Una Razón para Esconderse. Блейк Пирс
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СКАЧАТЬ que se sentía extraño, pero que sería fundamental para su relación. Saber lo que estaba a punto de preguntarle a su hija era aleccionador pero, de una manera muy extraña, también liberador.

      “¿Así que no te molesta que siga adelante?”, preguntó Avery.

      “¿Qué quieres decir con eso?”, preguntó Rose. “¿Por papá?”.

      “Sí. De tu padre y de toda esa parte de mi vida, la parte de mi vida que dificultó las cosas para todos nosotros. Una gran parte de seguir adelante es ya no sentirme encadenada por la culpa de lo que pudo haber sido. Y tengo que alejarme de tu padre para poder hacerlo. Siempre lo amaré y lo respetaré por criarte mientras que yo no estuve allí, pero él es una parte importante de la vida de la cual tengo que alejarme. ¿Entiendes?”.

      “Sí”, dijo Rose. Su voz se había vuelto dulce y vulnerable de nuevo. Oírla hizo que Avery sintiera ganas de ir al sofá y abrazarla. “Y no necesitas mi permiso, mamá”, continuó Rose. “Sé que lo estás intentando. Lo veo”.

      Por tercera vez en quince minutos, Avery sintió que estaba a punto de llorar. Suspiró para alejar las lágrimas.

      “¿Cómo saliste tan bien?”, preguntó Avery.

      “Genética”, dijo Rose. “Es verdad que has cometido errores, mamá. Pero siempre has sido una dura”.

      Antes de que Avery tuviera tiempo de formar una respuesta, Rose dio un paso adelante y la abrazó. Fue un verdadero abrazo, algo que no había sentido de su hija en bastante tiempo.

      Esta vez, Avery se permitió llorar.

      No recordaba la última vez que había estado tan feliz. Por primera vez en mucho tiempo, sentía que realmente estaba accionando para escapar de los errores de su pasado.

      Una gran parte de eso sería hablar con Ramírez y hacerle saber que ya estaba cansada de ocultar lo que había estado creciendo entre ellos. Ella quería estar con él. De repente, con los brazos de su hija alrededor de ella, Avery sintió que no podía esperar a tener esa discusión con él.

      De hecho, esperaba que fuera más allá de una discusión. Esperaba que terminaran haciendo mucho más que hablar, finalmente dejando que la tensión que había estado creándose entre ellos se disipara de la mejor forma posible.

      CAPÍTULO DOS

      Se reunió con Ramírez tres horas más tarde, justo después del fin de su turno. Había respondido su llamada con entusiasmo, pero había sonado cansado. Es por eso que habían elegido reunirse a orillas del río Charles, en uno de los muchos bancos ubicados en los senderos alrededor del borde oriental del río.

      Mientras caminaba hasta el banco en el que habían acordado reunirse, vio que acababa de llegar. Estaba sentado en el banco, mirando al otro lado del río. El cansancio en su voz se notaba en su rostro. Sin embargo, se veía en paz. Había notado que él se volvía silencioso e introspectivo cada vez que se le presentaba una vista panorámica de la ciudad.

      Se acercó y él se volvió hacia ella cuando oyó sus pasos. Le mostró su sonrisa ganadora y, en ese instante, ya no se veía cansado. Una de las muchas cosas que le gustaban a Avery de él era la forma en la que la hacía sentir cada vez que la miraba. Era claro que había algo más que simple atracción allí; la miraba con reconocimiento y respeto. Eso, más el hecho de que él le decía a menudo que era hermosa, la hacía sentirse más segura y más deseable de lo que jamás había recordado sentir.

      “¿Tuviste un día largo?”, le preguntó Avery a lo que se sentó en el banco a su lado.

      “Sí. Tuve mucho trabajo. Quejas por ruido. Una pelea en un bar que se volvió sangrienta. Y hasta recibí una llamada sobre un perro que había perseguido a un niño a un árbol”.

      “¿Un niño?”.

      “Un niño”, dijo Ramírez. “La vida glamorosa de un detective cuando la ciudad está tranquila y aburrida”.

      Ambos miraron el río en un silencio que, durante las últimas semanas, había comenzado a volverse cómodo. Si bien no eran técnicamente una pareja, habían llegado a apreciar el tiempo juntos que no estaba lleno de charla por el simple hecho de hablar. Lenta y deliberadamente, Avery se acercó y le tomó la mano.

      “Camina conmigo, ¿quieres?”.

      “Claro”, dijo, dándole un apretón a su mano.

      Incluso sostener su mano era algo monumental para Avery. Ella y Ramírez se habían tomado de manos con frecuencia y se habían besado brevemente en algunas ocasiones, pero agarrar su mano intencionalmente estaba fuera de su zona de confort.

      “Pero cada vez se siente más cómodo”, pensó cuando empezaron a caminar. “Bueno, lleva mucho tiempo sintiéndose así, admítelo”.

      “¿Estás bien?”, preguntó Ramírez.

      “Sí”, dijo. “Tuve un buen día con Rose”.

      “¿Las cosas se están empezando a normalizar?”, preguntó.

      “Sí, un poco”, dijo Avery. “Es un trabajo en progreso. Y hablando de progreso…”.

      Se detuvo, confundida porque no entendía por qué le era tan difícil decir lo que quería decir. Debido a su pasado, sabía que era emocionalmente fuerte… Entonces ¿por qué le era tan difícil expresarse cuando realmente importaba?

      “Esto va a sonar cursi”, dijo Avery. “Así que por favor mantén mi vulnerabilidad en mente”.

      “Está bien…”, dijo Ramírez, claramente confundido.

      “He sabido desde hace bastante tiempo que tengo que hacer algunos cambios. Una gran parte de eso es tratar de arreglar las cosas con Rose. Pero hay otras cosas también. Cosas que no he querido admitirme a mí misma por temor”.

      “¿Como qué?”, dijo Ramírez.

      Sabía que él estaba un poco incómodo. Habían sido transparentes antes, pero nunca a esta medida. Esto era más difícil de lo que había esperado.

      “Mira… sé que arruiné las cosas entre nosotros”, dijo Avery. “Me mostraste una paciencia y un entendimiento tremendo durante las cosas que estaba pasando. Y sé que te alejé luego de haberte esperanzado”.

      “Eso es cierto”, dijo Ramírez, con un poco de humor.

      “Te pido disculpas por eso”, dijo Avery. “Espero que puedas pasar por alto mis temores y mi vacilación… Quiero otra oportunidad”.

      “¿Una oportunidad para…?”, dijo Ramírez.

      “Va a hacerme decirlo”, pensó. “Y me lo merezco”.

      Ya era de noche y había pocas personas caminando por las aceras y senderos que alineaban el río. Era una escena pintoresca, como algo salido de una de esas películas que por lo general odiaba ver.

      “Una oportunidad para nosotros”, dijo Avery.

      Ramírez dejó de caminar, pero mantuvo su mano en la suya. La miró con sus ojos marrones oscuros y sostuvo la mirada. “No puede ser una oportunidad”, dijo. “Tiene que ser real. Algo seguro. No puedo seguir en esto de toma y dame”.

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