Название: Luke, examina tus sentimientos
Автор: Fernando Vidal Fernández
Издательство: Bookwire
Жанр: Учебная литература
Серия: Educar Práctico
isbn: 9788428831000
isbn:
Esta idea me gusta
Las respuestas las da cada cual, pero en las preguntas cabemos todos.
Con frecuencia, las preguntas conceptuales nos llevan a otros conceptos que sustituyen a los anteriores. Por ejemplo, quizá cuando el hijo dice «libertad» quiere decir «confianza en mí». No quiere más libertad, sino que se confíe en sus decisiones y comportamientos. No hay que agobiar con las preguntas conceptuales, porque podría parecer que ponemos en cuestión que el otro sepa lo que está diciendo. Pero sí es bueno que hagamos cuestiones del tipo: «Para ti, ¿qué es...?», o «¿qué significa para ti...?». Muestran interés por lo que el otro piensa y transmiten seguridad y confianza.
Otro tipo de preguntas son aclaratorias. Tampoco hay que abusar, porque el otro puede pensar que estamos tratando de socavarle. Las intenciones al pedir aclaraciones hay que depurarlas especialmente. Corremos el riesgo de sentir que es un interrogatorio, y por eso el otro debe apreciar que estamos genuinamente interesados en lo que piensa y siente. La lógica no es la de «no te explicas», sino la de «todavía no lo entiendo».
El problema para aclarar no está en que el otro no se explica, sino en que «necesito entenderlo bien y que me ayudes a hacerlo». Con las preguntas aclaratorias pedimos con sinceridad ayuda al otro. No es un examen, sino un favor que nos hace. Las preguntas aclaratorias buscan saber los cuándos, dóndes, el qué y el cómo; buscan que no haya ambigüedad y que se pregunte por una cosa y no por otra.
En este tipo de preguntas es bueno hacer algo que Ignacio de Loyola nos pide: en todo momento «salvar la proposición del prójimo», buscar salvar la pregunta que nos ha hecho. Por ejemplo, es bueno preguntar pausadamente, buscando un ritmo lento que permita paz y poder pensar. El otro no puede ver que disparamos preguntas como una metralleta, porque va a sentirlo como un reproche que trata de desmantelar la propuesta o pregunta.
Es muy útil lanzarnos preguntas que poder responder dentro de unos días. Parte del problema de preguntar se ocasiona en la inmediatez. Cuando hay que responder al momento, reaccionamos más que respondemos. Darnos tiempo quita presión y tensión emocional a las cosas. En esos días da tiempo a procesar. Lo hacemos poco: muchas veces nos obligamos a responder instantáneamente las cosas. Y, cuando nos forzamos a tener las cosas claras a la primera, nos equivocamos. No pasa nada por aplazar las respuestas o proponer darle una segunda vuelta. Es fácil «darnos un par de días para pensarlo». Y además es muy elegante.
Además de preguntas conceptuales y aclaratorias hay preguntas de perspectiva. Hay preguntas que uno hace desde una sola perspectiva, y es importante que se adopten otras perspectivas. La perspectiva puede ser que solo se ve la cuestión desde los intereses personales o porque se ve todo con un ánimo determinado.
Es posible que, cuando estamos cuestionando algo, haya uno que todo lo ve de forma negativa. Con tranquilidad se le puede pedir, como si fuese un juego, que se ponga en la perspectiva de otro. Por ejemplo, al estar en la cena hablando de algo en lo que un hermano reprocha al otro, se le puede decir: «Te propongo algo muy interesante, ponte en el lugar de tu hermano, ¿cuál sería tu pregunta?». O se le puede cambiar de marcha en la bicicleta: «Ponte ahora en una posición más optimista, ¿qué es lo que preguntarías?».
Hay perspectivas negativas y positivas, otras que buscan soluciones creativamente, otras que son prudentes y piensan en los impedimentos. Si ayuda, cambiar los papeles es muy útil para desencallar las cosas o tratar de que no nos enconemos en solo una forma de verlas.
Hay un tipo de pregunta que es muy reveladora y relacionada con la anterior. Se trata de descentrar al sujeto de la pregunta para vernos desde una perspectiva mayor que nos trascienda. Es una pregunta trascendente. Por ejemplo, ante una situación complicada es bueno preguntarnos cómo lo vería algún familiar a quien todos respetemos mucho por su cariño y sabiduría. Otro ejemplo: una pareja está preocupada por el comportamiento de su hijo y no sabe bien qué hacer. Supongamos que ambos tienen un enorme aprecio por el padre de ella, ya que era un hombre ponderado y un gran educador, muy solícito con los hijos. En cierto momento les ayudará preguntarse: ¿cómo habría enfocado esto tu padre o mi padre? En el discernimiento cristiano es crucial la pregunta: «¿qué habría hecho Jesús? ¿Qué querrá Dios que hagamos? ¿A qué nos impulsa el buen Espíritu?».
Cuando nuestra referencia de creencias sea una gran personalidad que admiramos, la pregunta también es muy útil. Imaginemos que estamos en un conflicto familiar. Podemos preguntarnos: «¿Qué habrían hecho Marie Curie o Gandhi?». Quizá nos venga muy grande, porque nosotros no tenemos su grandeza, pero será iluminador.
Otro tipo de pregunta es la motivacional. Explora cuáles son las motivaciones, los porqués. Es imprescindible saber el porqué último de las cosas, conectar las cosas –aunque parezcan circunstanciales– con las motivaciones profundas. No se trata de justificarlo todo de forma obsesiva, pero sí recordarnos la conexión de las cosas con los fines. Un tipo de pregunta relacionado con esta es la pregunta finalista: ¿cuál es el fin? Ignacio de Loyola hacía una pregunta que nosotros nos repetimos mucho en la familia: «¿Adónde voy y a qué?». Nos la hacemos mucho, y eso hace que la llevemos muy metida dentro y salga de forma automática. Cuando hay mucha actividad o estamos algo aturdidos, preguntarnos: «¿Adónde voy y a qué?», ayuda a centrar, a focalizar y a liberaros de ruido para ordenar la realidad entre lo esencial y lo accesorio.
Relacionadas con las motivacionales y finales están las llamadas preguntas consecuenciales, aquellas que exploran cuáles son las consecuencias. Son muy buenas para discernir, porque trabajan con hipótesis, y eso hace que estemos más distanciados. Cuando preguntamos por las consecuencias de las decisiones –y además por lo que puede significar para distintas personas–, trabajamos la dimensión de la responsabilidad y los procesos temporales.
Hay muchos más tipos de interrogantes, pero quisiéramos destacar uno importante: las preguntas implicativas. Son aquellas que comprometen a la persona en lo que se está hablando. Algunos ejemplos: «¿Y qué crees que podrías hacer tú? ¿Y cómo lo sientes tú? ¿Y tú qué harías si estuvieses en su lugar? Y si al final se decide esto, ¿qué vas a hacer tú?». Evitan que las búsquedas sean solo teóricas o que se produzcan discusiones alejadas de la realidad. Nos llevan a hablar de una materia que no es abstracta, sino personal, que afecta a quien quieres y te compromete con la toma de decisiones. Aumenta la conciencia y te inserta en los procesos. En el discernimiento, todo es un asunto personal, porque es la propia vida la que se mueve.
Las siete preguntas clave para comenzar a discernir
Estos tipos de preguntas nos dejan un esquema muy fácil para comenzar a discernir las cosas en familia. Con naturalidad, sin forzar, podemos ir sugiriendo al menos estas siete preguntas cuando buscamos algo (una decisión, solución a un problema, comprensión sobre algo):
1. ¿De qué estamos hablando? (conceptos).
2. ¿Cómo podemos decirlo de una forma más clara? (aclaraciones).
3. ¿Cómo se ve desde distintas perspectivas? (perspectivas).
4. ¿Cómo ve esto Dios o una persona a la que reconoces mayor saber? (trascendencia).
5. ¿Por qué y para qué lo hacemos? (motivaciones).
6. ¿Qué ocurriría si decidimos de una y otra manera? (consecuencias).
7. ¿Cómo nos compromete a cada uno el asunto? (implicaciones).
4. Entrenemos la СКАЧАТЬ