Historia intelectual y opinión pública en la celebración del bicentenario de la independencia. María Isabel Zapata Villamil
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СКАЧАТЬ A diferencia de lo observado en los periódicos y en el Estado mexicano, en Colombia no había condiciones económicas para inyectar amplias sumas de capital y tener la tecnología disponible para imprimir muchos ejemplares. En Colombia, el aumento no se evidenciaba en los tirajes en sí mismos, sino en el número de títulos,66 lo cual evidencia que la opinión pública se encontraba muy dividida en diversos grupos, como veremos a profundidad más adelante.

      Cambios cualitativos

      Con relación a los cambios cualitativos que experimentó la opinión pública durante la segunda mitad del siglo XIX, el primero que llama nuestra atención es el anotado por Elías José Palti67 con respecto al aporte sustancial que hizo François Xavier Guerra a la historiografía del periodo. Guerra anotaba cómo la sociedad había empezado a ser pensada como una gran asociación de sujetos reunidos voluntariamente, cuyo conjunto era la nación o el pueblo. Mientras se experimentaba una nueva sociabilidad basada en individuos que se reunían por vínculos contractuales asumidos libremente, en ella se empezaba a fundamentar el nuevo imaginario social moderno. Según Guerra, en estas asociaciones de la segunda mitad del siglo XIX se constituyeron espacios autónomos, autogobernados y solidarios, en donde se promovía una sociedad libre, fraterna y republicana; de tal modo, además de ser una especie de escuelas en donde se impartía civismo y civilidad, las asociaciones también fueron sendos ejemplos de funcionamiento republicano.68 Las asociaciones no fueron solamente muestras de una opinión pública moderna, en tanto que eran espacios de discusión de temas en común —cabe señalar, lugares en los que las personas se reunían por iniciativa propia—, sino que también eran evidencia de aquello en la medida en que su organización interna permitía que los individuos de una sociedad practicaran vivamente la vida republicana.69 De tal modo, según su forma de conformarse, las asociaciones fueron motores de prácticas democráticas, ya que luego de la segunda mitad del siglo XIX fue posible implementar adentro de ellas cotidianamente la igualad social y la igualdad política entre sus miembros.70 Claro está que, en el marco de las reglas democráticas que comprendían la organización de las asociaciones, se crearon jerarquías y se formaron disputas entre los grupos que eran miembros por integrarse a la parte superior de ellas.71 Además, en la práctica, dichas asociaciones podían ser a la vez asociativas y exclusivistas; fueron una forma de integración social y de participación política igualitaria, pero al mismo tiempo mostraron sensibilidad ante las diferencias que había entre sus miembros.72 De tal modo, si en lo político eran restrictivas, en lo social no, o viceversa.73 Mientras que en las asociaciones políticas los principios políticos eran vigilados celosamente, en las asociaciones científicas, las élites culturales de los países tenían la posibilidad de mezclarse como compatriotas, y no como enemigos políticos. Precisamente dichos grupos fueron creados en México antes de la revolución; movimientos masivos no violentos, organizados para desarmar el autoritarismo: agrupaciones que construyeron además alianzas en otras regiones con otros grupos similares, así como con periódicos, clubes políticos, y otras asociaciones similares.74 Como se ha expuesto, dichas asociaciones tuvieron caracteres muy variados, y su relación con los partidos políticos también lo fue. Cabe señalar que el hecho de que aquellas colectividades tuvieran cercanía con un partido, o con una facción católica o protestante, no las hacía más o menos democráticas. No obstante, ante la falta de atención del Estado, en la mayoría del territorio latinoamericano los ciudadanos fueron más partícipes democráticamente en el ámbito de las asociaciones que en el ámbito puramente político; en consecuencia, se creó una contradicción entre las prácticas del día a día y la vida institucional.75 Mientras en su interior las asociaciones implementaban prácticas democráticas, en aquel mismo contexto las elecciones eran muy corruptas. En este caso se observa el ejemplo de México, en donde días antes de las elecciones de julio de 1910, el Gobierno federal instruía a los delegados locales para que arrestaran a los candidatos de su localidad, como fue el caso específico de Francisco Ignacio Madero, quien había sido encarcelado el 7 de junio de 1910, días antes de que se celebraran las elecciones de presidente y vicepresidente.76

      Como ha sido mencionado, y será ejemplificado más adelante, el lenguaje referencial de la opinión pública fue el católico.77 En las celebraciones del centenario de la independencia de México y Colombia, la retórica católica resultó siendo utilizada para referirse a los héroes de la patria.78 Así, el vocabulario del catolicismo cívico79 fue trasmitido, tanto por las asociaciones como por la prensa, a lo largo del área rural y urbana de México.80 De esa manera, Carlos Forment afirma que algunas actitudes tradicionales, como mantener los referentes del catolicismo cívico, permitieron que se incorporaran nuevas prácticas políticas, con lo que se alejaron de una planteamiento dicotómico entre la tradición y la modernidad.81 Es posible encontrar algunos ejemplos de esas nuevas prácticas políticas, en los que se notan mezclas de tradición y modernidad política, principalmente en los eventos de promulgación de las primeras constituciones de la época de la independencia. Antonio Annino muestra un ejemplo de lo anterior cuando examina las coincidencias en los pueblos mexicanos de las fechas dedicadas a los santos con la de la promulgación de la Constitución de 1812. Tal situación no se dio solamente por iniciativa de la población, sino que las mismas cortes decretaron que cada párroco diera el sermón sobre las bondades del código, lo cual finalizó con una procesión con una copia de la Constitución por todo el pueblo; evento en el que participaron todos los estamentos de la sociedad.82 Junto con el sinnúmero de asociaciones estudiadas en el texto de Carlos Forment para los casos de México y Perú, en el caso de Colombia es fundamental una de particular interés. Además de ser un claro ejemplo de la puesta en práctica de procedimientos democráticos, en la Asociación San Vicente de Paul participaron algunos de los políticos más importantes de la época, y varios de los presidentes de la república del cambio de siglo. Dicha asociación, la cual fue creada en 1857,83 se caracterizó porque sus autoridades se escogían mediante la votación de sus miembros; y además porque adentro de sus funciones estaba educar a los artesanos según las necesidades de su labor. De igual modo, entre sus presidentes se cuentan José Manuel Marroquín84 y Carlos Eugenio Restrepo. Este último además fundó la Cruz Roja y la Sociedad de Mejoras Públicas de Medellín.85

      Como consecuencia de la diversificación dada en las asociaciones, la sociedad se fragmentó en un sinnúmero de agrupaciones plurales que no buscaban acceder a una verdad como fin último, sino defender y articular mutuamente sus intereses específicos. En ese caso, se dio un quiebre de las idealizaciones de unificación de lo social y de un origen único primitivo, lo cual tuvo como resultado una nueva forma de realidad política.86 En aquel ambiente, la verdad que buscaba la opinión pública durante la primera mitad del siglo XIX por medio de argumentos racionales, fue sustituida por la consecución del bien común con base en acuerdos a corto plazo, lo cual obligó a que el orden se construyera y reforzara constantemente; en consecuencia, su percepción se hizo inalcanzable.87 En ese contexto, la prensa se constituyó como una nueva forma de articulación del espacio público; un escenario en el que se conciliarían las ideas de la deliberación racional y la democracia.88 Un ejemplo de lo anterior fue el esencial papel que desempeñaron los diarios en la creación y el desmoronamiento de las listas para las elecciones. En Colombia, por ejemplo, es de gran relevancia cómo algunos políticos se quejaban de encontrarse en varias listas, a pesar de no haber dado su autorización definitiva. Lo anterior es evidente además en la carta que Carlos Arturo Torres escribió a la Junta Republicana, en la cual afirmaba que se había enterado en la prensa y en las hojas volantes pegadas en las paredes de que había sido incluido en la lista de la Junta como candidato a la Asamblea Nacional Constituyente de 1910, en representación del Distrito Electoral de Tunja. Si bien aquel es un honor que Torres agradece, también lo declina, por no estar de acuerdo con el carácter restringido de los temas a tratar en dicha Asamblea.89 Por otro lado, en México, la correspondencia de Porfirio Díaz muestra quejas de políticos que advierten no ser incluidos en algunas listas electorales, a pesar del apoyo del general Díaz.90 En el siguiente apartado, se ampliarán esos temas, pues se explicará cómo la opinión pública pasó de concentrarse en el modelo forense a consolidarse en СКАЧАТЬ