Diamantes para la dictadura del proletariado. Yulián Semiónov
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Название: Diamantes para la dictadura del proletariado

Автор: Yulián Semiónov

Издательство: Bookwire

Жанр: Языкознание

Серия: Hoja de Lata

isbn: 9788418918322

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СКАЧАТЬ instrucciones para que lo arreglen.

      —El ministro de Asuntos Exteriores ha dado instrucciones tres veces, sin embargo los bandidos siguen viviendo y reuniéndose tranquilamente en Revel, y bien sabemos nosotros dónde se reúnen y de qué hablan cuando se reúnen.

      —Nosotros no vivimos según sus leyes, señor embajador. La policía necesita pruebas irrefutables… De lo contrario no podemos dar contra la parte violenta de la emigración rusa los pasos que ustedes sugieren…

      —Mi gobierno me ha autorizado a hacerles saber que no está dispuesto a tolerar más acometidas de este tipo realizadas desde el territorio de un Estado con el que mantenemos relaciones diplomáticas.

      —Pero espero que entienda las dificultades a las que nos enfrentamos. Usted, personalmente usted, al vivir aquí…

      —No acostumbro a separar mi opinión de la opinión de mi gobierno, señor presidente.

      —¿Qué quiere que hagamos, que implantemos una Checa para aislar a la emigración rusa?

      —No estoy autorizado a darle consejos. Podría considerarse como una injerencia en sus asuntos. Pero quisiera que los respetables señores a los que usted encargue este asunto presten la debida atención al hecho de que el Gobierno de la República Soviética no está dispuesto a tolerar más actos de este tipo por parte de grupos de delincuentes rusos que cuentan con la tolerancia de las autoridades estonias…

      —Comprendo sus palabras…

      —No son mis palabras, señor presidente —lo corrigió Litvínov con rudeza.

      —¿Su gobierno nos amenaza con una intervención?

      —Nosotros no amenazamos a nadie. Matan a nuestros guardias, pisotean nuestras fronteras, la prensa local realiza acusaciones sin precedentes a mi país y a sus líderes: ¡toda paciencia tiene un límite y esto conlleva acciones!

      —Pero yo no puedo promulgar una orden para detener a todos esos rusos, señor embajador. ¡Póngase en mi lugar! ¡Mi pueblo no me entendería!

      —Y a mi gobierno no lo entenderá mi pueblo si en el futuro continúan excesos similares en la frontera.

      —No puedo por menos que señalar que su posición, señor embajador, es irracionalmente cruel.

      —¿Usted habla de crueldad en mi gobierno? ¿De ese que le dio la libertad y la independencia? ¿Del que intervino en contra del colonialismo del zar? ¿Del que le garantiza libertad y seguridad frente a la invasión alemana? La libertad que no se ha conquistado, sino que se ha recibido de otras manos, hay que saber utilizarla con respeto y buena orientación, señor presidente.

      —¿Se refiere usted a una buena orientación geográfica forzada? —sonrió con amargura el presidente.

      —La buena orientación geográfica, étnica e histórica nunca puede ser forzada; siempre ha sido lo sensato en este mundo tan claramente delimitado por sí solo —respondió Litvínov y le entregó a Päts una nota del Narkom de Asuntos Exteriores.

      Hemos tenido conocimiento de que opositores al Gobierno soviético ruso, que en su lucha contra él no renuncian al crimen y a las medidas provocadoras más repugnantes, están preparando en Letonia atentados contra los miembros del Gobierno letón, contra representantes extranjeros y contra miembros de las misiones extranjeras. Al mismo tiempo que los atentados, se propone la publicación de proclamas falsas en nombre del Partido Comunista para declarar que los atentados son la respuesta a la represión de comunistas. Unido a esto, se propone empezar una campaña en la prensa culpando al Gobierno soviético ruso de aparecer como los impulsores de estos atentados. De este modo se cuenta con crear la atmósfera adecuada para promover acciones bélicas por parte de potencias extranjeras contra la Rusia soviética. Es probable que métodos similares a estos vayan a emplearse en otros estados… De entre los emigrados rusos los círculos monárquicos son participantes directos. Con relación a estas noticias, a los representantes plenipotenciarios rusos en Letonia y en otros estados vecinos se les ha encomendado que prevengan a sus gobiernos de estos planes criminales.

      … Una vez se hubo marchado Litvínov, el jefe del gobierno ordenó a su secretario que pidiera al embajador británico que viniera urgentemente.

      Toda ley es casual en la misma medida en que cualquier caso está sujeto a las leyes. El entrelazamiento de los intereses de las potencias, de los consorcios y partidos, si se examinan a distancia, da muestras de ser un cuadro intachable y claro desde un punto de vista lógico. Sin embargo, si se personificara la historia, se encontrarían tales circunstancias larvadas que pareciera que son contrarias al sentido común. En un primer plano, en esta situación pueden dejarse ver las simpatías y las antipatías personales, las manifestaciones de la edad; tal o cual cambio en la historia estará determinada no tanto por la marcha del desarrollo objetivo de la sociedad, cuanto por la diferencia de temperamento de los líderes oponentes; la cosa más nimia puede acabar siendo un factor determinante —incluso un constipado, cuando una persona está irritable por tener la nariz goteando y el pañuelo húmedo, y encima sonarse continuamente en presencia de las demás contrapartes (sobre todo si hablamos de conversaciones internacionales), no es conveniente, además, Dios ayude a quien se atreva—, el menoscabo y la inmovilización en un líder es a veces la doctrina realmente más peligrosa que este puede poner en práctica, por mucho que a primera vista esta doctrina no sea inflexible ni intransigente.

      … La mujer del chófer del embajador británico, pequeña, todavía bonita, pero que ya había empezado a marchitarse, le había montado una escena de celos a su marido, Kurt, quien había obtenido el puesto en la embajada con enorme esfuerzo y ahora intentaba por todos los medios tener fama de trabajador aplicado y devoto. Los celos gratuitos, los gritos de su mujer, el interés de sus vecinos de casa, todo esto sacaba a Kurt de sus casillas: lo que más temía era que en la embajada se enteraran de sus escándalos domésticos.

      —Si trabajo día y noche es por la familia —gritaba él—, ¡quiero que los niños y tú estéis cubiertos! No tengo tiempo para dormir contigo, ¡y mucho menos con otra! Estoy cansado, ¿lo entiendes? ¡Cansado!

      —¡No te atrevas a hacerme reproches! —respondía su mujer—. ¡Yo no los hago por lavar tu ropa y prepararte la comida!

      En una palabra, cuando Kurt llevaba a la mujer del embajador desde un anticuario donde esta había comprado un servicio único del siglo XVII, de repente salió una carreta desde una travesía y Kurt, normalmente calmado y calculador, inquieto ahora por la escena en casa, se agarró con tal fuerza al freno que el paquete con el servicio se cayó y se rompieron tres tazas. La esposa del embajador se limitó a hacer una observación contenida, claro —no hay que perder la dignidad delante del chófer—, pero con su marido se comportó de una forma bien distinta: si hay que plegarse incluso ante los más allegados, ¿cómo vivir?

      —Podrías solicitar un chófer de Londres —decía nerviosa—, esos animales no están en condiciones de conducir un automóvil, ¡deberían ir en vacas!

      —Pero ya sabes, querida —respondió el embajador—, que el presupuesto remitido por el ministerio se ha reducido al mínimo. Mi camarero también es estonio y bien que me gustaría a mí ver en su lugar a nuestro Howard de Liverpool…

      —Puedes contratar un chófer británico y pagarle con nuestro dinero…

      —Entonces, querida, no podría comprar servicios de Sajonia ni ir cada año a Cannes.

      —No es nada caballeroso, СКАЧАТЬ