Название: Una Razón para Esconderse
Автор: Блейк ПирÑ
Издательство: Lukeman Literary Management Ltd
Жанр: Современные детективы
Серия: Un Misterio de Avery Black
isbn: 9781640293953
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Hicieron el amor dos veces la noche anterior, tomándose dos horas entre cada sesión para hacer cena y discutir cómo acostarse podría complicar su relación de trabajo si no tenían cuidado. Se quedaron dormidos como a la medianoche. Avery había estado somnolienta y no podía recordar exactamente cuándo se había quedado dormida, pero sí recordaba su brazo alrededor de su cintura.
Ella quería eso de nuevo… Esa sensación de sentirse querida y segura. Pensó en pasar sus dedos por la base de su columna (así como también por otros lugares) solo para despertarlo para que pudiera abrazarla.
Pero no tuvo la oportunidad de hacerlo. La alarma mensajera de su teléfono sonó, y también la del de Ramírez. Eso solo podía significar una cosa: era un asunto laboral.
Ramírez se sentó rápidamente. Cuando lo hizo, la sábana se deslizó, revelando todo su cuerpo. Avery le echó un vistazo, incapaz de resistirse. Tomó su teléfono de la mesita de noche y lo miró con ojos vidriosos. Mientras lo hacía, Avery tomó su propio teléfono de la pila de ropa en el suelo.
El mensaje de texto era de Dylan Connelly, el supervisor de homicidios de la A1. En la forma típica de Connelly, el mensaje fue directo al grano:
Encontramos un cuerpo muy quemado. Tal vez traumatismo craneal.
Mueve el culo al terreno de construcción abandonado en la calle Kirkley AHORA.
“Que agradable es despertar a esto”, se quejó.
Ramírez se bajó de la cama, todavía completamente desnudo, y se puso en cuclillas en el suelo a su lado. La acercó a él y le dijo: “Sí, es muy agradable despertar a esto”.
Se apoyó en él, un poco alarmada por lo contenta que estaba en ese momento. Refunfuñó de nuevo y se puso de pie.
“Mierda”, dijo Avery. “Vamos a llegar tarde a la escena. Tengo que buscar mi auto y volver a casa para cambiarme”.
“Estaremos bien”, dijo Ramírez mientras empezaba a vestirse. “Le responderé en unos minutos, cuando estemos en camino a buscar tu auto. Tú no respondas aun. Tal vez el sonido del mensaje de texto no te despertó. Tal vez tuve que llamarte para que te despertaras”.
“Eso suena engañoso”, dijo, colocándose su camisa.
“Más bien es inteligente”, dijo.
Se sonrieron el uno al otro mientras terminaron de vestirse. Luego entraron en el baño, donde Avery hizo todo lo posible para arreglar su cabello, mientras que Ramírez se cepilló los dientes. Se apresuraron a la cocina y Avery preparó rápidamente dos tazones de cereal.
“Como puedes ver, soy una excelente cocinera”, dijo.
La abrazó por detrás y parecía estar inhalando su aroma. “¿Vamos a estar bien?”, preguntó. “Podemos hacer que esto funcione, ¿verdad?”.
“Creo que sí”, dijo. “Intentémoslo”.
Se devoraron sus cereales, pasando la mayor parte del tiempo mirándose, tratando de medir la reacción del otro a lo que había sucedido la noche anterior. Él se veía igual de feliz que ella.
Salieron por la puerta principal, pero, antes de que Ramírez la cerrara detrás de ellos, se detuvo. “Espera, vuelve adentro por un momento”.
Confundida, dio un paso atrás.
“Adentro, no estamos de servicio. No somos compañeros realmente, ¿cierto?”.
“Cierto”, dijo Avery.
“Así que puedo hacer esto una vez más”, dijo.
Se inclinó y la besó. Fue un beso vertiginoso, uno con la fuerza suficiente para causar que sus rodillas cedieran un poco. Lo empujó a un lado juguetonamente. “Como te dije antes, no empieces”, dijo. “No si no tienes la intención de terminar”.
“Para la próxima”, dijo. Luego salieron y él cerró la puerta detrás de ellos. “Está bien, ahora estamos de servicio. Abre el camino, detective Black”.
Siguieron el plan de Ramírez. Ella respondió el mensaje de texto de Connelly luego de diez y seis minutos. En ese momento, ya estaba cerca de su apartamento y todavía bastante atolondrada por la forma en la que habían salido las cosas la noche anterior. Se las arregló para vestirse, tomar café y salir a la calle de nuevo en menos de diez minutos. El resultado, por supuesto, fue que llegaron a la escena en la calle Kirkley aproximadamente media hora más tarde que Connelly hubiera preferido.
Había varios oficiales ya dando vueltas. Todos ellos eran caras conocidas, caras que había llegado a conocer y respetar desde que se convirtió en detective de homicidios. La expresión de sus rostros la hizo entender que esta sería una mañana muy larga y amarga.
Una de las personas que vio fue a Mike O’Malley. Le pareció alarmante que el capitán estuviera aquí tan pronto. Como la cabeza de la mayor parte de la policía de Boston, rara vez era visto en el ajetreo de escenas del crimen comunes, sin importar cuán viles eran. O’Malley estaba hablando con otros dos agentes, uno de los cuales era Finley. Avery respetaba a Finley como oficial, a pesar de que tendía a ser un poco distante para su gusto.
Vio a Ramírez de inmediato; charlaba con Connelly en el lado más lejano del terreno abandonado.
A lo que hizo su camino a Ramírez y Connelly, trató de analizar la escena lo mejor que pudo. Había pasado por esta parte de la ciudad varias veces, pero nunca le había prestado atención. Era una de las muchas plagas financieras en este extremo de la ciudad, una zona donde desarrolladores entusiastas habían hundido toneladas de dinero en propiedades solo para ver a las propiedades perder su valor y a los compradores potenciales huir. Una vez que los esfuerzos de vivienda llegaron a su fin, la zona volvió a la ruina. Y parece que encajaba bien con el entorno.
Veía chimeneas gemelas en la distancia, elevándose como gigantes manchados. Ambos produjeron columnas de humo en el aire, dándole a la mañana una sensación muy nublada, pero solo en esta parte de la ciudad. En el otro lado del terreno abandonado, Avery podía ver los bordes de lo que pudo haber sido una pequeña quebrada prometedora que hubiera pasado por detrás de las propiedades de las casas de clase media alta. Ahora estaba llena de malas hierbas y zarzas. Bolsas de plástico, envoltorios de bocadillos y otra basura estaban atrapadas en las malas hierbas muertas. Los bancos poco profundos eran fangosos y descuidados, añadiendo un nuevo nivel de estancamiento a toda esa ruina.
En general, esta zona se había convertido en una parte de la ciudad que casi cualquier persona hubiera querido pasar por alto. Avery conocía la sensación, y dejó que surtiera efecto mientras se acercaba a Ramírez y Connelly. El área de inmediato la hizo sentirse agobiada.
“Una zona como esta no puede ser una coincidencia”, pensó. “Si alguien mató aquí o incluso solo arrojó un cuerpo aquí, tiene que tener algún significado… O bien al asesinato o al asesino en sí”.
Inmediatamente a la izquierda de Finley y Ramírez, un oficial acababa de terminar de colocar estacas rojas para acordonar una sección rectangular del terreno. Cuando los ojos de Avery cayeron en lo que descansaba dentro de ese rectángulo, la voz de Connelly resonó desde una distancia corta.
“Mierda, СКАЧАТЬ