Kyra caminó despacio observando cuidadosamente. Cada caballo era como una obra de arte; más grandes que cualquier caballo que había visto y llenos de belleza y poder.
“Gracias a ti y a tu dragón, estos caballos ahora son nuestros,” dijo Baylor. “Es apropiado que elijas al tuyo. Tu padre me ha ordenado que te deje elegir primero, incluso antes que él.”
Kyra estaba abrumada. Al estudiar el establo, sintió una gran carga de responsabilidad sabiendo que esta era una decisión de una sola vez en la vida.
Caminó despacio acariciando sus melenas, sintiendo lo suaves que eran, su poder, y no podía tomar una decisión.
“¿Cómo debo elegir?” le preguntó Baylor.
Él sonrió y negó con la cabeza.
“He entrenado caballos toda mi vida,” respondió, “También los he criado. Y si hay algo de lo que estoy seguro, es que no hay dos caballos iguales. Algunos son criados para la velocidad, otros para resistencia; algunos se especializan en fuerza, mientras que otros en llevar una carga. Algunos son muy orgullosos para llevar cualquier carga. Y otros, bueno, otros se crían para las batallas. Algunos prosperan en las justas, otros sólo quieren luchar, y otros más son creados para el maratón de la guerra. Uno puede ser tu mejor amigo, pero otro te rechazará. Tu relación con un caballo es algo mágico. Este te llama a ti y tú a él. Escoge bien y tu caballo siempre estará a tu lado, en tiempos de pelea y en tiempos de guerra. Ningún guerrero está completo sin uno de estos.”
Kyra caminó con el corazón golpeándola en excitación, pasando caballo tras caballo, algunos mirándola y otros volteando hacia otro lado, algunos relinchando y pisando impacientes y otros quedándose quietos. Estaba esperando una conexión, pero no sentía ninguna. Estaba frustrada.
De repente, Kyra sintió un escalofrío en su espalda, como un rayo de electricidad atravesándola. Llegó junto con un sonido agudo que hacía eco en los establos, un sonido que le hizo saber que ese era su caballo. No se escuchó como un caballo común, pues este emitió un sonido mucho más oscuro, más poderoso. Cortó el silencio y se elevó sobre el sonido de los demás, como un león salvaje tratando de liberarse de su jaula. Esto la aterrorizó y la atrajo al mismo tiempo.
Kyra volteó hacia el final del establo desde donde venía y, al hacerlo, se escuchó de repente como algo rompía la madera. Vio los lugares despedazándose con madera volando por todas partes, y entonces hubo una conmoción mientras varios hombres se apresuraban para cerrar la puerta rota de madera. Un caballo seguía golpeándola con sus pezuñas.
Kyra se apuró hacia la conmoción.
“¿A dónde vas?” preguntó Baylor. “Los caballos finos están aquí.”
Pero Kyra lo ignoró y se apresuró, con su corazón latiendo cada vez más rápido. Sabía que la estaba llamando.
Baylor y los otros se apuraron para alcanzarla mientras esta llegaba al borde, y Kyra se detuvo soltando un jadeo al ver lo que había enfrente. Ahí estaba lo que parecía un caballo, aunque el doble del tamaño de los otros y con piernas gruesas como tronco de árbol. Tenía dos cuernos pequeños y afilados, apenas visibles detrás de las orejas. Su pelaje no era negro o café como el de los otros, sino un escarlata profundo; y sus ojos, a diferencia de los otros, brillaban verdes. Los ojos la miraban directamente, y la intensidad la golpeó en el pecho dejándola sin aliento. No podía moverse.
La criatura, elevándose delante de ella, hizo un sonido como de gruñido y reveló sus colmillos.
“¿Qué caballo es este?” le preguntó a Baylor, su voz siendo apenas un suspiro.
El negó con la cabeza en desaprobación.
“Ese no es un caballo,” dijo, “sino una bestia salvaje. Un fenómeno; uno muy raro. Es un Solzor. Fue importado de los rincones más lejanos de Pandesia. El Señor Gobernador debió haberlo tenido para mostrarlo como trofeo. No podía montar a la criatura; nadie puede. Los Solzors son criaturas salvajes indomables. Ven, pierdes tu valioso tiempo. Volvamos a los caballos.”
Pero Kyra se quedó plantada en el piso incapaz de voltear a otra parte. Su corazón latía sabiendo que este estaba destinado para ella.
“Elijo a este,” le dijo a Baylor.
Baylor se sorprendieron y la miraron como si hubiera perdido la cabeza. Un silencio de asombro le siguió.
“Kyra,” empezó Anvin, “tu padre nunca te permitiría – ”
“Es mi elección, ¿o no?” respondió ella.
Él frunció el ceño y puso sus manos en la cadera.
“¡Ese no es un caballo!” insistió. “Es una criatura salvaje.”
“Te matará en cuanto pueda,” añadió Baylor.
Kyra se volteó hacia él.
“¿No fuiste tú el que me dijo que confiara en mis instintos?” preguntó. “Pues aquí es a donde me han llevado. Este animal y yo pertenecemos juntos.”
El Solzor de repente golpeó con sus enormes patas rompiendo otra puerta de madera, mandando pedazos por todas partes mientras los hombres se cubrían. Kyra estaba en shock. Era salvaje e indomable y magnífico, un animal muy grande para este lugar, muy grande para la cautividad, y muy superior a los otros.
“¿Por qué debe ella tenerlo?” preguntó Brandon acercándose y empujando a otros al pasar. “Después de todo yo soy mayor. Yo lo quiero.”
Antes de que pudiera responder, Brandon se acercó para reclamarlo. Trató de saltar a su espalda y al hacerlo, el Solzor se sacudió salvajemente y se lo quitó de encima. Voló a través de los establos e impactó en una de las paredes.
Braxton entonces se acercó como para reclamarlo también, y mientras lo hacía, este giró su cabeza y rasguñó uno de los brazos de Braxton con sus colmillos.
Sangrando, Braxton gimió y corrió fuera de los establos tomándose el brazo. Brandon se puso de pie y le siguió los pasos, con el Solzor apenas errando cuando trató de morderlo al pasar.
Kyra se quedó impactada pero de algún modo sin miedo. Sabía que con ella sería diferente. Sentía una conexión con esta bestia de la misma manera que la había sentido con Theos.
Kyra de repente se acercó con valentía y se puso delante de él, al alcance de sus letales colmillos. Quería mostrarle al Solzor que confiaba en él.
“¡Kyra!” gritó Anvin con preocupación en su voz. “¡Aléjate!”
Pero Kyra lo ignoró. Se quedó de pie mirando a la bestia a los ojos.
La bestia le regresó la mirada con un suave gruñido emanando de su garganta, como si debatiera qué hacer. Kyra tembló de terror pero no permitiría que los otros lo vieran.
Se obligó a ser valiente. Levantó una mano despacio, se acercó, y tocó su pelaje escarlata. Este gruñó con más fuerza mostrando sus colmillos, y ella podía sentir su furia y frustración.
“Quítenle las cadenas,” les ordenó a los otros.
“¿¡Qué!?” gritó uno de ellos.
“Eso no СКАЧАТЬ