Pablo VI, ese gran desconocido. Manuel Robles Freire
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Название: Pablo VI, ese gran desconocido

Автор: Manuel Robles Freire

Издательство: Bookwire

Жанр: Философия

Серия: Testigos

isbn: 9788428563826

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СКАЧАТЬ el mar Tirreno de moda entre los turistas por aquellas fechas. Allí realizó una serie de caminatas por la playa de hasta 5 km (como escribía orgulloso a sus padres), intentó nadar en el mar y volvió a dejarlo, tomó un poco el sol y se cortó el pelo al cero después de que sus compañeros lo hubiesen trasquilado a su manera. Pero las bromas juveniles no pudieron ocultar su «unión en amor, gratitud, simpatía y oración», ni su dolor «inmenso y profundo» por la pérdida de algunos de sus jóvenes amigos en las trincheras de la I Guerra mundial, llevándole al conocimiento de que «el sacrificio es el sentido de la vida, mientras que el más allá es el sentido de la muerte».

      Sus antiguos compañeros de colegio le aprecian como amigo

      En junio de 1916 acabó el bachillerato en el Instituto Arnaldo de Brescia. Algunos de sus compañeros le recordarían como el que mejor hacía las cosas en el aula. Pero sobre todo como el que demostraba su valía en ser buen amigo y en su espíritu de servicio. No era competitivo. En estos años comulgaba a diario. Por esta época le regalaron una bicicleta, una Bianchi, que era la bicicleta más moderna de la época. La estrenó con entusiasmo e hizo 60 kilómetros hasta el pueblo de Bagolino. Montini, durante toda su vida, sería muy aficionado al ciclismo.

      Confianza de Montini en la Providencia

      En 1914 aprueba el examen de Estado en el Liceo Adorni de Brescia, y en aquel verano estalla la I Guerra mundial y muere Pío X. Italia tardará un año en incorporarse el conflicto, pero las autoridades ordenan la movilización para estar preparados para cualquier eventualidad. Pero Juan Bautista Montini es rechazado por falta de salud.

      En este verano pasaba unos días con sus hermanos en Verolavecchia. Una tarde un grupo de amigos de Juan Bautista merienda en casa de Luis Benassi, cuya madre trabajaba como sirvienta para los Alghisi. Hablan de todo. Mientras va y viene con las bandejas, la madre de Luis participa en la conversación:

      —Pues este quería hacerse sacerdote, pero nosotros no podemos...

      Juan Bautista replica enseguida:

      —Abuela Margarita, siempre hay que contar con la Providencia.

      Ayuda a Luis Benassi a ir al Seminario de Brescia

      Luis y Juan Bautista hablaron luego, a solas: «No te preocupes, prepara tus cosas para marchar a Brescia, ya hablaré yo con mis padres. Y guárdame un secreto: también yo quiero estudiar para sacerdote, pro no lo digas a nadie porque todavía no lo saben en mi casa».

      El padre de Juan Bautista consiguió una beca para Luis Benassi, que luego sería arcipreste de Farsengo: «Ya ve usted, supe antes que nadie la vocación del futuro papa. Hace unos años le vi un día que de cardenal visitaba el santuario de la Virgen de las Gracias. Montini estaba en la sacristía rodeado de personas importantes. Yo no me atrevía a acercarme, pero él me vio: “Don Benassi, ¿cómo sigue la abuela Margarita?”. Me quedé sorprendido y todos me miraban. El cardenal dijo: “Ya comprendo, se fue a esperarnos en el cielo”. Luego se apartó de los demás, me preguntó por mis tareas, recordamos viejos tiempos».

      El sacerdote del Oratorio de la Paz que siempre influyó en Montini

      Giulio Bevilacqua (1881-1965) se ordenó sacerdote a los 27 años. Antes se había doctorado en la Universidad de Lovaina con una tesis sobre la legislación laboral italiana; entró después en el «Oratorio de la paz» de Brescia, atraído por la libertad de espíritu en él dominante. Fue un sacerdote a la altura de su tiempo, y desplegó un apostolado en gran parte anticonformista con una exposición abiertamente radical del Evangelio, siendo un adelantado de la renovación litúrgica. Ejerció sobre Montini una influencia intelectual y espiritual muy fuerte. Más tarde –y según fórmula de Jean Guitton– se derivó de la misma «una relación difícil de describir y extraña en su género: la de una paternidad recíproca». Personalmente Pablo VI calificaba al oratoriano como «maestro incomparable y amigo único». Elegido papa, Montini elevó a la dignidad de cardenal al amigo que había sido su educador en los años mozos y que había sido su consejero durante décadas; eso ocurrió en el consistorio del 22 de febrero de 1965. Y le concedió el privilegio –único hasta la fecha en la historia de la Iglesia– de seguir siendo un párroco sencillo y afable de la parroquia de San Antonio en el extrarradio de Brescia. Y allí murió el párroco-cardenal el 6 de mayo de 1965, a los 85 años de edad. Poco después de la muerte de Juan XXIII, y con vistas al cónclave inminente, Bevilacqua fue interrogado por un periodista acerca de sus impresiones y juicios personales sobre el cardenal Montini. Y el sacerdote le contestó: «Si le hacen papa, sufrirá mucho». Y, una vez elegido papa, el amigo le dio este consejo: «Hablar poco y hacer mucho; escuchar a los demás, pero más aún a ti mismo».

      El padre Caresana, otro oratoriano, fue su director espiritual

      Paolo Caresana (1882-1973) procedía de la región de Pavía. Siendo un joven vicario conoció la amarga situación de los temporeros en los campos de arroz de la llanura del Po, cuidó de la salud de sus cuerpos y sus almas y provocó la cólera de los padroni, que un día lo arrojaron al lodazal con el viático para un moribundo y con su desvencijada bicicleta.

      El joven Montini, poco antes de cumplir los 16 años, participó en unos ejercicios espirituales dirigidos por el padre Caresana, en Sant’Antonio, la casa de los oratorianos en las afueras de Brescia. En una postal, de fecha de 11 de septiembre de 1913, le escribía su padre: «Mi querido Battista... creo que deberías aprovechar esta buena oportunidad y sincerarte con el padre Caresana exponiéndole tus planes de futuro. Ciertamente puede darte un buen consejo, y en cosas de tanta importancia los consejos de hombres sensatos y santos nunca resultan inútiles. Pero te dejo en completa libertad para que actúes como mejor te parezca. Que el Señor te inspire, vele sobre ti y te bendiga». De ese modo el padre Caresana se convirtió en el director espiritual y en el confesor del joven Montini.

      Piensa en su posible vocación de religioso

      Juan Bautista adolescente madura su vocación religiosa, gracias al padre Caresana, con algunos retiros en Chiari, con los benedictinos y en el eremitorio de San Ginés, en Lecco, con los camaldulenses, en la región del lago Como. Durante toda su vida pensó en la posibilidad de retirarse a un monasterio de vida contemplativa. En una tarjeta postal Montini describía a su madre el régimen de vida monástica que llevaba a la vez que agradecía que sus padres hubiesen hecho posible aquella «estancia maravillosa» en San Ginés.

      Trato con los benedictinos

      Y aquí entran, finalmente, las repetidas visitas –la primera la hizo siendo todavía estudiante en 1919– que Montini realizó a la cuna de la orden benedictina, Montecassino.

      Siendo ya papa, a dicha abadía se dirigió el 24 de octubre de 1964, durante el concilio Vaticano II, para consagrar la basílica reconstruida y para proclamar a san Benito patrón de Europa.

      Lecturas del joven Montini en sus años de estudiante

      También leyó por entonces el Manifiesto a los soldados y trabajadores de Tolstoi, el Libro de la nación polaca y de sus peregrinaciones de Mickiewicz, Poesía y verdad de Goethe, y advirtió a este respecto que las buenas personas encuentran lo noble y lo superior precisamente en la tensión entre realidad y anhelos ideales. Aunque toda su vida se fijó en los escritos de Blas Pascal y, por supuesto, Georges Bernanos, cuya novela La impostura citará en varias alocuciones hablando de la hipocresía, que no puede camuflarse bajo capa religiosa.

      3. Seminarista y sacerdote bresciano

      El obispo le permite estudiar como alumno externo en el seminario

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