Per la reixeta. Albert Toldrà i Vilardell
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Название: Per la reixeta

Автор: Albert Toldrà i Vilardell

Издательство: Bookwire

Жанр: Документальная литература

Серия: Historia

isbn: 9788491341185

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СКАЧАТЬ primero a tocarme, o yo a ella, la verdad es que huvo algunos tocamientos desonestos entre los dos, pero no huvo nota». Un altre dia, continua, aquesta dona, fent veure que volia confessar-se, li diu «que me estimava y que me lo daría siempre que tuviera ocasión». En l’interrogatori posterior, fra Baptista ens diu que la dona és María Rosa Piqueres, àlies la Cucharona (Cullerota?), i hi repeteix que, «llevados de la ocasión, cayeron en la tentación de hacer algunos tocamientos mutuamente, no save decir el declarante quién de los dos comenzó». Un comissari, mossèn Francesc Gaspar Just, desplaçat a Énguera, la interroga; diu d’ella que «es poco cauta y no tiene buen nombre en el pueblo». María Rosa confirma la versió de fra Baptista en afirmar que «se sentó la testigo junto a un confesonario» i «tuvieron tocamientos deshonestos sin separarse del Confesionario y sin hablar palabra».55

      Quant a la fornicació pròpiament dita, mentre que els seculars ho tenen molt més fàcil, i de fet recorren menys a la sol·licitació, el gran problema per als sacerdots regulars és trobar un lloc on poder fer-ho amb tranquil·litat. Sovint acaben fornicant, de qualsevol manera, en una capella, la porteria del convent o la sagristia. El coit sol ser la fase final de tota una sèrie d’aproximacions prèvies, intimidacions o seduccions. També sol anar acompanyat de petits favors o presents del sacerdot a la penitent. I si hi ha complaença per part d’ella, pot perllongar-se la relació en el temps.

      Vegem la història de fra Joan Benet, franciscà, denunciat el 1657 per Àngela Pérez, casada de València. Set anys abans, declara ella, conversant tots dos en un banc de l’església, li diu «que siempre la havía querido mucho, y que no la podía apartar de su imaginación, y lo que desseava tener correspondencia con esta y llegar a gozarla». Durant uns sis mesos, «siempre procurava solicitarla, diciendo a esta lo mucho que la quería y tomándola de las manos y abrazándola hechándola las manos a los pechos y apretándola». També li deia «que si huviera ocassión para verse con esta en cassa de alguna persona se olgaría mucho, en donde fuesse secreto». Fins que, declara Àngela, una nit el seu marit no és a casa i ella el convida, «executando sus torpes deseos y teniendo acto carnal con esta».

      Des d’aleshores, per dos anys i mig mantenen la «correspondencia illícita», i per a la qual fra Joan aprofitava també les confessions: «[...] la besava y le apretava los pechos [...] diziéndole requiebros de que esta era su vida y su alma y sus ojos; [...] que le mostrase las piernas [...] y esta se lo mostrava». De vegades, ell diu en la confessió: «Yo tengo gana de hazerlo». I Àngela replica: «Pues qué quiere que le haga, yo agora cómo puede ser, vaya por la mañana a casa, que si ay lugar lo haremos». El religiós, colèric, fa: «¿Agora havía de esperar asta mañana? Yo agora tengo la gana, yo lo haré». A continuació,

      metiéndose su mano por debaxo del hábito, y con la otra teniendo la mano de esta apretada, alguna vez se hazía fricaciones en su miembro, de suerte que esta lo sentía, y el dicho fray Benedito también se lo decía, y que deramava el semen, y alguna vez le dezía: Todo me he mojado, y esta sentía mucho que hiziesse aquellas cossas allí.56

      Fra Jaume Bartomeu, franciscà de Cocentaina, fa una espontània l’any 1705 en què confessa la seua relació amb Jerònima Cantós, casada. Tot comença quan, mentre ella està malalta, avisen fra Jaume perquè la confesse a sa casa; ell, aprofitant la circumstància, li toca «la carne de los pechos con fin desonesto». En una segona ocasió, «la tocó inmediatamente los pechos, muslos, piernas, vientre y costados, sin que mediase ropa alguna». Ja guarida Jerònima, acudeix –sempre en la versió de fra Jaume– al seu confessionari, on li diu que «tenía muchos pensamientos desonestos con este, y estava en una contínua alteración de las carnes». Asseguts després d’aquesta confessió tots dos a la porteria del convent, «este la tocó dos o tres veces las partes verendas»; se citen immeditament a casa d’ella, «y tubo acceso carnal con dicha Gerónima»; als dos o tres dies ella hi torna, «y entrándose los dos en una capilla, la abrasó este, y le parese que también la osculó, y tuvo polución estando los dos en pie». Continuen els tocaments durant les confessions; en una ocasió, ell «la dixo se fuese a la portería de las cavalgaduras, en donde aplicó este sus partes viriles a las pudendas de dicha muger, sin que pasasen más adelante. Interrogada després Jerònima, òbviament ho nega tot.57

      Fra Francesc Mir, franciscà, és denunciat per Maria Ortolà el 1718. Ella diu que cinc anys abans, quan en tenia disset, vivia temporalment davant l’església de Sant Roc, a Dénia; estant a la finestra, la crida fra Francesc, i quan Maria hi va, «sentándose dicho fray Francisco en un Confesonario y esta en el suelo, la empezó a solicitar a torpezas, y conviniendo esta por su fragilidad, tuvieron recíprocamente tocamientos desonestos». L’endemà, penedida la jove, pretén que fra Francesc la confesse; ell la fa anar a la sagristia, on «tuvieron acceso carnal» i després la confessa i l’absol, i encara afegeix «que se volviese a dicha vicaría, que luego acudiría él allá». En efecte, reunits altra volta a la vicaria, «la bolvió otra vez a solicitar, y repitieron el acto carnal». Des d’aleshores mantenen «correspondencia ilícita» de seguit i tuvieron comercio carnal como unas cinqüenta veces, emprant el confessionari com a lloc per concertar les trobades.58

      Un personatge de qui parlarem prou és el sàtir amb sotana de Montan, el rector José Cuevas. Significativament, és ell qui confessa les fornicacions, no les dones que el denuncien, quasi totes elles casades. Francisca Gil és la primera a delatar-lo, l’any 1726: en plena confessió, «la solicitó el dicho Cura a actos carnales y torpes. [...] Francisca, ¿bien te olgarías que yo te lo hiziera? Yo te daré toda mi Retoría si te lo dexas hazer y si me das el coño, porque te aseguro que no ay otro en todo el lugar más bonito, y con ninguna tendría tanto gusto como contigo». En una altra confessió, li amolla: «Francisca, tú bien tienes deseos de que yo te haga un chico; quando me ves por la calle, ¿piensas y quisieras que yo te lo hiziera? ¿Te parece que yo te lo haría mejor que tu marido, supuesto que es lo mío más bonito?».

      Acaba Francisca dient que el mateix li ha passat a altres dones del poble, obrint el camí a la investigació del comissari, i que

      es tal el proceder de dicho cura que a todas las mugeres de dicho lugar va inquietando por manera que siempre que enqüentra en la calle a alguna, la llama para que entre en su cassa o el dicho cura va a la cassa de aquella, y como logre la ocasión de no haver alguno delante, empieza a hazer ofertas con algunos dineros si lleva [...] y emprehende a la dicha con abrasos y ósculos, y lo menos cogiéndola la mano, la encamina a sus partes, o a fuerça haze lo que quiere, y esta es la costumbre que tiene el dicho cura y el modo de portarse fuera de la confesión sacramental.

      Declara a continuació María Martín. Acusa mossèn José de sol·licitar-la per «accessos carnales y torpes», i la primera volta ho va fer així: «Señora María, me ha de dar el coño. Usté tiene el moreno muy gracioso, es alta y dispuesta, y assí me lo ha de dar». Malgrat les reticències d’ella, el confessor fa: «En acabar la Confesión, hiré a su cassa». En una altra ocasió li diu: «Ya que la otra ves no quiso dármelo, agora me lo ha de conceder, y si no quiere salir de la Yglesia, venga y vamos a la Sacristía». Com que ella s’hi nega, ell hi insisteix: «Señora María, por amor de Dios, me lo ha de dar». Quan ella li pregunta: «Señor Retor qué le he de dar». Ell li respon: «Lo mesmo que haze su marido he de hazer yo con usté».

      També enumera María les dones del poble sol·licitades, i que

      la costumbre de dicho Cura es hir persiguiendo las mugeres de dicho lugar, y en hallarse solo con alguna, sea en su cassa propia del Cura o de la muger, es importuno hasta conseguir lo que quiere, y lo menos, quanto más no puede, es tomarla de la mano, y encaminándola a sus partes impúdicas, haze con fuerça que con la mano de la muger, cogido su miembro, a meneos y tactos, derrama, y que esto a la testigo le ha sucedido hasta unas doze veces, y que esto es común con las demás.

      María Castillo és la següent, СКАЧАТЬ