Название: Asalto A Los Dioses
Автор: Stephen Goldin
Издательство: Tektime S.r.l.s.
Жанр: Героическая фантастика
isbn: 9788873041542
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“No disfrutes al señalar a los demás cuando eres ti quien tiene razón,” citó a un escritor del siglo veintidós llamado Mellers, “a menos que ellos disfruten al señalarte cuando tú estés equivocada.” No obstante, le hubiese gustado haber tenido esos compañeros extra.
Inmediatamente atrás de los camarotes se encontraban las áreas comunes, que incluían cocina, capilla, lavandería, muelle de salvavidas, reciclador y sala de recreación. Después, la sala de almacenaje de robots y finalmente la bodega de carga, con los motores hacia el final de la nave. La distribución era estándar para la mayoría de las naves comerciales pequeñas. Aunque Dev sólo había estado a bordo durante dos meses, sentía como si hubiese vivido allí durante la mayor parte de su vida.
Mientras se acercaba a la bodega, Dev creyó haber escuchado un ruido proveniente del otro lado de la puerta. De inmediato miró a Dunnis y el gran hombre hizo un gesto indicando que también lo había escuchado. Silenciosamente, ambos bajaron hacia la escotilla de la bodega. Dev retiró su arma láser de su cinturón, preparándola para disparar, incitando a Dunnis a hacer lo mismo. Cuando ambos estuvieron listos, presionó el botón que hacía que se abriera la escotilla.
La bodega estaba oscura por dentro, la única luz se filtraba a través del corredor donde se encontraban. Nada se movía, nada parecía estar fuera de lugar, pero Dev no se bajó la guardia. Al llegar al próximo botón, encendió las luces adentro de la bodega.
Allí—tras una fila de cajas cubiertas—vio que algo se movió, de eso estaba segura. Se lanzó cuidadosamente a través de un agujero en la pared, aterrizó con las rodillas flexionadas y miró en dirección al ruido. Encima de las cajas, sólo pudo ver un techo de pelaje marrón.
Había un polizón a bordo del Foxfire.
CAPÍTULO 3
La más alta moral hace una reverencia por un simple respeto hacia los demás.
—Anthropos, La Bondad del Hombre
Dev se puso de pie, ligeramente agachada, con el arma en su mano y corrió rápidamente hacia su lista de alternativas. Estaría entre sus derechos, como capitana de esta nave, abrir fuego de inmediato contra el intruso—pero ese curso de acción sería una estupidez bajo estas circunstancias. Los rayos láser de su arma podrían dañar parte de la mercancía que se encontraba estibada hacia arriba y que la rodeaba por completo; y de todos modos, los nativos no podrían tener armas muy potentes, ya que su tecnología no se extendía mucho más allá de cuchillos y lanzas.
Por su cabeza se cruzó el pensamiento de que este no podría ser un nativo ordinario y su aparición aquí podría tener alguna conexión con los eventos acaecidos más temprano. Posiblemente, era algún espía de los dioses, que vino a observarlos personalmente. Pero hace apenas un momento, ella había afirmado que los dioses eran seres con una elevada experiencia tecnológica; enviar a un nativo para espiarlos no sería algo propio de esos personajes. Por ahora, Dev tachó esa posibilidad, aunque mantuvo su arma preparada. Era su política personal que al negociar con cualquier otro ser pensante, debía usar la coacción física sólo como un último recurso.
“Dunnis,” llamó al ingeniero en voz baja, quien continuaba en el corredor sobre ella, mirando con preocupación hacia la bodega. “Despierte a Larramac y a Bakori. Dígales que tenemos un polizón en la bodega y tráigalos aquí. Puedo requerir de su ayuda.”
El gran hombre dudó dejarla sola. “¿Está segura que estará bien? Una mujer sola con un intruso desconocido—”
Ten paciencia con las buenas intenciones, dijo para sí con firmeza. Con frecuencia, no pueden evitarlo. “Vaya. Ahora. Es una orden.”
Dunnis obedeció.
Dev volcó toda su atención sobre el nativo. No se había movido de su posición inicial tras un lote de cajas. Ya que la criatura debía saber que Dev había ingresado a la bodega, al parecer no se encontraba segura de haber sido vista y no quería hacer ningún otro movimiento. Además, debía usar el silencio para escuchar cualquier sonido que le indicara movimiento en dirección a ella.
Manteniendo el arma lista para disparar, Dev encendió el casco traductor que aún tenía puesto. “Quienquiera que seas, sé que estás aquí,” dijo en un tono tranquilo y calmado. “Mi nombre es Ardeva Korrell y soy la capitana de esta nave. ¿Cuál es su nombre?”
El interlocutor seguí sin moverse. Posiblemente haya pensado que Dev estaba fingiendo, o probablemente tenía mucho miedo. Tuvo que disipar cualquier temor que pudiera tener.
“Quiero decir que no tiene malas intenciones,” prosiguió. “Sólo quiero saber por qué decidió ocultarse a bordo de mi nave. Sé exactamente dónde se encuentra, pero le prometo que no me acercaré hasta que hablemos. Si no me perjudica ni a mi equipo, ni a mi nave, le garantizo que no lo lastimaré.”
La alfombra de pelaje que originalmente había visto, se perdió de su vista mientras el nativo se agachó aún más debajo tras las cajas.
“Por favor, no intente esconderse; eso no le hará ningún bien. Esta es una nave pequeña, y hay pocos lugares adonde pueda usted ir antes de que lo encontremos. Imagino que este es un lugar extraño y atemorizante para ti, y soy una criatura desconocida y repulsiva, proveniente de las estrellas. A pesar de ello, he negociado justamente con su gente durante los dos días que he estado aquí en su pueblo. Todo lo que le pido es saber por qué has venido.”
Su voz hizo un eco a través de la bodega grande, pero el silencio regresó mientras las últimas partes de sus palabras se desvanecían. Miró la cámara buscando un punto táctico, preguntándose exactamente qué hacer en caso de hacerse necesaria la acción. La bodega no estaba aclimatada; las frías paredes de metal al parecer multiplicaban el clima frío y húmedo del exterior y producían un escalofrío que la hizo temblar aún a pesar de que el material de su uniforme espacial mantenía su cuerpo a una temperatura adecuada.
Cajas y cajones de diferentes tamaños estaban apiladas muy cerca entre sí, por la necesidad de acomodar un gran número en un pequeño volumen; los pasillos entre las pilas de contenedores necesariamente eran estrechas y no eran apropiadas para realizar frenéticas cacerías. Ella esperaba que eso no fuera necesario.
El nativo continuaba sin hacer ningún movimiento para mostrarse. Piensa, se dijo a sí misma. Intenta razonar con la psicología de estas personas. Sabes lo suficiente sobre ellos para hacer una suposición educada. “Mi paciencia es genial, más no es ilimitada,” dijo finalmente. “Estoy comenzando a sentirme un poco cansada del monólogo. Si no me respondes pronto, me veré obligada a tomar acciones más drásticas.”
Entonces, la inspiración le golpeó. “Y después de atraparte, te lanzaremos de la nave a la misericordia de los dioses.”
Esa última amenaza dio en el clavo. Escuchó un sonido que su computadora no logró traducir; parecía más bien un suspiro involuntario que su habla. Pero al menos fue una reacción. Se encontraba en el laso correcto.
“No quiero hacer eso,” continuó. “No me fuerces a hacerlo. Háblame. Ahora.”
Una voz baja y dubitativa emitió un gruñido desde atrás de las cajas. “¿Me… me promete que no me sacará de aquí?” tradujeron los audífonos.
“No puedo prometer nada, no hasta que yo sepa por qué estás СКАЧАТЬ