El Despertar Del Valiente. Morgan Rice
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Название: El Despertar Del Valiente

Автор: Morgan Rice

Издательство: Lukeman Literary Management Ltd

Жанр: Зарубежное фэнтези

Серия: Reyes y Hechiceros

isbn: 9781632913340

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СКАЧАТЬ de sus cabezas y un solo y grande ojo rojo en medio de los cuernos. Sus patas eran como de osos con garras largas y puntiagudas, y sus pelajes eran gruesos y tan negros como la noche.

      Al verlos tan cerca, Alec supo que era hombre muerto.

      Alec se abalanzó con lo último que le quedaba de velocidad, con sus manos sudando incluso en el frio y su aliento congelándose en el aire frente a él. Los Wilvox estaban a sólo veinte pies de distancia y sabía por la desesperación en sus ojos, por la saliva que caía de sus bocas, que lo harían pedazos. No veía manera de escapar. Miró hacia Marco esperando que tuviera algún plan, pero Marco tenía la misma mirada de desesperanza. Claramente tampoco sabía qué hacer.

      Alec cerró los ojos e hizo algo que nunca antes había hecho: oró. El ver su vida pasar por delante de sus ojos lo cambió de alguna manera, lo hizo darse cuenta de lo mucho que apreciaba la vida, y lo hizo sentir una desesperación que nunca antes había tenido.

      Por favor Dios sálvame de esta. Después de lo que hice por mi hermano, no permitas que muera aquí. No en este lugar y no por estas criaturas. Haré lo que sea.

      Alec abrió los ojos mirando hacia arriba y, al hacerlo, miró un árbol que era un poco diferente a los demás. Sus ramas estaban más retorcidas y cercanas al piso, lo suficiente para que pudiera tomar una con un salto corriendo. No tenía idea si los Wilvox podrían subir, pero no tenía opción.

      “¡Esa rama!” le gritó Alec a Marco apuntando.

      Corrieron juntos hacia el árbol y, con los Wilvox a sólo unos pies de distancia y sin detenerse, saltaron tomando la rama y subiendo.

      La mano de Alec se resbaló con la nieve pero pudo sostenerse y logró elevarse hasta poder tomar la siguiente rama a varios pies del piso. Inmediatamente saltó a la siguiente rama a tres pies más alto con Marco a su lado. Nunca había escalado tan rápido en su vida.

      Los Wilvox los alcanzaron gruñendo salvajemente, saltando y arañando a sus pies. Alec sintió su aliento caliente en el talón antes de que pudiera subirlo más, con los colmillos quedándose a sólo una pulgada. Los dos siguieron subiendo impulsados por la adrenalina hasta que estaban a quince pies del piso y más seguros de lo que necesitaban.

      Alec finalmente se detuvo agarrándose a una rama con todas sus fuerzas, recuperando el aliento y con sudor cayéndole en los ojos. Miró hacia abajo orando por que los Wilvox no pudieran escalar también.

      Para su inmenso alivio aún estaban en el suelo, saltando y rasguñando contra el árbol tratando de subir pero sin poder lograrlo. Atacaron el tronco con locura pero sin ningún resultado.

      Se quedaron sentados en la rama y, al darse cuenta de que estaban a salvo, suspiraron con alivio. Para la sorpresa de Alec, Marco se echó a reír. Era una risa de loco, una risa de alivio, una risa de alguien que acababa de escapar de la muerte de la manera más inusual.

      Alec, dándose cuenta de lo cerca que había estado, no pudo evitar reírse también. Sabía que aún no estaban seguros, que probablemente nunca podrían dejar este lugar y que seguramente morirían aquí. Pero al menos por ahora estaban seguros.

      “Parece que te debo una,” dijo Marco.

      Alec negó con la cabeza.

      “No me agradezcas todavía,” dijo Alec.

      Los Wilvox gruñían ferozmente y esto hacía que se estremecieran, con Alec mirando hacia arriba del árbol con manos temblorosas deseando alejarse aún más y preguntándose qué tan alto podrían subir, si sería posible escapar de aquí.

      De repente, Alec se paralizó. Al mirar hacia arriba se estremeció, atacado por un terror como el que nunca había sentido. Ahí, en las ramas y mirando hacia abajo, estaba la criatura más horrible que jamás había visto. Ocho pies de largo, con el cuerpo de una serpiente pero con seis pares de patas todas con largas garras, cabeza de anguila, y con unos ojos rasgados y amarillos que se enfocaron en Alec. A sólo unos pies de distancia, dobló su espalda, siseo y abrió la boca. Alec, impactado, no podía creer cuánto podía abrirla, lo suficiente para tragárselo entero. Y sabía por la forma en que movía su cola que estaba a punto de atacar y matarlos a ambos.

      Su boca se abalanzó apuntando hacia la garganta de Alec y él reaccionó involuntariamente. Gritó y saltó hacia atrás perdiendo su agarre, con Marco a su lado, pensando sólo en alejarse de esos letales colmillos y gran boca; una muerte segura.

      Ni siquiera pensó en lo que estaba debajo. Mientras volaba hacia atrás en el aire, se dio cuenta, aunque demasiado tarde, de que estaba pasando de unos colmillos dirigiéndose a otros. Miró y observó a los Wilvox salivando, abriendo sus mandíbulas y sin nada que pudiera hacer salvo prepararse para el descenso.

      Había cambiado una muerte por otra.

      CAPÍTULO TRES

      Kyra regresaba despacio pasando las puertas de Argos con los ojos de todos los hombres de su padre posándose sobre ella, y ella hervía con vergüenza. Había malentendido su relación con Theos. Había pensado de manera estúpida que podía controlarlo, y él en cambio se la sacudió enfrente de estos hombres. Era claro a los ojos de todos que ella no tenía ningún poder, ningún dominio sobre el dragón. Era simplemente un guerrero más; y ni siquiera un guerrero, sino sólo una chica adolescente que había llevado a su gente a una guerra que, ahora abandonados por el dragón, no podrían ganar.

      Kyra caminó de vuelta en Argos con los ojos sobre ella en un silencio incómodo. ¿Qué pensaban de ella ahora? se preguntaba. Ni siquiera ella sabía qué pensar. ¿No había venido Theos por ella? ¿Había peleado esta pelea con sus propios objetivos? ¿Es que realmente tenía algún poder especial?

      Kyra sintió alivio cuando los hombres dejaron de mirarla y volvieron al despojo, todos ocupados recogiendo armas y preparándose para la guerra. Se apuraban de un lado para otro recogiendo todo el botín que habían dejado los Hombres del Señor, llenando carros, guiando caballos y con el sonido del acero siempre presente mientras escudos y armas se amontonaban. Al caer más tiempo y con el cielo oscureciéndose, no tenían tiempo que perder.

      “Kyra,” dijo una voz familiar.

      Volteó y miró consolada el rostro sonriente de Anvin mientras se acercaba. Él la miraba con respeto, con la bondad y el calor tranquilizador de la figura paterna que siempre había sido. Le puso un brazo de manera afectiva sobre los hombros con una gran sonrisa sobre su barba y puso delante de ella una nueva y brillante espada, con su hoja grabada con símbolos Pandesianos.

      “El acero más fino que he sostenido en años,” dijo con una amplia sonrisa. “Gracias a ti, aquí tenemos suficientes armas para iniciar una guerra. Nos has hecho mucho más formidables.”

      Kyra halló consuelo en sus palabras como siempre lo hacía; pero aun así no podía dejar sus sentimientos de depresión, de confusión, del rechazo del dragón. Se encogió de hombros.

      “Yo no hice todo esto,” respondió. “Theos lo hizo.”

      “Pero Theos regresó por ti,” respondió él.

      Kyra volteó hacia el cielo gris ahora vacía, y pensaba.

      “No estoy tan segura.”

      Ambos miraban al cielo en medio de un gran silencio que sólo se interrumpía por el silbido del viento.

      “Tu padre te espera,” dijo Anvin finalmente con voz seria.

      Kyra СКАЧАТЬ