Название: El misterio de Riddlesdale Lodge
Автор: Дороти Ли Сэйерс
Издательство: Aegitas
Серия: Лорд Питер Уимзи
isbn: 9780369411174
isbn:
EL CORONER. – ¿Qué explicación puede usted sugerir a la conducta de Cathcart?
DUQUE DE D. – Ninguna. Me causó vértigo sencillamente. Pero debió de darse cuenta de que había recibido alguna carta y de que él había perdido la partida.
EL CORONER. – ¿No mencionó usted el asunto a nadie más?
DUQUE DE D. – No era agradable, y pensé que sería mejor dejarlo estar hasta la mañana siguiente.
EL CORONER. – Entonces, ¿usted no hizo nada más?
DUQUE DE D. – No. No tenía ningún deseo de correr detrás de Cathcart. Estaba demasiado colérico. Además, pensaba que él cambiaría de idea antes que pasara mucho tiempo… Hacía una noche de perros y no llevaba encima más que el esmoquin.
EL CORONER. – Así, pues, usted se fue derecho a la cama y no volvió a ver más al difunto, ¿no es eso?
DUQUE DE D. – No le volví a ver hasta el momento en que tropecé con él delante de la puerta del invernadero, a las tres de la madrugada.
EL CORONER. – ¡Ah! ¿Sí? Ahora nos explicará usted qué hacía levantado a esas horas de la madrugada.
DUQUE DE D. – (Titubeando). No lograba coger el sueño… Salí a dar un breve paseo.
EL CORONER. – ¿A las tres de la madrugada?
DUQUE DE D. – Sí. (Con repentina inspiración). Escuche: mi esposa no estaba… (Risas y algunas advertencias desde el fondo de la sala).
EL CORONER. – ¡Silencio, por favor!.. ¿Quiere usted decir que salió a esa hora de una noche de octubre para dar un paseo por el jardín bajo una lluvia torrencial?
DUQUE DE D. – Sí. Solamente para dar un paseíto. (Risas).
EL CORONER. – ¿A qué hora abandonó usted su dormitorio?
DUQUE DE D. – Pues… aproximadamente a las dos y media, diría.
EL CORONER. – ¿Por dónde salió usted?
DUQUE DE D. – Por la puerta del invernadero.
EL CORONER. – ¿El cadáver no se hallaba allí cuando usted salió?
DUQUE DE D. – ¡Claro que no!
EL CORONER. – ¿Porque lo habría usted visto?
DUQUE DE D. – ¡Naturalmente! Hubiera tenido que pasar por encima de él.
EL CORONER. – ¿Adónde fue usted exactamente?
DUQUE DE D. – (Vagamente). Pues… a dar una vuelta.
EL CORONER. – ¿No oyó usted el disparo?
DUQUE DE D. – No.
EL CORONER. – ¿Se alejó usted mucho de la puerta del invernadero y del bosquecillo?
DUQUE DE D. – Pues… sí, debía de hallarme bastante lejos. Tal vez por eso no oyera el disparo. Eso tiene que haber sido.
EL CORONER. – ¿Estaría usted a quinientos metros de allí?
DUQUE DE D. – Posiblemente… Quizá más.
EL CORONER. – ¿A más de quinientos metros?
DUQUE DE D. – Pues sí. Como hacía frío, anduve de prisa.
EL CORONER. – ¿En qué dirección?
DUQUE DE D. – (Con visible vacilación). Hacia la parte trasera de la casa, en dirección a la pradera.
EL CORONER. – ¿A la pradera?
DUQUE DE D. – (Con más seguridad). Sí.
EL CORONER. – Pero si usted se hallaba a más de quinientos metros, habría salido del parque, ¿no?
DUQUE DE D. – Pues… ¡oh, sí!.., creo que sí. Di algunos pasos por la landa, ¿comprende?
EL CORONER. – ¿Puede usted enseñarnos la carta que recibió de míster Freeborn?
DUQUE DE D. – ¡Oh, claro que sí!.., si la encuentro. Creí que la había metido en mi bolsillo, pero no la encontré cuando quise enseñársela a ese individuo de Scotland Yard.
EL CORONER. – ¿La destruiría usted accidentalmente?
DUQUE DE D. – No… Estoy seguro de que la puse aquí… ¡Oh!.. (En este momento el testigo se detuvo, todo confundido, y enrojeció). Ahora recuerdo. La rompí.
EL CORONER. – Es una mala suerte. ¿Cómo fue eso?
DUQUE DE D. – Lo había olvidado. Lo he recordado ahora mismo. Temo que haya desaparecido por las buenas.
EL CORONER. – ¿Conserva, tal vez, el sobre?
El testigo negó con la cabeza.
EL CORONER. – Entonces, ¿no puede presentar al jurado ninguna prueba de haberla recibido?
DUQUE DE D. – No, a menos que Fleming la recuerde.
EL CORONER. – ¡Ah, sí! Sin duda tendremos ahí un medio de comprobarlo. Agradecido, su gracia… Llamad a lady Mary Wimsey.
La noble dama, que era, hasta la trágica madrugada del día 14 de octubre, la prometida del muerto, levantó un murmullo de simpatía a su aparición. Rubia y esbelta, con sus mejillas, corrientemente rosadas, ahora de color ceniza, parecía la imagen del dolor. Iba vestida completamente de negro e hizo su declaración en un tono de voz tan bajo que, a veces, era casi inaudible[4].
Después de haberle expresado su condolencia, el coroner le preguntó.
EL CORONER. – ¿Cuánto tiempo llevaba prometida al difunto?
TESTIGO. – Ocho meses aproximadamente.
EL CORONER. – ¿Dónde le conoció usted por primera vez?
TESTIGO. – En Londres, en casa de mi cuñada.
EL CORONER. – ¿En qué fecha fue eso?
TESTIGO. – Creo que fue en junio del año pasado.
EL CORONER. – ¿Era usted completamente feliz en su noviazgo?
TESTIGO. – Completamente.
EL CORONER. – Como es lógico, usted vería con mucha frecuencia al capitán Cathcart. ¿Le contó algo de su vida anterior?
TESTIGO. – No mucho. No éramos dados a hacernos confidencias. Corrientemente discutíamos sobre temas de interés común.
EL СКАЧАТЬ
4
De la información periodística, no de la de míster Parker.