Antes De Que Peque . Блейк Пирс
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СКАЧАТЬ a propósito,” dijo Mackenzie, con una mirada hacia McGrath que pretendía ser cómica pero que le pareció pasar totalmente desapercibida.

      “Recuerdo escuchar hablar de ello junto al dispensador de agua,” dijo Ellington. “La mujer que encontró el cadáver estuvo en estado de conmoción durante un tiempo, ¿no es cierto?”

      “Correcto,” dijo McGrath.

      “Y en base a lo que encontró el equipo forense,” añadió Yardley, “el padre Costas no llevaba allí clavado más de dos horas.”

      Mackenzie repasó los documentos. Las imágenes en su interior mostraban al padre Costas en exactamente la misma posición que el reverendo Tuttle. Todo resultaba prácticamente idéntico, hasta el detalle del corte alargado a lo largo del entrecejo.

      Cerró la carpeta y se la devolvió a McGrath.

      “¿Dónde está esta iglesia?” preguntó Mackenzie, señalando a la pantalla del portátil.

      “A las afueras de la ciudad. Una iglesia presbiteriana de un tamaño decente.”

      “Enviame las direcciones por mensaje de texto,” dijo Mackenzie, poniéndose ya en pie. “Me gustaría ir a verla por mi cuenta.”

      Por lo visto, estos últimos ocho días había echado en falta el trabajo más de lo que le hubiera gustado reconocer.

      ***

      Todavía era de noche cuando Mackenzie y Ellington llegaron a la iglesia. El equipo forense estaba terminando con su trabajo. Habían bajado el cadáver del reverendo Tuttle del portón, pero a Mackenzie eso no le importaba. En base a las dos imágenes que había visto del reverendo Tuttle, ya había visto todo lo que necesitaba ver.

      Dos asesinatos en forma de crucifixión, ambos en los portones de unas iglesias. Los hombres que han asesinado eran supuestamente líderes de sus parroquias. Está bastante claro que alguien guarda algún rencor enorme contra la iglesia. Y sea quien sea, no tiene preferencia por ninguna denominación.

      Ellington y ella se acercaron a la parte delantera de la iglesia mientras el equipo forense terminaba con sus procedimientos. Hacia la izquierda, cerca del pequeño letrero con el nombre de la iglesia, había un pequeño grupo de gente. Unos cuantos estaban rezando abrazados. Otros lloraban sin ningún tapujo.

      Miembros de la iglesia, asumió Mackenzie con una tristeza rotunda.

      Se acercaron a la iglesia y la escena no hizo más que empeorar. Había regueros de sangre y dos agujeros grandes donde se habían clavado las puntas. Escudriñó la zona en busca de otros signos de iconografía religiosa pero no vio nada. Solamente había sangre y pizcas de tierra y de sudor.

      Es algo tan osado, pensó. Tiene que haber algún tipo de simbolismo en todo ello. ¿Por qué una iglesia? ¿Por qué el portón de una iglesia? Una vez sería coincidencia, pero dos veces consecutivas, en ambos casos clavados a las puertas—eso fue a propósito.

      Le pareció casi ofensivo que alguien hiciera algo así delante de una iglesia. Y quizá fuera todo el sentido que había en ello. No había manera de saberlo de seguro. Aunque Mackenzie no fuera una creyente en la religión o en Dios o en los efectos de la fe, también respetaba el derecho de la gente a profesar su religión. A veces deseaba ser ese tipo de persona. Quizá fuera por eso que el acto le parecía tan deplorable; burlarse de la muerte de Cristo en la entrada misma del lugar donde la gente se reunía en busca de consuelo y de refugio en su nombre era algo detestable.

      “Incluso aunque este fuera el primer asesinato,” dijo Ellington, “una visión como esta me haría pensar de inmediato que habría más asesinatos. Esto es… repugnante.”

      “Lo es,” dijo Mackenzie. “Pero no estoy del todo segura de por qué me hace sentir así.”

      “Porque las iglesias son lugares seguros. No te esperas encontrarte agujeros profundos hechos con puntas y sangre húmeda en sus puertas. Eso es alguna historia del Antiguo Testamento ahí mismo.”

      No es que Mackenzie fuera una erudita sobre la Biblia ni de lejos, pero recordaba algunas historias de su infancia—algo sobre el Ángel de la Muerte atravesando una ciudad y secuestrando a los primogénitos de cada familia si no había cierta marca en las puertas.

      Un escalofrío le recorrió el cuerpo. Lo reprimió al darse la vuelta hacia el equipo forense. Con un leve saludo, consiguió captar la atención de un miembro del equipo. Se acercó, claramente angustiado por lo que el equipo y él acababan de ver. “Agente White,” dijo. “¿Es este tu caso ahora?”

      “Eso parece. Me preguntaba si teníais las puntas que utilizaron para clavarle allí arriba.”

      “Claro que sí,” dijo él. Hizo un gesto con la mano a otro de los miembros de su equipo y entonces volvió a mirar al portón. “Y el tipo que hizo esto… o era fuerte como un oso o tenía todo el tiempo del mundo para hacer esto.”

      “Eso es improbable,” dijo Mackenzie. Asintió de nuevo hacia el aparcamiento de la iglesia y la calle detrás de él. “Incluso si el asesino hizo esto sobre las dos o las tres de la mañana, las probabilidades de que no hubiera un vehículo pasando por Browning Street que le pudiera ver son mínimas.”

      “A menos que el asesino estudiara el área de antemano y conociera al dedillo las horas muertas del tráfico después de medianoche,” ofreció Ellington.

      “¿Alguna posibilidad de grabaciones de video?” preguntó.

      “Ninguna. Ya lo comprobamos. La Agente Yardley llamó a unas cuantas personas—los propietarios de los edificios cercanos. Solo uno de ellos tiene cámaras de seguridad y no están enfocadas sobre la iglesia, así que no hay nada que hacer al respecto.”

      El otro miembro del equipo forense se acercó. Llevaba una bolsa de plástico de tamaño medio que contenía dos agujas grandes de hierro y lo que parecía ser un hilo de cable grueso. Las puntas estaban cubiertas de sangre, que tambien se había derramado por el interior transparente de la bolsa.

      “¿Esas son agujas de ferrocarril?” preguntó Mackenzie.

      “Probablemente,” dijo el chico del equipo forense. “Pero si lo son, son unas agujas en miniatura. Quizá la clase que utiliza la gente para los corrales de gallinas o las vallas en los prados.”

      “¿Cuánto tiempo antes de que obtengas algún tipo de resultado de ellas?” preguntó Mackenzie.

      El hombre se encogió de hombros. “¿Medio día, quizás? Dime qué estás buscando específicamente y trataré de que los resultados te lleguen cuanto antes.”

      “Comprueba si puedes averiguar qué utilizó el asesino para clavar las agujas. ¿Puedes averiguar ese tipo de cosas por el desgaste reciente en los cabezales de las agujas?”

      “Claro, deberíamos poder hacerlo. Ya hemos hecho todo lo que podemos hacer por nuestra parte. El cuerpo sigue con nosotros; no llegará a la oficina del forense hasta que lo digamos nosotros. Ya hemos espolvoreado el portón y la escalinata en busca de huellas. Te comunicaremos si encontramos alguna cosa.”

      “Gracias,” dijo Mackenzie.

      “Perdona que ya hayamos retirado el cadáver, pero estaba saliendo el sol y la verdad es que no queríamos que esto СКАЧАТЬ