Название: Pablo VI, ese gran desconocido
Автор: Manuel Robles Freire
Издательство: Bookwire
Жанр: Философия
Серия: Testigos
isbn: 9788428563826
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Ayuda a su párroco a componer la homilía del domingo
Durante estos cinco años la vida del seminario estaba compuesta de estudio, clases y vida de piedad. En los ratos libres, Juan Bautista ayudaba al párroco de San Juan. En los fines de semana escribía algún artículo para la Voce del Popolo. El párroco le encomendó que atendiera la congregación de los Luises, y Juan Bautista se ocupó a fondo de ella, visitando una por una las familias de los chicos. La inteligencia del improvisado «coadjutor» con su cura llegó a tal externo que el párroco le pidió que redactara las homilías de los domingos, y el bueno del cura se las aprendía de memoria.
Alumno externo del Seminario de Brescia
El candidato al sacerdocio, siempre enfermizo, inició sus estudios filosóficos y teológicos casi a los 19 años de edad en el seminario sacerdotal de Brescia como alumno externo. Siguió, pues, viviendo en la casa paterna, volvió a enfermar y estudió por su cuenta. En una meditación sobre una versión italiana abreviada del poema De profundis de Oscar Wilde, subrayó, por ejemplo, aquel pasaje que dice: «Sufrir es un instante muy largo», anotando al margen: «Los pobres son sabios y están inclinados al amor al prójimo y a la bondad mucho más que nosotros». ¿Era un anuncio de su opción posterior por una Iglesia de la pobreza?
Poco tiempo en el seminario
Así pues, Montini emprendió su camino al sacerdocio casi sin haber hecho apenas vida de seminario. «Mi seminario fue el padre Caresana», diría más tarde. Por motivos de buen orden, y no sin que les faltase en parte razón, el rector y el director espiritual del seminario diocesano de Brescia –que Montini apenas había visitado, y que hoy lleva su nombre como centro de pastoral– desaconsejaron al obispo la ordenación del candidato, sobre todo porque siempre estaba enfermo. «Entonces, lo consagraremos precisamente para el paraíso», decretó el obispo Giacinto Gaggia, que a su vez cursó una dispensa, ya que el candidato no tenía todavía la edad exigida por el Derecho canónico, y lo ordenó sacerdote el 29 de mayo de 1920, domingo de la Santísima Trinidad.
El horario que tenía que seguir en su casa
Su padre ejercía de «superior» y le impuso este horario de estudio:
14.30-16.30: estudio.
16.45: visita al Santísimo en la iglesia.
17.30-18.30: estudio.
19.00: cena y tiempo libre.
22.00: acostarse.
En los tiempos libres podía ejercitarse en tocar el piano.
En estos años (1914-1918), debido a que los jóvenes estaban en el frente de batalla, debido a la I Guerra mundial, en el Seminario de Brescia solo había seis seminaristas en Teología.
Su abuela le regala la primera sotana
El obispo tenía claro que su vocación era muy sólida y que su ambiente familiar era digno de confianza. El clérigo Montini siguió vistiendo de modo civil hasta el 19 de noviembre de 1919, cuando su abuela Francisca le regaló la primera sotana. El rector era monseñor G. B. Pé, un sacerdote reservado, inteligente y comprensivo. Un año antes (1915) Italia había entrado en guerra. Esta guerra había alejado a muchos sacerdotes de su ministerio y, a los clérigos, de su tranquila preparación para el sacerdocio, al ser llamados al frente como enfermeros o a los hospitales para echar una mano.
A partir de noviembre de 1919 vive en el seminario
A mediados de noviembre de 1919 pasó a vivir en el seminario y se vio «sometido» a los requisitos canónicos previos a la ordenación sacerdotal. Y hasta febrero de 1920 fue recibiendo las llamadas «órdenes menores»: tonsura, (coronilla), ostiariado, lectorado, acolitado, como paso previo a las mayores: subdiaconado, diaconado y presbiterado. La seriedad con que iba dando los pasos hacia el sacerdocio lo muestra una carta a su amigo Andrea Trebeschi, en la que le decía: «Ya soy subdiácono. Y lo soy tras unos días de ferviente meditación, tan tranquilos y robustecedores como pocos hasta ahora en mi vida. Experimento la alegría de este paso que me distancia para siempre de mi pasado y de sus deseos humanos, para enriquecerme con las promesas y las fatigas de la consagración total y, en estos días, con la fuerte dulzura del amor más puro».
El Seminario de Brescia olía a farmacia
Montini no entendía aquella guerra en la que sus amigos, como Lionello Nardini, tenían que irse al frente como subtenientes de artillería, y lo mismo su compañero del alma, Andrea Trebeschi, que se había incorporado como oficial del ejército italiano. Pero a él lo habían declarado inútil. El seminario olía a farmacia, y solo quedaban seis seminaristas. Las habitaciones y otros rincones libres servían de complemento del hospital de Brescia. Y allí las escenas eran terribles: jóvenes mutilados, mentes trastornadas, toda una cadena diaria de sangre y lágrimas.
Recibe la tonsura de manos de monseñor Gaggia
El mismo día en que el obispo de Brescia, monseñor Giacinto Gaggia, le confirió la tonsura (30 de noviembre de 1919), el seminarista Montini escribía a su padre: «A todas las personas queridas que comparten conmigo las emociones y las gracias que dan inicio a mi nueva vida (...). La ceremonia de la tonsura es bastante breve; pero, en las palabras de su rito: el Señor será la parte de mi heredad, encierra el programa esencial de la religión, y expresa, en la antítesis de que el Señor sea parte, cuanto de más complejo, misterioso e inefable se encuentra en el destino sobrenatural y en la vocación. Palabras, por tanto, que producen vértigo y llevan al éxtasis, y que, en la acción de gracias ininterrumpida que tienen derecho a reclamar de mi pobre corazón humano, tan privilegiado, me obligan a incluir la gratitud que debo mostrar hacia quien me educó para gozar de tal fortuna».
Era ya un alma adulta, saturada de filosofía y de mística. Algunos años antes, cuando tenía quince años, había escrito a su amigo Andrea Trebeschi en estos términos: «Yo, pobre y pequeño ser, encerrado en una nubecilla de polvo errante, ¿saldré mañana al sol y seré capaz de comprender esta luz infinita? ¿Vagaré mañana por los espacios infinitos cantando con potente voz himnos al Creador?
Recibe el subdiaconado en enero de 1920
Las órdenes menores le fueron conferidas por el obispo de Brescia, monseñor Gaggia, el 14 de diciembre de 1919. Y al inicio de 1920 recibió el subdiaconado: «Experimento las vibraciones del Magnificat», escribió a un sacerdote amigo suyo, don Francesco Galloni. Alegría en el corazón por su total consagración a Dios, pero también pena y tedio por cuanto sucedía a su alrededor: los desórdenes populares de la posguerra, la violencia de un partido contra otro. En la ciudad del oratoriano padre Caresana, en Vigevano, unas religiosas y sus jóvenes alumnos fueron agredidos desconsideradamente por un grupo de bolcheviques.
Confidencia a su párroco antes de ordenarse diácono
Antes de ordenarse diácono le dice a su párroco don Galloni: «Experimento las vibraciones del Magnificat... Que el Señor, que me ha dado una clara visión de mi nulidad, me dé también la de su fuerza». Algunos meses después de la ordenación СКАЧАТЬ