Pablo VI, ese gran desconocido. Manuel Robles Freire
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Название: Pablo VI, ese gran desconocido

Автор: Manuel Robles Freire

Издательство: Bookwire

Жанр: Философия

Серия: Testigos

isbn: 9788428563826

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СКАЧАТЬ se reunió el claustro de profesores del seminario presididos por el obispo monseñor Giacinto Gaggia. A la hora de expresar su parecer, hubo más de uno que, admitiendo la idoneidad moral e intelectual del candidato, objetó que poco podía esperarse en la diócesis de un joven de salud tan precaria. Monseñor Gaggia dio una respuesta que pasaría a todas las biografías del futuro papa: «Bien, quiere decirse que lo ordenaremos al joven Battista para el cielo». ¡Claro que sí! Pero antes para un fecundo ministerio durante décadas para toda la Iglesia católica.

      Juan Bautista es ordenado sacerdote

      Se ordena sacerdote el 29 de mayo de 1920 en la catedral de Brescia. Parece que el alba que llevaba se confeccionó con parte del traje de novia de su madre. Y predica en su primera misa Angelo Zammarchi, director de la editorial La Scuola. Su padre hizo grabar una imagen que reproducía una oración de san Pío X, palabras que se revelaron proféticas sobre dos focos espirituales del hijo: «Concede, oh Dios mío, que todas las mentes se unan en la Verdad y todos los corazones en la Caridad». También en este día grande para el nuevo sacerdote Montini le llega un telegrama de don Luigi Sturzo, famoso sacerdote fundador del Partido Popular italiano. Angelo Zammarchi, director de la editorial La Scuola, fue el que predicó en la primera misa de Montini, el 30 de mayo de 1920.

      El día de su ordenación sacerdotal

      Con el rostro entre las manos, ante la Virgen de las Gracias, Montini rezaba y pensaba: «A partir de este momento mi vida será inmolación y servicio. El mundo me espera; hay que cambiarlo. Pero debo empezar por mí». «Todo in nomine Domine». Y ese sería más tarde su lema episcopal, y también como Sumo Pontífice.

      Sus compañeros de la FUCI le regalan el «Diccionario de teología católica»

      Al día siguiente de su ordenación celebró su primera misa en el santuario de Nuestra Señora de las Gracias. Fue su padrino el conde Giovanni Grosoli Pironi, amigo de la familia, representante del movimiento católico italiano. Allí estaban, emocionados, dos diputados del PPI, amigos de su padre: Giovanni Longinotti y Luigi Bazoli. También los muchachos de La Fionda, que le regalaron un ejemplar del voluminoso Dictionnaire de théologie catholique.

      Amor a la santa misa

      Volvamos ya a acompañar a Juan Bautista en el último tramo de la senda que le condujo hasta su «Introibo ad altare Dei», al sacerdocio.

      El altar fue su meta: «¡el altar y Cristo!», repetía. A partir de su primera misa. No dejó nunca de celebrar la ofrenda eucarística, ni siquiera con la fiebre a cuestas. Cuenta su secretario particular que, el último día de su vida, aquel 6 de agosto de 1978, logró convencerle de que no debía celebrar, solo a condición de que él, don Macchi, diría la misa en la capilla contigua a la habitación del Papa, de manera que pudiese seguirla a través de la puerta abierta. La siguió de hecho con mucha devoción, y participó en ella con el corazón y con la voluntad.

      Siempre recordaba y celebraba el aniversario de su ordenación. El domingo 1 de junio de 1930, cuando cumplía diez años de sacerdocio, estaba de retiro en la abadía de Montecassino (siempre amó esas estancias benedictinas; de joven quiso ser monje de san Benito).

      Juan Bautista quería ser vicario parroquial

      Se cuenta que solicitó a su obispo un puesto como vicario parroquial, pero que este no quiso otorgárselo a su «candidato del paraíso», sobre todo por considerarle dotado de una inteligencia extraordinaria. Y así maduró la idea, después de hablar con los padres de Montini, de enviarlo a Roma para ampliar estudios en la Ciudad Eterna. Sobre todo cuando el padre y el hermano mayor pasaban allí una buena parte del año por causa de sus obligaciones parlamentarias y profesionales. Se pensó que podría vivir en una casa sacerdotal, porque estaba habituado a la atmósfera doméstica y, ni siquiera en Roma, pensaba el obispo, era necesario exigirle la severa disciplina del seminario.

      La tesis doctoral en Derecho canónico

      Hay un pequeño misterio en las notas biográficas de Montini correspondientes a 1910-1920, víspera de su ordenación sacerdotal: de dónde sacó tiempo y fuerzas para preparar una tesis doctoral en Derecho canónico y presentarla en la Facultad Pontificia de Milán. Cierto que todavía estaba sin promulgar la revisión de estudios superiores eclesiásticos, realizada más tarde por Pío XI, y dominaba en las universidades clericales una cierta benevolencia. De todos modos la aventura del joven seminarista, que defendió una tesis de Derecho privado, da medida de la capacidad y del esfuerzo. Y pensar que ni era seminarista interno ni era soldado, porque tan pronto los médicos le veían surgía un diagnóstico alarmante: inútil, salud peligrosamente floja...

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