Название: El pasado cambiante
Автор: José María Gómez Herráez
Издательство: Bookwire
Жанр: Документальная литература
Серия: Oberta
isbn: 9788437084275
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La idea de que los criterios del experto constituyen una postura más en un debate que debe implicar a los afectados se encuentra, en realidad, muy arraigada en sectores profesionales y políticos de orientación diversa que, con sus efectos positivos, también contemplan riesgos diversos en la ciencia.26 Mediante estas ideas, se entra en un terreno donde es difícil hallar el punto idóneo de equilibrio. Puede aceptarse, con Cereijido, que la capacidad de interferencia social explica límites como los que las distintas Iglesias, con sus valores y sus concepciones especiales, han puesto históricamente sobre el desarrollo científico. Pero ello no es óbice para otorgarle a la ciencia un papel privilegiado, al margen del debate político y social. Desde la órbita de la economía, la necesidad de diálogo era resaltada por un autor como Arthur C. Pigou (1973: 124-125) cuando, tras comparar los sistemas capitalista y socialista, trataba de presentar unas conclusiones. En esta fase, el economista británico no rehuía decantarse por una fórmula que, aunque capitalista en sustancia, incluía una serie de elementos de aplicación gradual –nacionalizaciones, planificación de inversiones, impuestos de herencia y de la renta, etc.– para «disminuir las escandalosas desigualdades de fortuna y de oportunidades que afean nuestra civilización». Pero, previamente, no dejaba de presentar tales sugerencias como «cuestiones de fe» personales sobre las que él, como especialista académico más o menos «enclaustrado», no tenía la calificación, experiencia y sensibilidad de quienes afrontaban directamente los problemas.
Además de apoyar esa línea de no considerar infalibles ni neutrales los criterios dimanados de la investigación, el relativismo ofrece unas nuevas perspectivas generales al científico que se enfrenta ante cualquier tipo de realidad, que deja de ser algo perfectamente definible y abarcable. Es difícil valorar las posibilidades y las consecuencias de este nuevo ideario, dado que su eco real, efectivo, ha sido escaso si se exceptúa la repetida observación de sus premisas –aunque mediante cauces al uso, a menudo como un paradigma más– por los propios sociólogos del conocimiento científico y algunos teóricos de otras áreas. Los paradigmas, tradiciones o estilos prosiguen sus andaduras sin relacionarse entre sí, o con pequeños ámbitos de intersección. Las comunidades científicas, o mejor, los colectivos dentro de las mismas, siguen imponiendo sus métodos, sus conceptos, sus esquemas interpretativos, sus vías de trabajo. Las teorías y los argumentos explicativos siguen considerándose mejores o peores en función de su hipotética aproximación a la realidad y no se valora su tránsito por patrones altamente predefinidos y negociados. Por todo esto, resultan características aún las apelaciones al poder independiente de la evidencia, la creencia de la relevancia en sí de los datos, la presentación de una línea como la más prometedora por su propia naturaleza, las acusaciones de reduccionismo y de deficiencias sobre otros enfoques, las peticiones de contraste empírico de las teorías y toda una variada serie más de lugares comunes de una concepción de la ciencia que, pese a sus posibles matices, sigue basada esencialmente en el objetivismo.
Además de parecer atacar la legitimidad de la ciencia entre quienes siguen admitiéndola como conjunto de métodos racionales para interpretar la verdad, el relativismo no puede satisfacer a una sociedad pragmática que aplaude las convicciones sólidas y confía en soluciones claras para problemas plenamente discernibles. Lo que se reclama es encontrar seguridades, certezas, no difundir que caben varios planteamientos alternativos y consolidar la duda como verdad más perentoria. ¿No conduce el relativismo necesariamente a una situación de desesperanza y desasosiego? Si es imposible captar la realidad de forma absoluta, ¿qué se puede hacer? ¿Queda en entredicho la labor de los científicos? ¿Es inútil buscar soluciones a problemas tras identificarlos previamente? La situación no es tan exasperante. No es posible aprehender una realidad absoluta a la que, en principio, ya hay que señalarle unos determinados límites, pero sí se pueden seleccionar aspectos, definirlos y tratar de buscar la explicación más próxima posible, aun a sabiendas de que determinados procesos –especialmente dentro de las ciencias sociales, pero también en las naturales– no podrán aceptarse nunca de forma fehaciente. De la validez de gran parte de las respuestas nunca podremos tener constancia firme, dado que siempre caben otras posibilidades apoyadas con otras «pruebas». Por supuesto, las discordias pueden ser aún mayores, puesto que pueden darse ya en la misma identificación de los problemas y en la ponderación de sus consecuencias. Pero, como en la vida cotidiana, aceptaremos tanto la controversia como la incomunicación como realidades ineludibles del quehacer científico. Aunque defendamos nuestros métodos y nuestras teorías con tesón, no será ya atisbándolos como únicos verdaderamente significantes ni juzgando como prescindible todo lo demás. Entenderemos también que, si utilizamos determinados caminos y defendemos determinadas ideas, es en buena medida porque diversos factores contextuales, inextricablemente unidos entre sí, sustentan nuestro pensamiento.
Bajo este nuevo tono, nuestro trabajo tendrá una menor apariencia de «objetividad» y seguridad, pero representa una postura más realista si consideramos que tales rasgos constituyen meras falacias, meras máscaras, meros productos de un autoritarismo primario. Nuestro trabajo será más libre, menos rígido, y reconocerá el carácter humano que otros no quieren advertir en el suyo propio. La conciencia sobre los grilletes que nos imponen nuestras líneas de reflexión, sobre nuestras inevitables deformaciones y desvíos, nos podrá ofrecer caminos más apropiados para aproximarnos a esa «verdad imposible». Asumiremos que nuestro enfoque no deja de suponer una visión personal y contingente, aunque muy marcada por ideas anteriores. Analizar dentro de las ciencias sociales, en particular, supone generalizar, aplicar categorías y buscar tendencias, procesos lineales, relaciones causa-efecto, conexiones de factores y fenómenos, y todo ello, ante unas realidades caóticas, heterogéneas y confusas por su propia sustancia, implica simplificar en mayor o menor medida, olvidar matices, primar unos aspectos respecto a otros, deformar mediante énfasis y olvidos. A través de la asunción de estas ideas, ganaremos estímulo y de forma paradójica, finalmente, también otra clase de seguridad: la de saber que transitamos por caminos personales y aproximativos, que necesariamente estarán más o menos acordes con los desarrollados por otros investigadores ubicados en sus particulares contextos. El debate, mediante estos nuevos procedimientos, podrá realizarse en mayor medida con los diletantes y, en general, con los no especialistas, sobre todo al aceptar que los «expertos» no están libres de intereses, pautas convencionales, pulsiones irracionales, susceptibilidad ante la propaganda y resortes de sentido común. Incluso el diálogo con autores del pasado podrá ser mayor y no limitarse al que tiene lugar con aquéllos considerados «clásicos» o «más novedosos» en su momento. Las teorías y los argumentos desarrollados en otras etapas de la historia no se repudiarán como modelos superados y barridos por el progreso de las ideas, sino que se contemplarán como visiones condicionadas por sus circunstancias como las nuestras lo están por el marco social y cultural en que nos movemos.
El papel del análisis científico no queda repelido a través de las tesis relativistas, ni siquiera en los términos más iconoclastas de Feyerabend, aunque aparece modificado y convertido en un elemento más de cara a la comprensión del mundo, la solución de problemas y la búsqueda de mejoras. No se está negando validez al hecho de que los científicos formulen sus propias propuestas, pero tampoco se confía en ellas de forma ciega. Se solicita cautela, debate y contraste en un panorama amplio que no incluya sólo a los especialistas. Aunque de ahí no brota una situación altamente optimista, tampoco se ha СКАЧАТЬ