Una Razón para Esconderse. Блейк Пирс
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СКАЧАТЬ sabía que eso era verdad. Aunque nunca habían hablado de volver a estar juntos, había un acuerdo tácito entre ellos, algo que habían sentido desde que perdió su trabajo como abogada y arruinó su vida en las semanas que siguieron. Se tolerarían solo por Rose. Aunque había sentimientos mutuos de amor y respeto, los dos sabían que no volverían a estar juntos. Jack solo se preocupaba por lo mismo que ella. Quería que Avery pasara más tiempo con Rose. Y le tocaba a ella encontrar la manera de hacer eso. Había pasado algún tiempo ideando un plan las últimas semanas y, aunque requeriría sacrificio, estaba dispuesta a intentarlo.

      Al sentir que el tema delicado de Jack ya estaba pasando como una nube tempestuosa, Avery trató de abordar el tema de ese sacrificio. No había forma de abordarlo sutilmente, así que simplemente decidió decirlo y ya.

      “Estaba pensando en pedir una carga de trabajo más ligera durante los próximos meses. Supuse que tú y yo deberíamos intentar mejorar nuestra relación”.

      Rose se detuvo. Se veía sorprendida, realmente sorprendida. Dio un pequeño gesto de reconocimiento y volvió a desempacar. Hizo un pequeño sonido.

      “¿Qué?”, preguntó Avery.

      “Pero amas tu trabajo”.

      “Cierto”, dijo Avery. “Pero he estado pensando en transferirme a otro departamento. Si hiciera eso, mi horario sería mejor”.

      Rose dejó de desempacar. Muchas expresiones cruzaron su rostro en un segundo. A Avery le complació ver que una era de ellas fue esperanza.

      “Mamá, no tienes que hacer eso”. Su voz era dulce y desprevenida, casi como la de la niña que solía ser. “Eso es cambiar tu vida por completo”.

      “No, no lo es. Ya soy mayor y me estoy dando cuenta de que me perdí un montón de cosas familiares. Es lo que tengo que hacer para seguir adelante… para ser mejor”.

      Rose se sentó en el sofá lleno de cajas y ropa. Levantó la mirada, ese destello de esperanza todavía en su rostro.

      “¿Estás segura de que es lo que quieres?”, preguntó.

      “No lo sé. Quizás”.

      “Además, veo de donde viene mi capacidad impresionante para recuperarme… de ti”.

      “Ya veo que al fin lo notaste”.

      “Sí. Y, para ser honesta, creo que papá también”.

      “Rose…”.

      Rose se volvió hacia ella.

      “Te echa de menos, mamá”.

      Avery se encorvó. Se quedó allí, en silencio por un momento, incapaz de responder.

      “Yo también lo echo de menos a veces”, admitió Avery. “Simplemente no lo suficiente como para llamar y sacar a relucir el pasado”.

      “Te echa de menos, mamá”.

      Avery dejó que esa frase surtiera efecto. Rara vez pensaba en Jack románticamente. Sin embargo, había dicho la verdad. Ella sí lo echaba de menos. Echaba de menos el extraño sentido del humor de Jack, la forma en que su cuerpo siempre parecía demasiado frío en las mañanas, cómo su necesidad de tener sexo era casi cómicamente predecible. Y extrañaba verlo ser un excelente padre más que nada. Pero ese era el pasado, una parte de su vida que estaba tratando de dejar atrás.

      Aun así, no pudo evitar preguntarse qué pudo haber sido, cayendo en cuenta que pudo haber tenido una excelente vida a su lado. Una vida con cercas blancas, eventos escolares, domingos tranquilos en el patio trasero.

      Pero era posibilidad ya no existía. Rose no había tenido la oportunidad de vivir esa vida perfecta y Avery seguía culpándose a sí misma.

      “¿Mamá?”.

      “Lo siento, Rose. No creo que tu padre y yo podamos arreglar las cosas. Además”, añadió, y respiró hondo, preparándose para la reacción de Rose, “tal vez no eres la única que ha conocido a alguien”.

      Rose se volvió hacia ella, y Avery se sintió aliviada al ver su sonrisa. Miró a su madre con la sonrisa maliciosa que unas amigas podrían compartir mientras hablaban de chicos en medio de unos tragos. Eso calentaba el corazón de Avery de una manera que no estaba preparada para explicar, si es que pudiera hacerlo.

      “¿Qué?”, preguntó Rose, fingiendo sorpresa. “¿Tú? Detalles, por favor”.

      “No hay detalles todavía”.

      “Bueno, ¿quién es?”.

      Avery se rio entre dientes al darse cuenta de lo tonto que parecería. Casi no lo dijo. Demonios, ni siquiera le había dicho al chico cómo se sentía. Expresarlo en frente de su hija sería un poco surrealista.

      Sin embargo, ella y Rose estaban progresando. No tenía sentido guardárselo a causa de su propia vergüenza de tener sentimientos por un hombre que no era el padre de Rose.

      “Es un hombre con el que trabajo. Ramírez”.

      “¿Ya estuvieron juntos?”.

      “¡Rose!”.

      Rose se encogió de hombros. “Querías una relación abierta y honesta con tu hija, ¿cierto?”.

      “Sí, supongo que sí”, dijo con una sonrisa. “Y no… todavía no. Pero me estoy enamorando de él. Es agradable. Divertido, atractivo… y tiene este encanto que solía molestarme, pero que ahora me parece atractivo”.

      “¿Él se siente igual?”, preguntó Rose.

      “Sí. Bueno… se sentía. Creo que estropeé las cosas. Ha sido paciente, pero creo que ya se le agotó la paciencia”. Lo único que no le dijo es que había tomado la decisión de decirle a Ramírez cómo se sentía, pero aún no había tenido el coraje suficiente para hacerlo.

      “¿Lo echaste a un lado?”, preguntó Rose.

      Avery sonrió.

      “Maldita sea, eres observadora”.

      “Te lo estoy diciendo… Es la genética”.

      Rose volvió a sonreír. Parecía haberse olvidado de que tenía que desempacar.

      “¡Hazlo, mamá!”.

      “Dios mío”.

      Rose se echó a reír, y Avery también. Sin duda este era el momento más vulnerable que habían compartido desde que habían comenzado a trabajar para arreglar su relación. De repente, la idea de tomarse algo de tiempo libre del trabajo parecía una necesidad más que solo una idea esperanzadora.

      “¿Qué harás este fin de semana?”, preguntó Avery.

      “Desempacar. Tal vez saldré con Ma… el tipo que permanecerá en el anonimato por ahora”.

      “¿Qué tal un día de chicas con tu madre mañana? Podemos ir a almorzar, ver una película, arreglarnos las uñas”.

      Rose arrugó la nariz ante la idea, pero luego pareció considerarla seriamente. “¿Puedo elegir СКАЧАТЬ