El capitaloceno. Francisco Serratos
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Название: El capitaloceno

Автор: Francisco Serratos

Издательство: Bookwire

Жанр: Изобразительное искусство, фотография

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isbn: 9786073043229

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СКАЧАТЬ la adopción del carbón, el motor de vapor y el algodón, la trinidad del capital industrial inglés; el segundo, a finales del XIX, con la llegada del petróleo, su consecuente industria petroquímica, la electricidad y los automóviles. Aunque Moore no ahonda mucho sobre este último largo siglo en su obra —una constante crítica de sus detractores—, se podría decir que coincide en muchos aspectos con las épocas delineadas por Bonneuil y Fressoz comentadas anteriormente. El periodo de la segunda mitad del siglo XX una vez terminada la Segunda Guerra Mundial, conocido como la Gran Aceleración, es determinante, como expliqué en el anterior relato, porque implicó una devastación planetaria inédita en la historia de la humanidad.

      Una idea controversial de la obra de Moore brota cuando se atiende a su principal tesis del capitalismo como un sistema que depende de elementos baratos para subsistir como un sistema económico. A partir de esto, se infiere que las cosas baratas, en algún momento, se van a terminar y al llegar a este punto el capitalismo podría llegar a su fin. Si a esto se añade el incremento de la temperatura, los escenarios cambian, aunque ninguno es más feliz que otro. En el peor de los casos, un aumento de temperatura global de 3.7 grados, cita David Wallace-Wells en The Uninhabitable Earth, tendría un costo de 551 billones de dólares en daños; pero hay un pequeño detalle: la totalidad de la riqueza global apenas rebasa los 300 billones de dólares hasta 2019. Peor noticia aún: si la tendencia no cambia, es muy probable que la temperatura aumente hasta 4 grados centígrados. Ante tal dantesco escenario, es improbable que el capitalismo sobreviva y, si lo hace, se instaurará un régimen político extremo así como han emergido, con el surgimiento de la crisis climática, movimientos de extrema derecha cuyas banderas son el racismo y la antimigración. Así, tenemos dos probables finales: o se instauran regímenes ecofascistas o se aniquila de una vez por todas el actual sistema económico para dar comienzo a otra cosa. La moneda está en el aire.

      Una vez trazadas las diferencias entre el Antropoceno y la teoría de Moore del Capitaloceno, no podría dejar de lado puntos de vista opuestos. Dentro del humanismo y filosofía ambientales contemporáneos hay detractores del Capitaloceno por considerarlo demasiado humanista y poco apegado a la ciencia. Por un lado, están los historiadores y teóricos marxistas asociados a la revista Monthly Review. Entre ellos se encuentra el editor de esa publicación, John Bellamy Foster, profesor de sociología y autor de varios libros sobre ecología y marxismo, el más incisivo siendo The Ecological Rift: Capitalism’s War on Earth (2010), coescrito con Brett Clark y Richard York. Junto a Foster se han unido otras voces relevantes como las de Ian Angus, autor de Facing the Anthropocene: Fossil Capitalism and the Crisis of the Earth System (2016), también editor de la revista digital Capitalism and Climate, un bastión del que han surgido varias críticas a Moore. Otro crítico, aunque un tanto superficial, es el mismo Andreas Malm, sobre todo en el capítulo seis de The Progress of This Storm (2018). Ahí Malm rechaza los juegos lingüísticos de Moore y su abuso de infijos para desbaratar las ideas cartesianas. Sin embargo, Malm realmente no discute a fondo la compleja lectura histórica de Moore; por ejemplo, no comparte la idea de que Descartes sea el fundador de las ideas fundacionales del Capitaloceno. En vez de él, propone, siguiendo a Carolyn Merchant en su libro The Death of Nature, a Francis Bacon debido a su cercanía con el sistema capitalista de la época, pasando por alto, no obstante, que tanto Bacon como Descartes escribieron en el mismo contexto histórico. A grandes rasgos, la diferencia entre Moore y el grupo de Bellamy Foster radica no en una cuestión de interpretaciones sino de conclusiones, no en cuestiones de causas sino de soluciones; esto, claro, con sus respectivas características propias. Coinciden en que la crisis climática se debe a un sistema económico, el capitalismo, porque su dinámica de creación de riqueza es incompatible con los procesos biológicos de la Tierra, desde aquellos considerados naturales, como los recursos, hasta los humanos.

      La ruptura comenzó con el desacuerdo que Moore expone en su libro Capitalism in the Web of Life (2015) sobre lo que él llama la «Aritmética Verde» (Green Arithmetic), formulada de la siguiente manera: Naturaleza + Sociedad. Esta suma, adoptada por los teóricos marxistas, de acuerdo a Moore, es cartesiana porque divide dos polos opuestos que en realidad son uno mismo. De ahí que se oponga al concepto de Foster «brecha metabólica» (metabolic rift) —explicado más adelante— y proponga el de «cambio metabólico» (metabolic shift). Como se ahondará más adelante, el capitalismo para Moore es una ecología, o sea una forma de administrar los procesos biológicos —en el que se incluyen ciertos humanos— para ponerlos a trabajar en pos de una acumulación de riqueza. A esta ecología el historiador la llama «ecología-mundo» y la cual, como vimos, sentó sus bases durante el largo siglo XVI.

      El grupo de Monthly Review objeta esta lógica porque la considera laxa en términos científicos y sobre todo marxistas. La primera crítica que le hacen es que su análisis es corto: no va más allá del largo siglo XVI y, al detenerse en este punto, deja de lado las grandes transformaciones históricas de la sociedad capitalista a partir de la Revolución Industrial, la adopción del petróleo, la abolición de la esclavitud, etcétera. Al igual que Malm, le restriegan su terminología complicada, sus neologismos innecesarios y, más importante aún, su poca rigurosidad al interpretar la obra de Marx, lo cual conlleva al punto de quiebre entre ambos: la solución a la crisis climática. Por todos estos elementos, tienden a relacionar a Moore con la filosofía de Bruno Latour, quien en última instancia ha propuesto soluciones poco radicales para combatir el capitalismo, la cual resumen en frases como «le apretamos un tornillo aquí», «regulamos un poco allá», «nos unimos como humanos». En suma, Latour y Moore, según Bellamy Foster y compañía, creen en que el sistema sólo requiere una arregladita, mientras que los últimos optan por la salida socialista: cambio de sistema, no de clima. Asimismo, al hacer del dualismo cartesiano la piedra en la que se sostiene toda su teoría, Moore reniega y borra todo pensamiento marxista o ecosocialista que ha sido fundamental en la configuración de una crítica y resistencia.

      Por último, estos autores se enfrentan en cuanto al concepto: mientras Moore es el campeón del Capitaloceno, el grupo ecosocialista se siente cómodo con el Antropoceno. Ian Angus, por ejemplo, niega que al nombrar el nuevo periodo como Antropoceno no se hace referencia a toda la humanidad porque los científicos sí han acentuado el determinante papel de la industria en la crisis climática. Además, Angus señala la inexactitud de los sufijos y la formación de palabras —parece que a los ecosocialistas les molesta mucho la neología—: Capitaloceno, Chthulucene, Plantacionoceno, Antropobsceno, etcétera, ignoran que el sufijo ceno viene del griego kainos que significa «reciente». El geólogo Charles Lyell lo usó para formar la palabra «Holoceno» al referirse a los estratos más recientes de la corteza terrestre. Por tanto, pegar palabrejas al sufijo ceno simplemente no tiene sentido y, de paso, rechaza las aportaciones de la ciencia del clima. Si existe un Capitaloceno, por qué no un Esclavoceno o Feudaloceno, dice Angus —¿será porque estos sistemas económicos no colapsaron el sistema terrestre?—. Todos esos conceptos, añade, confunden al público que ya está familiarizado con el popular Antropoceno y, lejos de hacerle un favor a la resistencia, la distrae de los verdaderos problemas.

      Hasta qué punto esto es cierto, no se sabe, pero defender uno u otro concepto como el más adecuado y además enjuiciar a alguien porque no se apega a la letra de lo que escribió Marx, a estas alturas, resulta más que contraproducente. Pudiera resultar en una de esas trifulcas de izquierda que, lejos de cohesionar un discurso de unificación, tiende a la dispersión y a la falta de compromiso. Este libro, aunque opta por un concepto, no renuncia a los aportes que se han hecho desde otras perspectivas porque todas, en lugar de repelerse, se complementan: son un capítulo de un relato más complejo. Por esto, me gustaría comenzar no con un año específico, sino con una consciencia, una nueva sensibilidad que se fraguó en esta época y que prendió los primeros focos rojos acerca de lo que el capitalismo ha hecho en el planeta. La consciencia de la posibilidad de la extinción.

       1780

      El año de 1780 fue uno difícil para Thomas Jefferson: en medio de una mala racha СКАЧАТЬ