Название: Asalto A Los Dioses
Автор: Stephen Goldin
Издательство: Tektime S.r.l.s.
Жанр: Героическая фантастика
isbn: 9788873041542
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Esa última parte era una mentira descarada. Al menos el noventa y nueve por ciento de la raza humana jamás había escuchado hablar sobre Dascham; y entre la distinguida minoría que había escuchado sobre ese planeta, consideraban que sus dioses eran parte de un pintoresco folclor. Pero de acuerdo a las lecturas extensas de Dev acerca de religiones, ella tenía conocimiento de que todos los dioses tenían un trato en común: eran inmensamente susceptibles a las adulaciones. Con una situación tan crítica, ciertamente no haría daño el jugar con los egos de las deidades de Dascham.
Al terminar de hablar, dio un paso hacia atrás e inclinó humildemente su cabeza en espera de la respuesta del ángel. La fulgurante criatura pareció considerar sus palabras durante medio minuto antes de hablar nuevamente. “Los dioses son justos,” anunció a un apasionado coro de ‘Amenes.’ “Han decidido que Zhurat actuó solo en su atento de impartir la herejía entre los verdaderos creyentes. Fue castigado en una forma justa, para mostrarle a quienes tienen dudas, el poder de los dioses. Una muerte rápida debe ser el final de todos los que se opongan a los dioses.”
Más ‘Amenes.’
“Los otros humanos parecen inocentes de esta mancha de herejía. Los dioses han ordenado que ellos vivan y continúen con su misión comercial como antes—pero la muerte de un tripulante les servirá como ejemplo. Todo aquél que se oponga a los dioses, morirá.”
En este momento, Dev, quien ahora conocía bien el sistema, condujo el canto de “Amén” de los espectadores.
“Grandes son los dioses, porque de ellos es el poder y la gloria eternos.”
“¡AMÉN!”
Con este último pronunciamiento, el Oso de Peluche Vengador se levantó serenamente hacia el cielo una vez más, moviendo sus alas como si nada. Su espada brillaba con un fulgor dorado mientras ondeaba su hoja casi de una manera amenazadora. Dev no podía inclinar su cabeza hacia abajo demasiado lejos para mirarlo subir porque el torrencial aguacero entraba en sus ojos. En lugar de eso, miró hacia donde habían estado las cenizas de Zhurat. El uniforme carbonizado, ahora enterrado en el fango, hizo imposible diferenciar entre los restos de su tripulante y el barro natural de Dascham.
Moviendo suavemente su cabeza, se perdió de vista. Seguramente tienen un infierno de película, pensó—pero teniendo cuidado de no expresar ese sentimiento en voz alta.
***
Dev y Dunnis rodaron de vuelta al Foxfire en el pequeño carruaje que los nativos les dieron. El daryek que lo tiraba era una bestia de aspecto viejo y enfermizo, probablemente la única a la que los habitantes de la localidad pudieron comprar. El animal, quien no estaba contento con la idea de estar obligado a trabajar de noche, mostró su resentimiento tirando lentamente a un paso apenas más rápido que el que los humanos podían llevar a pie. El carruaje retumbaba y se sacudía a través de las irregularidades del camino en una forma que parecía haber sido planificada para producir los peores moretones en los traseros de los pasajeros. Aún así, Dev recordaba lo desagradable que fue su camino hacia el pueblo por este mismo camino y decidió que prefería estas humillaciones—a duras penas.
Ambas personas permanecieron en silencio durante la mitad del camino, contemplando todo lo que habían visto. Finalmente, Dunnis exhaló un largo suspiro. “Eso fue terrorífico,” dijo. Toda señal de ebriedad había desaparecido de su voz; la muerte de Zhurat lo puso en sobriedad rápidamente.
Dev sonrió levemente. “No puedo discutir contra eso.”
“¿Qué supone usted que sucedió allí, de todos modos?”
“Los dioses hirieron a Zhurat por su blasfemia y un ángel descendió y nos dijo que no pecáramos más.”
Dunnis la miró con extrañeza. “¿De verdad cree en toda esa palabrería?”
“Es así como me pareció que era. Estoy abierta a mejores explicaciones, si las tiene.”
“Pensé que ustedes los eoanos no creían en nada además de ustedes mismos.”
“¿Está intentando decirme en qué creo?” Dev fue muy cuidadosa al decir eso. Sería demasiado fácil interpretar su observación como un sarcasmo. En su lugar, se aseguró de doblar las puntas de su lengua en una mueca severa pero cálida, de manera que el ingeniero pudiese ver que no había ninguna hostil defensa tras su observación.
El gran pelirrojo se rindió. “Francamente, capitana, no sé qué pensar. Seguramente usted estuvo haciendo reverencias y diciendo amenes por todo el lugar frente a ese… ese....”
“‘Ángel’ creo que sería un buen término. Y yo no hice ni una sola reverencia—aunque si todos los demás a mi alrededor lo hubiesen estado haciendo, yo lo hubiese hecho. La cortesía y las buenas maneras siempre te harán ganar puntos, siempre y cuando sean aplicadas correctamente.”
“Pero se entregó tan fácilmente a esa cosa, prácticamente chupándole el culo para pedir perdón—”
“Mis padres no me criaron para ser un pararrayos,” dijo Dev con simpleza.
“Si, pero… bueno, si son dioses, ¿por qué sólo están aquí en este atrasado planeta? ¿Por qué no están en el espacio o en otros mundos?”
“Yo no puedo responder eso. Simplemente no tengo suficiente información. Ciertamente no parece que estuvieran en el espacio, y sé que no están en Eos. Si así fuese, toda la población habría sido incinerada hace mucho tiempo. Pero se me ha dicho que los dioses trabajan de maneras misteriosas. Este es un universo enorme y variado; todo es posible.”
“Pero—”
“Escuche, hace mucho tiempo, una vez un poeta llamado Alexander Pope escribió, ‘Una verdad está clara: cualquiera que sea, es correcta.’ Eso, finalmente, es lo que yo creo. Lo que sea cierto para el resto del universo no tiene importancia aquí; lo que sea cierto en Dascham es que hay dioses que tienen magníficos poderes. Mientras estoy aquí, intento tomar en cuenta ese hecho antes de hacer o decir cualquier cosa. Le aconsejo que haga lo mismo—los dioses saben todo lo que se hace y pueden escuchar todo lo que se dice en este mundo.”
“Pero estamos hablando galingua ahora; seguramente ellos no entienden ese idioma.”
“No los subestime. Ya he perdido a uno de mis tripulantes, no puedo permitirme perder otro.” Y con eso terminó de hablar. Dunnis, comprendiendo que ella no tenía intenciones de hablar más, se sentó taciturno a su lado e intentó acompañarle a través de la lluvia y la oscuridad mientras su daryek caminaba lenta y pesadamente.
***
Fue cuestión СКАЧАТЬ