Название: El libro negro del comunismo
Автор: Andrzej Paczkowski
Издательство: Bookwire
Жанр: Документальная литература
isbn: 9788417241964
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La impotencia del Gobierno para enfrentarse con los grandes problemas, la debilidad de las instituciones y de las autoridades tradicionales, el desarrollo de los movimientos sociales, y el fracaso de la tentativa de golpe militar del general Kornílov permitieron al partido bolchevique volver a salir a la superficie, a finales del mes de agosto de 1917, en una situación propicia para tomar el poder mediante una insurrección armada.
Una vez más, el papel personal de Lenin como teórico y estratega de la toma del poder, fue decisivo. En las semanas que precedieron al golpe de Estado bolchevique de 25 de octubre de 1917 Lenin fue siguiendo todas las etapas de un golpe de Estado militar, que no podría ni ser desbordado por una sublevación imprevista de las «masas» ni ser frenado por el «legalismo revolucionario» de los dirigentes bolcheviques, tales como Zinoviev o Kamenev, que, escaldados de la amarga experiencia de los días de julio, deseaban llegar al poder con una mayoría rural de socialistas revolucionarios y de socialdemócratas de distintas tendencias mayoritarios en los soviets. Desde su exilio finlandés, Lenin no dejó de enviar al Comité Central del partido bolchevique cartas y artículos que llamaban a desencadenar la insurrección.
«Al proponer una paz inmediata y al entregar la tierra a los campesinos, los bolcheviques establecerán un poder que nadie derribará, escribía. Sería vano esperar una mayoría formal favorable a los bolcheviques. Ninguna revolución espera una cosa así. La historia no nos perdonará si no tomamos ahora el poder».
Estos llamamientos dejaban a la mayor parte de los dirigentes bolcheviques sumidos en el escepticismo. ¿Por qué forzar las cosas, si la situación se radicalizaba cada día más? ¿No bastaba con unir a las masas estimulando su violencia espontánea, con dejar que actuaran las fuerzas disolventes de los movimientos sociales, con esperar a la reunión del II Congreso ruso de los Soviets prevista para el 20 de octubre? Los bolcheviques tenían todas las posibilidades de obtener una mayoría relativa en esta asamblea en la que los delegados de los soviets de los grandes centros obreros y de los comités de soldados estaban ampliamente sobrerrepresentados en relación con los soviets rurales de predominio socialista revolucionario. Ahora bien, para Lenin, si la transferencia del poder se realizaba en virtud de un voto en un Congreso de los Soviets, el gobierno que surgiera de él sería un gobierno de coalición en el que los bolcheviques deberían compartir el poder con otras formaciones socialistas. Lenin, que reclamaba desde hacía meses todo el poder para los bolcheviques únicamente, quería a toda costa que estos se apoderaran del poder por sí mismos mediante una insurrección militar antes de la convocatoria del II Congreso pan-ruso de los soviets. Sabía que los otros partidos socialistas condenarían el golpe de Estado insurreccional y que no les quedaría entonces más remedio que pasar a la oposición dejando todo el poder a los bolcheviques.
El 10 de octubre, después de haber regresado clandestinamente a Petrogrado, Lenin reunió a doce de los veintiún miembros del partido bolchevique. Después de dos horas de discusiones, llegó a convencer a la mayoría de los presentes para que votaran la más importante decisión que nunca había tomado el partido: el principio de una insurrección armada en el tiempo más breve posible. Esta decisión fue aprobada por diez votos contra dos, los de Zinoviev y Kamenev, resueltamente apegados a la idea de que no había que hacer nada antes de la reunión del II Congreso de los Soviets. El 16 de octubre, Trotski puso en funcionamiento, pese a la oposición de los socialistas moderados, una organización militar que emanaba teóricamente del Soviet de Petrogrado, pero que era controlada, de hecho, por los bolcheviques, el Comité Militar Revolucionario de Petrogrado (CMRP), encargado de poner en funcionamiento la toma del poder según el arte de la insurrección militar, en las antípodas de una sublevación popular espontánea y anárquica susceptible de desbordar al partido bolchevique.
Como deseaba Lenin, el número de los participantes directos en la gran revolución socialista de octubre de 1917 fue muy limitado: algunos miles de soldados de la guarnición, marinos de Kronstadt y guardias rojos vinculados con el CMRP, y algunos centenares de militantes bolcheviques de los comités de fábrica. Los raros enfrentamientos, y un número de víctimas insignificante atestiguan la facilidad de un golpe de Estado esperado, cuidadosamente preparado y perpetrado sin oposición. De manera significativa, la toma del poder se realizó en nombre del CMRP. Así los dirigentes bolcheviques atribuían la totalidad del poder a una instancia a la que nadie, fuera del Comité Central bolchevique, había otorgado mandato, y que no dependía, por lo tanto, de ninguna manera del Congreso de los Soviets.
La estrategia de Lenin demostró ser la justa: enfrentados con los hechos consumados, los socialistas moderados, después de haber denunciado «la conspiración militar organizada a espaldas de los soviets», abandonaron el II Congreso de los Soviets. Abandonados al lado de sus únicos aliados, los miembros del pequeño grupo socialista revolucionario de izquierda, los bolcheviques hicieron ratificar su golpe de fuerza por parte de los diputados del Congreso aún presentes, que votaron un texto redactado por Lenin, atribuyendo «todo el poder a los soviets». Esta resolución puramente formal permitió a los bolcheviques acreditar una ficción que iba a engañar a generaciones de crédulos: gobernaban en nombre del pueblo en el «país de los soviets». Algunas horas más tarde, el Congreso estableció, antes de separarse, la creación del nuevo Gobierno bolchevique —el Consejo de Comisarios del Pueblo presidido por Lenin— y aprobó unos decretos sobre la paz y sobre la tierra, primeros actos del nuevo régimen.
Muy rápidamente, los malentendidos, y después los conflictos, se multiplicaron entre el nuevo poder y los movimientos sociales, que habían actuado de manera autónoma como fuerzas disolventes del antiguo orden político, económico y social. El primer malentendido estuvo relacionado con la revolución agraria. Los bolcheviques, que siempre habían impulsado la nacionalización de las tierras, debieron, en una relación de fuerzas que no les era favorable, retomar, «robar» el programa socialista revolucionario y aprobar la redistribución de las tierras a los campesinos. El «Decreto sobre la tierra» —cuya disposición principal proclamaba que «la propiedad privada de la tierra es abolida sin indemnización, y son puestas todas las tierras a disposición de los comités agrarios locales para su redistribución»— se limitaba, en realidad, a legitimar lo que numerosas comunidades campesinas habían realizado desde el verano de 1917: la apropiación brutal de las tierras que pertenecían a los grandes propietarios terratenientes y a los campesinos acomodados, los kulaks. Obligados momentáneamente a «colaborar» con esta revolución campesina autónoma, que había facilitado tanto su llegada al poder, los bolcheviques iban a recuperar su programa diez años más tarde. La colectivización forzada de los campos, apogeo del enfrentamiento entre el régimen surgido en octubre de 1917 y el campesinado, será la resolución trágica del malentendido de 1917.
Segundo malentendido: las relaciones del partido bolchevique con todas las instituciones —comités de fábrica, sindicatos, partidos socialistas, comités de cuartel, guardias rojos y, sobre todo soviets— que habían participado a la vez en la destrucción de las instituciones tradicionales y luchado en favor de la afirmación y la extensión de sus propias competencias. En algunas semanas, estas instituciones fueron despojadas de su poder, subordinadas al partido bolchevique o eliminadas. El «poder para los soviets», el lema, sin duda, más popular en la Rusia de 1917, se convirtió, en un abrir y cerrar de ojos, en el poder del partido bolchevique sobre los soviets. En cuanto al «control obrero», otra reivindicación fundamental de aquellos en nombre de los cuales los bolcheviques pretendían actuar, los proletarios de Petrogrado y de otros grandes centros industriales, fue rápidamente descartada en beneficio de un control del Estado pretendidamente СКАЧАТЬ