Название: El Despertar de los Dragones
Автор: Морган Райс
Издательство: Lukeman Literary Management Ltd
Жанр: Зарубежное фэнтези
Серия: Reyes y Hechiceros
isbn: 9781632912824
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Otro grupo de los hombres de su padre salió a pie, y mientras Kyra se acercaba a la puerta con sus hermanos, ellos abrieron camino junto con las masas permitiendo que Brandon y Braxton pasaran con el jabalí. Silbaban en admiración y los grandes hombres musculosos se acercaron, casi un pie más altos que sus hermanos que no eran bajos, la mayoría portando grisáceas barbas, todos entre los treinta y cuarenta con muchas batallas encima y quienes había servido al antiguo Rey sufriendo la indignación de su rendimiento. Hombres que nunca se hubieran rendido. Eran hombres que lo habían visto todo y muy pocas cosas los impresionaban—y el jabalí fue algo que llamó su atención.
“¿Lo mataron ustedes solos?” le preguntó uno a Brandon, acercándose y examinándolo.
La multitud se agrandó y Brandon y Braxton finalmente se detuvieron tomando la admiración y elogio de estos grandes hombres, tratando de no mostrar su agitada respiración.
“¡Lo hicimos!” Braxton dijo orgullosamente.
“De Cuerno Negro,” exclamó otro guerrero acercándose tocando la espalda del animal. “No había visto uno desde que era niño. Una vez ayudé a matar uno, pero estaba con un grupo de hombres, y dos de ellos perdieron dedos.”
“Pues, no perdimos nada,” Braxton dijo con valentía. “Sólo una punta de lanza.”
Kyra se enrojeció mientras los hombres reían claramente admirando la presa, mientras que otro guerrero, el líder, Anvin, se acercó y examino la presa detalladamente. Los hombres le abrieron camino mostrándole una gran cantidad de respeto.
El comandante de su padre, Anvin, era el hombre favorito de Kyra que sólo respondía a su padre y guiaba a estos grandes guerreros. Anvin había sido como un segundo padre para ella, y lo había conocido tanto como podía recordar. Ella sabía que él la apreciaba mucho y se preocupaba por ella; pero más importante, él siempre tenía tiempo para ella, mostrándole las técnicas de entrenamiento y armas cuando otros no lo hacían. Hasta la había dejado entrenar con los hombres en más de una ocasión, y había disfrutado cada una. Era el más fuerte de todos, pero también el de corazón más amable para los que apreciaba. Pero a los que no, Kyra sentía lástima por ellos.
Anvin tenía poca tolerancia para las mentiras; era el tipo de hombre que siempre tenía que conseguir la verdad absoluta de todo, sin importar lo que fuera. Tenía un ojo meticuloso, y mientras se acercaba a examinar al jabalí, Kyra lo miró observar las dos heridas de flecha. Tenía un ojo para los detalles, y si alguien se iba a dar cuenta de la verdad, sería él.
Anvin examinó las dos heridas, notando las dos puntas de flecha todavía dentro con los fragmentos de madera en donde sus hermanos habían roto sus flechas. Las había roto muy cerca de la punta para que nadie notara lo que lo había matado. Pero Anvin no era nadie.
Kyra miró a Anvin estudiar las heridas, sus ojos entrecerrándose, y sabía que había conseguido la verdad en un instante. Se agachó quitándose un guante y saco la punta de flecha del ojo. La levantó aún con sangre y se volteó hacia sus hermanos con una mirada escéptica.
“Conque una punta de lanza, ¿verdad?” les preguntó.
Un silencio tenso cayó sobre el grupo mientras Brandon y Braxton se miraban nerviosos por primera vez. Se movían en su lugar.
Anvin miró a Kyra.
“¿O una punta de flecha?” añadió, y Kyra pudo ver como todo se acomodaba en su cabeza dándose cuenta de lo que había pasado.
Anvin caminó hacia Kyra, sacó una flecha de su carcaj y la acercó a la punta de flecha. Todos pudieron ver que eran iguales. Le dio a Kyra una mirada llena de orgullo, y Kyra sintió todos los ojos volteándose hacia ella.
“Tu disparo, ¿no es cierto?” le preguntó. Fue más una afirmación que una pregunta.
Ella asintió con la cabeza.
“Lo fue,” respondió agradecida por el reconocimiento de Anvin y sintiéndose vindicada.
“Y el disparo lo derribó,” concluyó él. Fue una observación, no una pregunta, con una voz definitiva mientras estudiaba al jabalí.
“No veo otras heridas más que esta dos,” añadió pasando su mano sobre este y deteniéndose en la oreja. La examinó y entonces miró a Brandon y Braxton con desdén. “A menos que llamen herida a este rasguño de lanza.”
Levantó la oreja del jabalí y Brandon y Braxton se enrojecieron mientras el grupo de guerreros reía.
Otro de los famosos guerreros de su padre se acercó, Vidar, amigo cercano de Anvin, un hombre bajo y delgado en sus treintas con rostro demacrado y una cicatriz en la nariz. Con su pequeña complexión no parecía ser mucho, pero Kyra lo sabía bien: Vidar era tan fuerte como la roca, famoso por su combate cuerpo a cuerpo. Era uno de los hombres más duros que Kyra había conocido, famoso por derribar a dos hombres el doble de su tamaño. Muchos hombres, debido a su pequeño tamaño, habían cometido el error de provocarlo—sólo para aprender una dura lección. Él también había tomado la tutela de Kyra, siempre protegiéndola.
“Parece que erraron,” concluyó Vidar, “y la chica los salvó. ¿Quién les enseñó a ustedes dos a disparar?”
Brandon y Braxton se miraban más nerviosos claramente atrapados y ninguno dijo nada.
“Es algo muy grave el mentir sobre una presa,” dijo Anvin volteándose hacia sus hermanos. “Hablen ahora. Su padre querría que dijeran la verdad.”
Brandon y Braxton se quedaron inmóviles claramente incómodos, mirándose uno a otro como debatiendo qué decir. Por primera vez desde que podía recordar, Kyra los miró sin palabras.
Justo cuando estaban a punto de abrir la boca, una voz ajena pasó entre la multitud.
“No importa quién lo mató,” dijo la voz. “Ahora es nuestro.”
Kyra volteó junto con los otros sobresaltada por la extraña voz—y su estómago se revolvió en cuanto vio a un grupo de los Hombres del Señor, reconocidos por su armadura escarlata, acercándose entre la multitud mientras los aldeanos se apartaban. Se acercaron al jabalí observándolo con codicia, y Kyra miró que querían esta presa como trofeo—no porque la necesitaran, sino para humillar a su gente, para quitarles este punto de orgullo. A su lado, Leo gruñó, y ella le puso una mano en el cuello calmándolo y deteniéndolo.
“En el nombre de nuestro Señor Gobernador,” dijo el Hombre del Señor, un soldado corpulento con una frente baja, las cejas gruesas, una gran barriga, y una cara amontonada en la estupidez, “reclamamos este jabalí. Él les agradece de antemano su regalo en este festival.”
Les hizo un gesto a sus hombres y estos se acercaron como si fueran a tomarlo.
Mientras lo hacían, Anvin se acercó repentinamente СКАЧАТЬ