumen, que hace su interpretación musical a partir de supuestos figurados?
FERNANDO ALFARO: Fui a estudiar COU a Valencia. Hasta ese momento sacaba sobresalientes, pero ese año me desmelené y suspendí una. Convencí a mis padres para que me dejaran ir a estudiar un segundo año a Valencia solo con esa asignatura y la suspendí de nuevo. Me la saqué en septiembre.
En Albacete tenía pulsiones salvajes, pero hasta entonces era un buen chico. Pero la llegada a Valencia coincidió con el punk, y los colegas con los que me hice punkie eran tíos de barrio que se metían heroína y daban palos. Cuando llegas a una ciudad nueva, vas saltando de un círculo a otro hasta que encuentras tu sitio. Y mi sitio fue acabar vendiendo hachís para comprar heroína, más o menos. Eso fue en el 81-82.
Mis colegas eran muy buena gente. Algunos inspiraron los personajes de «Vive el peligro». Esa canción tenía el rollo del «Walk on the Wild Side». A uno le llamaban El Chino. No sé qué habrá sido de él, pero no vivía en un circo. Baby era otra tía. No son descripciones literales de nadie, aunque se inspiran en gente que conocí a través del submundo de la heroína. También éramos amigos de las putas que trabajaban en el parterre, en el centro de Valencia, porque les conseguíamos droga. Alguno era más ilustrado musicalmente. Otros eran más barriobajeros con cresta. Por esa peña entré más en grupos como PiL. Fueron años de aprendizaje total. Vital, más que musical; pero todo estaba relacionado.
De alguna forma, si fui a dar con СКАЧАТЬ