El pasado cambiante. José María Gómez Herráez
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Название: El pasado cambiante

Автор: José María Gómez Herráez

Издательство: Bookwire

Жанр: Документальная литература

Серия: Oberta

isbn: 9788437084275

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СКАЧАТЬ falsa de la realidad social. Tras evocar su conocida convicción de que «las condiciones económicas de producción... pueden determinarse con la precisión de las ciencias naturales», J. Keane (1992: 258-259) veía a Marx sumándose a la suposición positivista, comtiana, de un conocimiento universal basado en la observación, la precisión conceptual y la exactitud metodológica. Para el pensador judeoalemán, resultaba posible alcanzar unos planteamientos objetivos de la realidad social, distintos a los que suponía el enmascaramiento de la ideología burguesa, que permitirían efectuar predicciones, controles y progresos reales del mismo modo que en las ciencias naturales. Al destacar la importancia de la evolución social para entender el presente, frente a la ficción del liberalismo económico de un mundo estable, con leyes naturales que abocaban al equilibrio, la historia aparecía para Marx, en particular, como verdadera ciencia liberadora (Lesourd y Gérard, 1964: 124).

      En general, dentro del esquema marxista conocido como «ortodoxo», que hace derivar la cultura, como superestructura, de la realidad social, la ciencia –en particular, la ciencia social– se convertía en uno de los espacios fundamentales de la sociedad capitalista que reclamaba transformación. Se entendía que, si el desarrollo capitalista impedía la evolución natural de la ciencia, éste sería posible en un marco socialista. En la práctica, lejos de desembocar en un nuevo clima de libertad científica en el área de países comunistas, esta denuncia, que lejos de suponer el rechazo del objetivismo venía a pregonarlo como lógica y excelsa aspiración, conduciría a nuevas formas de rigidez, sobre todo en la época estalinista. En el fondo, como revelaba A. W. Gouldner (1978: 72-73), pero con unas consideraciones extensivas a otras formas de pensamiento, el marxismo no podía renunciar a sus pretensiones objetivistas ni juzgar también su propio discurso condicionado por el contexto social, porque ello habría debilitado su capacidad de adhesión y de acción: «El relativismo puede alentar la tolerancia mundana de diferentes dioses y desalentar los sacrificios costosos por las propias creencias, pues se piensa que están lejos de estar seguras».

      Inspirado por argumentos de Marx, otro autor, Stefano Sonnati (1983), estimaba que el desarrollo burgués y el científico resultaban paralelos. Su explicación se extendía a todo el espectro de la historia de la humanidad. Desde la Antigüedad, aunque los científicos trabajaran de forma normalmente aislada, el poder político se había servido de ellos, apreciando especialmente su papel en el desarrollo de la fuerza militar. Pero fue sobre todo desde el siglo XVI cuando la investigación progresó de la mano de una ascendente burguesía que, así, sobre todo mediante la conexión entre ciencia y técnica, encontraba nuevos caminos de enriquecimiento. Ese impulso, que suponía una institucionalización progresiva de la ciencia, toparía con la resistencia de la vieja jerarquía eclesiástica y civil, reacia a consentir que el hombre pudiera juzgar a través de su propia razón y cuestionar, así, el viejo orden social. Sonnati, que cita el conocido pasaje donde Marx alude al gran impulso que la burguesía propina a las fuerzas productivas, entiende ese estímulo, ante todo, como un fomento externo, fundamentalmente financiero, en forma privada o pública, de una labor cuyos procedimientos y contenidos perfilan los propios científicos. Pero, a la vez, en una manifestación de relación más profunda, el interés burgués y los afanes nacionalista e imperialista se proyectan en el siglo XIX sobre las tesis evolucionistas que Darwin trazó influido por Lamarck: mediante ellas, no sólo pierden sustancia las ideas de estirpe y sangre de la vieja nobleza, sino que se legitiman, como comportamientos naturales acordes con la «lucha por la existencia» de las especies animales, la competencia entre industriales y la rivalidad entre estados. Para el autor italiano, en el siglo XX, tanto en el mundo capitalista como en el comunista, aunque con marcadas diferencias, la ciencia pierde su contexto de libertad original y de cosmopolitismo para subordinarse al interés pragmático y a las programaciones del poder político.

      En España, Carlos Paris (1992: 67-70) ofrecía una visión singular también de eco marxista que conecta ampliamente el conocimiento científico y el general con las estructuras sociales y políticas. Para este autor, en toda formación cultural existe un «saber oficial» en manos de grupos de profesionales –chamanes, filósofos, clérigos, sabios modernos– que codifican sus procedimientos y negocian de forma variada sus relaciones con la clase económica y política dominante. Aunque, de esta forma, tal colectivo puede actuar como servidor de esta clase, también puede asimilar aspectos de las subculturas o nueva cultura de las clases dominadas. A la vez, ese grupo intelectual puede asumir un papel rector o liberador, como denotan el proyecto de una república platónica o, en España, las actitudes ilustradas tardías de la Institución Libre de Enseñanza. Bajo el dominio del saber hegemónico transcurren otros saberes más o menos reprimidos o marginados, aunque también pueden ser asimilados parcialmente. Como ejemplo de esto último, C. Paris alude, precisamente, a la posición difícil, como «fugitivos», de los primeros científicos frente al saber oficial de las universidades.

      Entre los científicos naturales españoles que han valorado con rotundidad las conexiones entre sociedad y ciencia, en términos también de estímulos y contenciones externos, se encuentra Javier Tejada (1984). Frente a la concepción utópica de los físicos que actúan de forma independiente, este ensayista arguye que las estructuras económicas y políticas marcan su actividad, sus medios y sus tipos de investigación. El sistema social que en la física conforman investigadores, técnicos, bibliotecarios y administradores traduce la estructura social en que se enmarcan. Las discrepancias entre científicos, políticos, economistas y otros sectores derivan, en el fondo, de su divergencia respecto al modelo social a alcanzar. El ideario desarrollista que, en particular, domina en el mundo СКАЧАТЬ