No me digas que no podrás . Sebastián Escudero
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СКАЧАТЬ la historia, demasiado anciano para soñar. Pero otra voz luchando en su interior le devuelve la paz: “Nelson… no me digas que no podrás”.

      La muchacha de 15 años está todavía temblando luego de hablar con un Arcángel. La misión que se le acaba de encomendar es demasiado sublime, demasiado trascendental. Algo le quiere causar angustia en su corazón. Algo le dice que es imposible para un ser humano. Pero otra voz le susurra dándole la paz de que todo está en el plan perfecto de Dios: “María… no me digas que no podrás”.

      Una monja jovencita está llorando mientras viaja en ese tren contemplando los cientos de rostros en su pobreza, en su miseria radical, clamando ayuda. Ella eleva una plegaria: “Señor, déjame ser la pluma que escriba la historia de Calcuta”. De golpe, el temor se apodera de su corazón: “No vas a poder hacer nada por ellos. Lo que intentes será inútil. Limítate a orar por ellos”. Pero en lo profundo de su ser, en un rincón de aquel tren, una voz le dice: “Teresa… no me digas que no podrás”.

      El adolescente está retrocediendo frente a la violenta agitación de la espada de un gigante. El destino de toda una nación depende de esa pelea. Mientras procura recoger del piso alguna piedra, una voz le grita con vehemencia: “¡Jamás lo podrías vencer! Eres solo un niño frente al mayor guerrero de los filisteos. Esto no es un juego. Vuelve a tu casa.” Pero en su interior puede aún oír otra voz diciéndole: “David… no me digas que no podrás”.

      Un niño está sentado en la oficina del director de su escuela. Están a punto de despedirlo del colegio porque es demasiado distraído y porque parece un enfermo mental. El niño no le presta demasiada atención, su mente está en algún lugar de las galaxias diseñando la teoría de la relatividad. Quiere marcar la historia cuando sea grande. De pronto escucha al director decirle a su padre: “Su hijo es un autista… nunca llegará a nada”. Pero algo dentro de él le dice con cariño: “Albert… no me digas que no podrás”.

      El joven de 33 años está llorando lágrimas de sangre en el Huerto de Getsemaní. La antigua serpiente se le aparece para mentirle que no podrá. Es demasiado para una sola persona hacerse cargo de la culpa de toda la humanidad. No se puede. No podrá resistir tanto dolor. En medio de su angustia, el joven pide ayuda al Único que puede salvarlo. No sabe si va a poder resistir esa pasión dolorosa. Pero la voz de su Padre le dice con cariño: “Jesús, mi Hijo amado…. no me digas que no podrás”.

      Una persona extraordinaria está empezando a leer este libro. Como corresponde, empezó por el prólogo. Después de leer solo unos párrafos, algo le inquieta en su corazón. Es el entusiasmo de saber que sí se puede cambiar la historia, de que quizás su misión es también demasiado grande en esta vida. Pero el enemigo de su alma le está queriendo convencer que jamás lo logrará. Una persona así no tiene destino, no podrá llegar demasiado lejos. Dios la mira a los ojos… pronuncia su nombre… la abraza con fuerza un rato largo. Y luego vuelve a mirarle para decirle las seis palabras con las que comenzará el resto de su vida: “No me digas que no podrás”.

      Sebastián Escudero

      [email protected]

      Una de las principales excusas que ponemos para triunfar en la vida es la afirmación “no puedo”. Eso es ridículo; todos los seres humanos tenemos un potencial extraordinario dentro de nosotros. El gran problema es que el enemigo se encarga de mentirnos acerca de nuestro valor. Y la mayoría le cree, por eso son muy pocos los que terminan marcando la historia.

      Sin embargo, está comprobado por numerosos estudios que todo ser humano cuenta con cientos de habilidades no explotadas, no reconocidas y no usadas. Una persona promedio posee entre 500 y 700 habilidades y destrezas. ¿Sabías eso? La tragedia es que la gran mayoría de la raza humana ni siquiera explota una de estas.

      Nuestra mente puede manejar 15.000 decisiones en un solo segundo, y todas ellas pueden quedar truncada con una sola convicción mental: “no puedo”. Por eso, soy muy consciente de que tengo la grave responsabilidad de ayudar aunque sea a un solo ser humano a identificar sus habilidades y motivarlo a creer que sí, se puede. Mi propósito en esta vida tiene que ver con eso. Mientras escribo estas líneas acabo de recibir hace solo algunas horas un mensaje por Facebook de una de mis alumnas diciéndome: “¡Graaciias proofeeeeee!!! Todo es posible. Ahora gracias a sus canciones, a sus anécdotas y a Dios ¡gané el torneo de taekwondo nacional! ¡Gracias, gracias, gracias! Por haberme dicho que soy una ganadora, ¡gracias! Mi vida cambió.”

      Escribí este libro para eso. Si una sola persona en la historia de la humanidad, al leer este libro, se convence de que todo lo puede en Cristo que lo fortalece (Cf. Fil 4, 13) habrán valido la pena las cientos de horas invertidas en este cuarto libro que el Señor me pidió que escribiera.

      Es solo una minoría la que alcanza las cimas, ¿sabes porqué? Porque la gran mayoría piensa que es imposible alcanzarla, entonces no pueden encontrar los peldaños que los conduzcan a las alturas. Cuando uno cree que puede hacerlo el “cómo” hacerlo surge; Dios y el universo conspiran providentemente para hacer realidad eso que parece tan imposible. Y podemos así llegar a la cima.

      Este es un libro de superación personal a la luz de los principios que establece la Palabra de Dios. No es un libro de control mental ni de autoayuda. No creo en absoluto que la mente tenga esa autosuficiencia. Pero creo que si no dejamos que Dios cambie nuestra manera de pensar, nunca cambiaremos nuestra manera de vivir. La Biblia puede ayudarnos, porque de hecho es el mejor libro de superación de todos los tiempos. Con humildad, intentaré ayudarte a descubrir en ella los testimonios y palabras que te ayuden a creer que sí se puede.

      Pero no solo me centraré en la Biblia. Toda la historia, de punta a punta, nos da testimonio de hombres y mujeres de todos los tiempos que demostraron con sus vidas que siempre que pensamos adecuadamente, siempre que luchamos por nuestros sueños, sea cual sea nuestro comienzo, podemos triunfar en la vida. Adornado con películas de Hollywood, con cuentos y con anécdotas personales, mi libro intentará llegar a tu corazón y mantenerte enfocado en esa verdad: sí puedes, sí tienes, sí eres. Y lo más original e importante que tengo para contarte es que soy testigo personal de todo lo que te escribiré.

      Cuando conocí al Señor, a los quince años, el primer sueño que puso Dios en mi corazón fue el de ser un predicador. Por las noches soñaba literalmente con estadios llenos de jóvenes escuchándome predicarles mensajes llenos de esperanza. Anhelaba viajar por todos lados hablándole a la gente del amor de Dios, que nos perdona y nos sana, como lo había hecho conmigo. Pero ese deseo estaba muy lejos para mí, por varios motivos que quisiera comentarte.

      Por un lado, estaba el hecho de que aún no conocía bien la Biblia; y en ese tiempo yo imaginaba que solo los sacerdotes podían predicar la Palabra de Dios. Por otro lado, no me sentía digno aún. Me parecía hasta un sacrilegio que un pecador como yo, con el tipo de vida que había llevado hasta poco tiempo atrás, se atreviera a predicar la Palabra de Dios. Incluso, había pecados que aún arrastraba de aquella vieja vida.

      Pero, sin lugar a dudas, la razón más importante era la siguiente: desde niño sufría una especie de fobia social que me provocaba pánico a la exposición pública. Al punto que la única vez que recuerdo haber hablado en público fue a los 10 años, cuando una maestra me hizo pasar a dar una lección oral, y de los nervios me oriné en los pantalones al frente de todos mis compañeros. Esa experiencia fue realmente lo más traumático de mi infancia. Fue sin duda ese día el que marcó un antes y un después en mi vida. Recuerdo que tuve que dejar el colegio por la vergüenza que ese hecho me había causado. En los siguientes meses tuve tres intentos de suicidio СКАЧАТЬ