Pequeño circo. Nando Cruz
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СКАЧАТЬ puesto una iluminación un poco hortera y… No fue mucho antes… Es una chorrada. Te vuelves loco pensando estas cosas. Durante dos años, me acordé de él todos los días. Hasta que al final dices, «no puedo pensar más en esto».

      FERNANDO GEGÚNDEZ: Jon está fatal. Si te acercas a menos de medio metro, flipas de cómo huele. Padece una esquizofrenia muy marcada. Pasa periodos de tratamiento, otros sin… Vive con la tía monja. Todo su problema empezó a raíz de la muerte de la madre. Para él fue la hostia aquello, un cisma. Es un echado a perder.

      TERESA ITURRIOZ: Todavía me duele mucho. Monólogo interior60 era un disco para Josetxo. «Fotos» habla de él. Se me hacía un nudo en la garganta al cantarla. Josetxo hacía surf en su juventud y «La ola» también habla de él. No es que construyéramos el disco pensando en Josetxo, pero el disco se fue poniendo triste por lo que había pasado, y quisimos dedicárselo entero.

      ALBACETE

      CON FERNANDO ALFARO Y JOAQUÍN PASCUAL (SURFIN’ BICHOS), ALEJO ALBERDI (DERRIBOS ARIAS), JAIME GONZALO (RUTA 66), IÑIGO PASTOR (MUNSTER), SERVANDO CARBALLAR (LA FÁBRICA MAGNÉTICA), DAVID LÓPEZ (RCA / LIMBO STARR), JESÚS ORDOVÁS (RADIO 3), SANTI CARRILLO Y JUAN CERVERA (ROCKDELUX) Y FLORENT (LOS PLANETAS).

      Aislados geográficamente del circuito musical español de los años 80, Sur-fin’ Bichos sacaron adelante uno de los cancioneros más turbadores y vis-cerales de su generación. Fueron los primeros en fichar por una multina-cional, pero se separaron cuando la escena indie empezaba a cobrar forma. La suya fue una apasionada y fulminante trayectoria cuyo culto tardío provocó, también, la primera gira de regreso del indie español.

      Surfin’ Bichos en 1990. De pie, Fernando Alfaro y Carlos Cuevas. Sentados, Joaquín Pascual y José Mari Ponce con Ángela, la hija de Pascual, en su regazo. (Foto de Santiago Vico. Cedida por Fernando Alfaro.)

      EL CULO DEL MUNDO DENTRO DEL CULO DEL MUNDO

      FERNANDO ALFARO: Nací en 1963 en Albacete. Somos once hermanos. Yo era el tercero. Cuando era adolescente tenía ocho hermanos más pequeños en casa jugando y haciendo locuras. Salía a la calle para relajarme.

      Mi padre era abogado y administraba una finca medianilla en Alcadozo. Mi madre empezó Derecho, pero cuando empezaron a tener hijos, lo dejó. Con la crisis de los 70, mi padre fue vendiendo la finca que en su día había heredado. Vendió la mitad de las tierras, que de por sí no eran muy productivas. Si haces una inversión muy fuerte en regadío, puede ser productivo, pero allí el cultivo habitual es el cereal, y eso no da dinero.

      Alcadozo era como el culo del mundo dentro del culo del mundo, un sitio perdido en una provincia ya de por sí perdida como es Albacete. Teníamos una gran casa familiar en el pueblo donde pasé los veranos de mi niñez. En el pueblo nos decían «señoritos». Porque lo éramos; potencialmente. Todo el entorno familiar, mis primos y tíos, tenía mucha más pasta. Mi padre nunca tuvo una situación boyante.

      Un día iba en bici y, pum, me dieron una pedrada. Eché a correr tras el chaval y me lié a hostias. El chaval era enorme y me dio bien. Me hice amigo suyo y luego de su hermano. Entre ellos rivalizaban por ver quién era más amigo mío y cuando se peleaban se liaban a pedradas.

      Nuestra vida era así. Éramos como una banda. ¡Una banda armada! De la mitad del pueblo hacia abajo eran una banda y de la plaza hacia arriba éramos otra. Había lucha urbana con grapas. Las fabricábamos con alambre de empacar la paja. Las cortábamos con una piedra, las doblábamos y nos las tirábamos con tirachinas que fabricábamos con la madera de los almendros. ¡Se clavaban en las piernas! Esas guerras las hacíamos en los campos adyacentes porque si te veían en el pueblo salía una mujer y te daba de hostias.

      En Alcadozo estaba también la gasolinera en la que trabajé los años de Surfin’ Bichos y Chucho. La gasolinera también era de mis padres.

      JOAQUÍN PASCUAL: Nací en 1964 en Ayora, un pueblo de la provincia de Valencia. En la familia de mi padre todos son músicos. Mi padre dirigía la banda municipal de Ayora y daba clases de matemáticas en un colegio. Allí conoció a mi madre. Mi padre ha compaginado siempre su trabajo de maestro con la música. Como yo, que también soy maestro.

      Mis padres eran maestros de primaria y estuve toda la infancia zumbando por pueblecitos de la provincia. Vivíamos en aldeítas donde solo había una escuela. A los cinco años nos instalamos en Pozuelo61. Nuestra infancia en el pueblo fue de descubrimiento constante. Buscábamos perros que acababan de parir, nos llenábamos de pulgas, mis colegas ahorcaban gatos, nos subíamos a las alpacas, nos tirábamos desde cinco metros…

      Hasta los catorce años no viví en Albacete. Veníamos asalvajados y nos metimos en un piso. Los primeros años fueron terribles; allí nos sentíamos como encerrados en una cárcel. Nos pasábamos el día en la terraza tirando cubos de agua a la gente y haciendo todas las maldades que se nos ocurrían. Veníamos de una infancia primitiva, de un pueblo de trescientos habitantes y de un ambiente bastante Los santos inocentes. De la España profunda.

      Pronto conocí a gente que iba a apedrearse con los gitanos a las barriadas de las afueras de la ciudad; gente de nuestra edad que empezaba a beber y a drogarse. Eran igual de burros o más que nosotros. El haber tenido una infancia más alocada, menos agarrada a los padres, nos hizo ser más atrevidos. Teníamos más distorsionado el umbral de lo que podíamos hacer. No recuerdo que mi padre me dijera nunca «no salgáis a la calle».

      FERNANDO ALFARO: Cuando volvía de estar tres meses en el pueblo, a pedradas por el campo o metiéndole mano a las crías, no me acostumbraba a Albacete. Me alejé poco a poco de mis primos y de mi entorno pijo. Me iba a las afueras con amigos de mi mismo pelaje. Y el mismo rollo: a pedradas y puñetazos con los gitanillos. Era el pan nuestro de cada día.

      El colegio de los escolapios en el que estudié no era solo de pijos. Había alumnos de pago y otros que estudiaban gratuitamente. De hecho, les llamábamos «los gratuitos» y nosotros, los pijos, les teníamos miedo. Nos tenían en patios diferentes, pero a partir de cierto momento los rectores decidieron juntarnos. Eso fue superimportante para mí porque desde entonces la mayoría de mis amigos fueron de «los gratuitos». Ahí se amplió mucho todo a nivel sociológico e ideológico. Los padres de los niños ya no eran solo de familia pija. De niño yo no entendía que alguien no votase a Alianza Popular. Todo mi entorno familiar y de amistades era de derechas.

      JOAQUÍN PASCUAL: Empezamos a salir por Albacete, a ir a las bodegas a beber, y ahí conocí a otros chavales que tenían un local en el barrio de las Carretas. Entonces, la ciudad acababa ahí. Esos locales estaban en un descampado y los llevaba una mujer mayor. Los llamábamos «los locales de la vieja». La mujer tenía una casa y debajo había unas pequeñas cuadras para animales que había rehabilitado. Alrededor del patio había cinco o seis locales. En alguno vivía gente; familias de gitanos. Convivíamos con ellos.

      En Albacete no había ni un solo bar. Estaba La Luna, pero tenía un ambiente muy hippie y no nos iba mucho. Los locales eran los sitios donde ibas a pasar la tarde, a tocar o a montar fiestas. En el nuestro había hasta una cama. Era un poco picadero. Todo muy cochino. Teníamos amigas que se quedaban a ver los ensayos. Venían a fumar y a beber.

      En los locales de la vieja conocí a Carlos Cuevas62 y a Fernando.

      FERNANDO ALFARO: En la época del punk estaba siempre peleándome. Tengo dos dientes implantados porque a los dieciséis años me los saltaron СКАЧАТЬ