La formulación de la conferencia, que fue dictada ante una asociación estudiantil alemana, era la pregunta de si los estudiantes tenían un "llamado" (vocación), o esperaban cosas equivocadas de una carrera científica, tales como respuestas a la pregunta por el sentido de la vida. Se enfocó a lo que él mismo describió como una manera extraña y pedante –reproducida en la conferencia sobre política– de mirar a las condiciones institucionales y el carácter de una carrera científica en términos históricos, con el fin de quebrar sus esperanzas en alguna clase de giro de la historia que suministraría algún tipo de salvación social a partir de la ciencia. El peso de su énfasis en la conferencia sobre ciencia estuvo sobre el hecho de la especialización como una condición para el logro genuino. Pero también describió las realidades de la vida académica: cómo las prácticas de la vida universitaria seleccionaban personas con características más bien bizarras, y no siempre sobre la base del mérito. La crítica weberiana de la política reforzó la idea de que ésta era una esfera separada de la ciencia, planteando la pregunta paralela sobre la estructura y naturaleza de una carrera en política y de las características personales apropiadas para ello. La política, enfatizó, desde los tiempos de los güelfos y los gibelinos, es política partidista, para llegar a ser líder uno tiene necesariamente que tratar con esta realidad, aceptar la disciplina de selección por las prácticas internas de las burocracias partidistas y de la política interna de los partidos. Para ser un verdadero líder, es decir, lo opuesto a un mero político de carrera, uno necesita también algo más: cualidades de juicio y perseverancia frente a la derrota.
La clave del contraste entre ámbitos fue la distinción hecho-valor: la esfera de la ciencia era valorativa en el sentido de que el valor del conocimiento en una disciplina dada era presupuesto por la disciplina. En política, había la posibilidad de escoger valores, pero la elección del aspirante a líder político estaba acotada por las realidades de la moderna política partidista y por las demandas de crear seguidores, tanto como las demandas intrínsecas de perseguir el poder, demandas tan costosas que muy poca gente tenía las cualidades personales exigidas para tal carrera. Esta explicación de la esfera de lo político y su énfasis en la necesidad de poder para el logro de cualquier fin significativo, así como su constante recordatorio de que el medio específico del estado es la violencia, y de que comprometerse en política es llevar a cabo tratos con poderes diabólicos, sirvió para poner lo político más allá de toda esperanza de transformación por los intelectuales. Weber se enfocó particularmente sobre las limitaciones de la mentalidad burocrática y la incompetencia de aquellos seleccionados a través de esas prácticas trepadoras que determinan sus carreras burocráticas ante las demandas de liderazgo en una democracia, de tal manera que socavan todo posible pensamiento de que la política pudiera ser reemplazada por la administración de las cosas.
La explicación weberiana de la carrera de los científicos, en este y otros textos, se enfocó sobre la noción de funciones institucionales, y sobre la inadecuación del promover valores desde dentro de esas funciones. Vale la pena hacer notar que anteriormente había atacado a los economistas socialistas monárquicos de la generación previa por su equivocada opinión, según la cual habría una solución científica para los asuntos políticos; argumentó, en agria controversia antes de la guerra, que subrepticiamente aquéllos habían incluido sus propios valores en su labor de asesores, engañándose a sí mismos al pensar que se alcanzaban los resultados de la política partiendo de los simples hechos. De esta forma, el efecto de las explicaciones paralelas fue separar la esfera de la ciencia de la de la política, no dejando al científico nada más qué decir al político, sino aconsejarlo respecto a los medios, y eliminar al científico de jugar un papel de líder cultural. Hubo otra implicación. Las decisiones en sí mismas tenían el carácter de elecciones de valor, y como ellas eran en última instancia elecciones de valor, no podían estar basadas en valores superiores. No podía haber una guía científica en la elección de valores, incluyendo los valores políticos entre cosmovisiones, culturas y naciones. El profesorado alemán, durante la Primera Guerra Mundial, irreflexivamente adoptó la guerra como una lucha por la superioridad de la cultura alemana. Weber dijo que las elecciones entre tradiciones nacionales era un asunto de fe, y no de la ciencia o de la academia.
Hessen y la transformación del debate
En 1931 tuvo lugar un evento que transformó la discusión sobre el carácter político de la ciencia. Durante un congreso de historia de la ciencia en Londres, una descripción marxista de la ciencia plenamente desarrollada fue presentada. Había sido propuesta en la Unión Soviética en forma completamente independiente del "marxismo occidental", y había sido patrocinada en el más alto nivel del aparato ideológico soviético por Nicolás Bujarin, quien participó en el libro en que esa descripción se presentó. La descripción se expresaba más en términos históricos que filosóficos, aunque ambos eran apenas separados: el propio texto teórico principal de Bujarin se titulaba Materialismo histórico, y comenzaba con estas frases: "Los académicos burgueses hablan de cualquier rama del conocimiento con misterioso asombro, como si fuera una cosa producida en los cielos y no en la tierra. Pero de hecho, cualquier ciencia surge de las demandas de la sociedad o de sus clases". 18
El conjunto de ensayos, que puso en uso estas ideas, tuvo un profundo efecto especialmente en Gran Bretaña. El punto principal del texto era mostrar, en casos de estudio detallados, que la ciencia era también producto de las demandas de la época por resultados tecnológicos, que las demandas eran específicas de particulares formaciones sociales y de situaciones históricas, y que esa "teoría" era en última instancia conducida por la práctica tecnológica. Esto implicaba que la idea de un reino autónomo de ciencia pura era una vergüenza y una construcción ideológica.
Una de las ideas centrales de Marx era que cuando la contradicción entre el potencial de las fuerzas productivas y la limitante y restrictiva estructura de clases y el sistema de relaciones económicas estuvieran en su más alto nivel se daría un momento revolucionario. Una de las ideas centrales, tanto de los fascistas como de los soviéticos, era que la planificación racional de las esferas de la economía y la cultura era posible y necesaria. Estas ideas tuvieron una gran aceptación en la opinión pública, en los responsables de la conducción política de la década de 1930, enfrentados a la gran depresión y en los estados liberales. En el caso de la ciencia, una extensa literatura fue desarrollada sobre "la frustración de la ciencia", la idea de que los capitalistas, los burócratas incompetentes y los políticos liberales estaban en el camino del tipo de desarrollos científicos que podrían superar todas las aparentes fallas del capitalismo. Hubo también dos interesantes declaraciones públicas, una al final de los años 20 y otra a inicios de los 30, hechas por prominentes miembros de la iglesia anglicana; uno sugirió una moratoria de la ciencia por una década para permitir una reconsideración de sus consecuencias sociales, y otro llamó a los científicos a considerar su responsabilidad social.
Al margen de esta situación se desarrolló un complejo y polifacético movimiento de izquierda, en parte comunista y en parte no comunista, que buscaba resolver los problemas sociales a través de la ciencia. J. D. Bernal fue la principal figura en este movimiento y públicamente se adhirió al comunismo. Recuérdese que Condorcet, Comte y Pearson encararon el problema de tal manera que la condición para que su descripción de la ciencia contribuyera al progreso era que los ciudadanos llegaran a ser educados científicamente, si bien sólo en una manera limitada, que requería que los científicos fueran, en efecto, ideólogos cuya ideología tuviera autoridad sobre el resto de la sociedad. Esto era equivalente al gobierno de los científicos, cosa que incluso el más entusiasta izquierdista, como Bernal, tenía por impráctico (aunque él aún lo consideraba preferible en principio, apuntando el asunto de si el bernalismo era un pearsonismo vestido de comunismo). El comunismo no era dirigido por los científicos, aunque implicaba una ideología auto reputada como científica. Así que se dio la más cercana aproximación al ideal del gobierno de los científicos disponible en la época, y estos científicos СКАЧАТЬ